Comunidades


Periódico Judío Independiente
Sorpresas en La Habana
Por Lizzi Fachler
Desde Costa Rica,especial para Comunidades

En el vestíbulo de la sinagoga "Beit Shalom" de La Habana hay muchas fotos. Entre ellas, llama mi atención la de Fidel Castro con un grupo de jóvenes judíos en Hanuka del año 1999. Cuando comento este detalle, mis amigos cubanos en Costa Rica se ríen y dicen "Fidel siempre tiene que estar en todo". Pero el directivo comunitario que tuvo la amabilidad de atenderme en la isla, no se ríe. Con un gesto de "ni modo", me dice con razón que hay que tener buenas relaciones con el gobierno.
Viajamos a Cuba para acompañar a nuestra hija a una competencia deportiva. Y menciono esto porque preferimos visitar países cuyos gobiernos tienen cierta simpatía o por lo menos consideración con Israel. Pero ya que estabamos ahí, aproveché la oportunidad para aprender un poco acerca de la comunidad judía local, o lo que queda de ella.
Antes de la Revolución de 1959, la comunidad judía de Cuba contaba con 10-12,000 almas. Se estima que actualmente viven ahí solamente entre 1,000 a 1,500 judíos (sobre tasas de asimilación preferí no indagar). Hay cinco sinagogas. Todas por supuesto, fueron construidas antes de que Castro tomara el poder. Tres se encuentran en La Habana, dos en provincias. Además, en las afueras de la capital hay dos cementerios, uno ashkenazi y otro sefaradí y según me contaron, están en muy mal estado.
Tuve la oportunidad de visitar dos de las sinagogas. "Beit Shalom", cuyo techo estuvo a punto de desplomarse a principios de los años noventa, fue renovada gracias a donaciones privadas y del Joint . Ahí funciona los domingos una modesta escuela hebrea que sin embargo, cuenta con su buen cuarto de computación y excelentes programas didácticos. Aparte de estudios, la escuela ofrece a los alumnos desayuno, transporte y ayuda material en la medida de lo posible (por ejemplo, zapatos y ropa) . Este verano, veinte estudiantes visitarán Israel, el doble que el año anterior.
Según me explicó mi anfitrión, los domingos un bus recoge no sólo a los más jóvenes sino también a los adultos que se reunen en una sinagoga cercana, la sefaradí. El Beit Knesset principal está cerrado. Frente a su fachada terriblemente deteriorada, pensé en algunas personas de grata memoria, que vivieron en Cuba. La triste imagen de lo que fue esa sinagoga, sin duda les hubiera causado profundo dolor.
A las instalaciones que todavía funcionan y que están en aceptable estado, se entra por un costado. De una pared cuelga la foto de Teodoro Herzl. La ironía no pasa desapercibida porque en Cuba, sionismo es una mala palabra. Los judíos cubanos enfatizan que en la isla no hay "antisemitismo", sólo un "antisionismo" que se refleja permanentemente en la prensa oficial. Por ejemplo, me dicen, los palestinos siempre son asesinados mientras que los israelíes, simplemente mueren.
Los servicios religiosos "sefaradim" se llevan a cabo en una sinagoga pequeña. En el sótano de lo que fue el "Beit Knesset" principal, opera un modesto gimnasio, un "Deportivo" estilo cubano donde se imparten clases de yoga. Al frente se encuentra un salón de reuniones donde a mi llegada se preparaba la despedida de los "shlijim" argentinos, enviados del "Joint". En la ventana de la oficina administrativa hay varios anuncios y una foto del Rebbe de Lubavitch z"l. En Cuba no hay Rabino ni Mohel, pero periódicamente llega alguno de visita.
Después de 45 años de gobierno socialista y pese a la carencia de recursos, la comunidad judía de Cuba sobrevive. De hecho, sorprende cuánto ha mejorado su situación en los últimos años. Cabe recordar que en la década de los noventas y ante la crisis producida por la desintegración de la Unión Soviética, el gobierno cubano levantó las restricciones sobre la actividad religiosa. Desde entonces, el apoyo externo, particularmente de los judíos de los Estados Unidos, ha sido fundamental para reconstruir instalaciones y desarrollar y mantener programas educativos a nivel comunitario.
A las puertas de la sinagoga "Beit Shalom" le agradecí a mi anfitrión por su tiempo y le pregunté cómo podía ayudarles. Este médico, descendiente de cohanim, me pidió que divulgara la importancia que tiene para la comunidad judía cubana la ayuda del exterior. Cualquier pero cualquier contribución me dijo, sea dinero, ropa, bloques de papel, libros, etc., será muy bienvenida y agradecida.

Lizzi Fachler es economista. Trabaja como voluntaria en la comunidad judía de Costa Rica.

Octubre de 2004
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