Comunidades


Periódico Judío Independiente
Niños en riesgo
HIJOS DE LA VIOLENCIA (Especial para Comunidades)

Por Roxana Umansky
Chicos que son abusados sexualmente por sus propios padres o familiares cercanos; chicos que son abofeteados y golpeados; chicos que abren puertas de taxi en busca de dinero; adolescentes que roban, que prefieren vivir en la calle...antes que en sus propias casas; chicos drogados, alcoholizados; chicos a la deriva, abandonados en sus propias casas, sin ir a la escuela y sin comer. La lista continúa. Indudablemente, el maltrato infantil es moneda corriente en la sociedad... pero también en la comunidad. Sí, en nuestra comunidad judía, aunque nos cueste creer, o aunque no lo querramos ver.

Todo comenzó hace 5 años, cuando una asistente social de un juzgado llama al Rab. Tzví Grunblatt para informarle que a un chico judío que yacía alojado en un instituto de menores le tiraban piedras por "ser judío". La búsqueda de asistencia dentro de los servicios sociales de la comunidad, no logró sus resultados. Y es que "no había un reconocimiento de que esta problemática nos pasaba dentro de la comunidad, sino que se pensaba que era una cosa que le pasaba a otros, por lo tanto no había un programa que atendiera algo que no se quería ver. Fue así que armamos una estrategia puntual para ese chico, pero en ningún momento pensamos en un programa para dar respuesta a tantos".

Quien sostiene esto es la Lic. Karina Pincever, Directora de Ieladeinu, programa que desde su nacimiento forma parte de la Fundación de Ayuda Social de Jabad Lubavitch Argentina, brindando asistencia a aquellos niños, niñas y adolescentes de la comunidad judía que padecen algún tipo de maltrato infantil como situaciones de vulnerabilidad psico -física, malos tratos, abuso físico, psíquico y/ o sexual junto con diversas formas de abandono.

Cuando Gaby llegó a Ieladeinu, acarreaba 7 añitos y una historia de vida marcada por lastimaduras, moretones, dientes rotos. No sabía su edad, como así tampoco distinguir un varón de una mujer. Frases como "mi papá me hace las cosas que hacen las parejas cuando se casan"; "mi papá obligaba a mi hermano mayor a sostenerme del pelo mientras él me pegaba"; "en mi casa no hay comida, algunos días hay arroz o pan cuando tengo hambre. Para entretenerme, miro la tele", son las que Gaby de apoco se animó a confiar en el Centro de Día para niños – primer espacio donde participó- y fueron las que junto con su evidente resistencia para regresar a su casa por las noches, sirvieron de indicios para que - a través de una denuncia judicial mediante – Gaby( nombre ficticio) pasara a convivir junto con otros chicos en uno de los dos hogares que cuenta Ieladeinu. Al principio, la situación fue muy angustiante para la pequeña: Lloraba, gritaba, se golpeaba a ella y a sus compañeros... tenía miedo de que su papá la venga a buscar. Pero con la orden del juez y la promesa de Ieladeinu de que nada le iba a pasar, Gaby pudo relajarse y empezar a confiar. Hoy ya hace un año que vive en el Hogar. Va al colegio, tiene amiguitas, practica natación, y hasta le pide a una coordinadora que le sostenga la manito hasta que ella se puede dormir. Hoy la vida le da una luz de esperanza, pero la tristeza sigue acompañándola: "Acá ustedes me cuidan, pero ¿quién cuida a mi mamá?" - se pregunta Gaby.

Cuando un chico entra a Ieladeinu, la apuesta primera es recuperar a esa familia maltratadora, generar un vínculo posibilitador de trabajo. Pero no es fácil. "Porque estos papás no es que vienen y reconocen que maltratan a sus hijos. Incluso muchos de ellos fueron hijos maltratados. Entonces la manera vincular que aprendieron no la conocen como fallida"- sostiene la Lic. en Psicología Pincever. Así, se trabaja en muchos niveles al mismo tiempo, “muy artesanalmente”. La primer apuesta se centra en un operador familiar, quien trabaja con los padres apoyándolos en su intento de buscar el cambio, mientras un acompañante terapéutico asiste a los chicos.

Pero a veces esta apuesta no funciona, ya que la patología de los padres no permite que puedan escuchar, recibir ayuda en su casas, ni poner en cuestión su propia conducta. Es así como el segundo intento se busca en los Centros de Día, donde -además de buscarlos a casa, desayunar y llevarlos al colegio- lo que se busca es que los chicos estén insertos en espacios terapéuticos para tratar el tema del maltrato. "sobre todo lo que se busca es ofrecerles un espacio facilitador, de sostenimiento, que puedan tener una experiencia subjetiva distinta, que puedan modificar su subjetividad, de ser un chico usado como objeto, a ser un chico mirado como sujeto, y que puedan confiar en alguien por primera vez"- sostiene Pincever.

Para ello - comenta Silvia Bleichmar, Dra. en psicoanálisis de la Universidad de París VII, docente universitaria y autora de algunos libros como La fundación del inconciente, Clínica psicoanalítica y neogénesis, entre otros- se necesita que ese sufrimiento que padecen los chicos que reciben algún tipo de maltrato sea, en primer lugar reconocido y luego ayudado a procesar. Pero no es fácil. "Una de las trabas mayores, es que en la mayoría de los casos, los maltratadores son adultos con los cuales el niño o el adolescente tiene enlace afectivo, de modo que la decaptura del maltrato implica también renuncia a un objeto amoroso que se ha instalado de manera patológica", lo que hace que tiendan a proteger al maltratador.

Y "posiblemente lo más terrible del maltrato es la convicción de la víctima de que está sola, de que nadie puede auxiliarla o incluso, de que su castigo es merecido"- explica la Dra.

La denuncia judicial, es la última instancia. El hecho de que a los chicos les cueste irse a la noche a dormir a sus hogares luego de asistir a los centros de día, es un indicador de que "algo" pasa en sus casas cuando se van. Es ahí cuando se pide judicialmente que se suspenda la guarda a los padres de ese chico y pasen a vivir en el hogar.

Actualmente, aproximadamente un 15% de los 230 chicos que hoy cuenta el Programa Ieladeinu se encuentran en esta situación. Un oficio emitido a principios del año 2002 por la Asesora General de Menores Dra. Brurundarena en nombre del Poder judicial de la Nación y dirigido a la dirección de Ieladeinu, ya advertía que "...la demanda de recursos para los niños judíos en riesgo ha aumentado proporcionalmente al 40%" , por lo que se solicitaba la ampliación de la estructura del programa. Actualmente, son diez los chicos y chicas que ingresan cada mes al Programa, confirmando de esta forma los pronósticos que hablaban de una creciente demanda, y motivando a que próximamente un 3º Hogar abra sus puertas.

El trabajo de Ieladeinu ya es conocido en la red escolar judía. Pero también reciben derivaciones de juzgados, hospitales de niños y de escuelas estatales. El maltrato infantil no discrimina raza, religión ni clase social. Pero también es verdad que Ieladeinu cuenta con un mayor porcentaje de chicos de bajos recursos. Y es que las familias de mayores ingresos también tienen mayores posibilidades de tapar el tema del maltrato; por el contrario, el acercarse a servicios sociales en busca de ayuda económica, hace que las familias menos pudientes deban abrir las puertas de sus casas a una asistente social y ahí se detecta que algo está pasando.

Cuando Darío ingresó al Centro de Adolescentes de Ieladeinu con sus 16 a cuestas, estaba convencido que iba a ser un lugar de paso, que finalmente lo terminarían echando como todas las personas de su vida, como su papá que le pegaba brutalmente desde chico, como su mamá que le era indiferente. Por eso la calle se convirtió en un lugar más seguro y el abrir las puertas de los taxis, en su modo de “ganarse la vida”. Fue así que al entrar al Centro se dedicó a sacar provecho de su “corta oportunidad”: comió a más no poder, robó dinero, maltrató a los coordinadores, rompió paredes a puñetazos, como si con sus actos diría: “mirá lo malo que soy, no merezco ser querido, cuidado, yo soy el culpable por ese abandono”.

Para el Psicólogo Pablo Nachtigall, quien por un tiempo se desempeño como coordinador del área de adolescentes, la confrontación es moneda corriente “primero porque son adolescentes pero también porque no tienen incorporada la Ley. La tarea de los coordinadores entonces es volver a inscribir en su psiquis que hay estructuras que los van a ayudar, pero que también hay reglas que deben acatar”- apunta el Lic.

Así, ante el choque, el trabajo es “aguantar”, demostrarle que no se le va a abandonar, que es alguien querible y capaz. Finalmente, el miedo de Darío a encariñarse y a confiar – se , pudo ceder y Ieladeinu pasó a ser su lugar en el mundo. “Me sirvió para estar mejor, para tener con quien sufrir y alegrarme en la vida”. Hoy Darío está concluyendo el secundario acelerado y realizando una pasantía laboral. “Para ser feliz sólo me falta una novia”- dice Darío, pícaro, desafiando los pronósticos, dándole revancha la vida.

Las historias de Darío y de Gaby son ejemplos de esperanza en medio de tanto dolor. Pero hay otros tantos que no pueden contar la historia, que están silenciados, que sufren violaciones, actos de violencia, abandono puertas adentro y no hay manera de llegar a ellos.

El Rabino Arieh Sztokman destaca la importancia de los hijos en la continuidad de la tradición judía y de los valores universales que el judaísmo supo construir a lo largo de los años desde la entrega de la Torá en adelante. Así cita como fuente el Talmud Babilónico, Tratado Brajot, que en su tramo final, dice: "Los estudiosos de la Torá propagan la paz en el mundo, pues así esta dicho. Todos tus hijos, estudiosos de Adonai, acrecentarán la paz de tus hijos" También afirma "no los llames "banaij" a tus hijos, sino llámalos "bonaij" constructores, es decir los hijos que estudian serán constructores de un mundo mejor”.

"Bonaij" constructores. Qué lejos estamos de esa prédica. En una sociedad donde parece imperar la prédica darwinista, donde aquellos que "no sirve" se los deposita en las cárceles, en institutos de menores o simplemente se los ignora, la ceguera de muchos dirigente en incluso de la sociedad entera para no ver lo que pasa alrededor, hace que muchos niños, niñas y adolescentes maltratados no tengan posibilidad de recuperación social.

La acción de la dirigencia educativa y comunitaria judía es decisiva para prevenir, detectar, rescatar y reinsertar a los niños, niñas y adolescente maltratados, para ayudar a que estas generaciones futuras puedan cumplir su rol de Bonaij. No nos hagamos más los distraídos, tomemos conciencia de esta problemática que nos atraviesa. Marchamos contra reloj.

Para más información:
ieladeinu@hotmail.com


28 de Julio de 2004 - 10 de Ab de 5764
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