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HISTORIA Y TRADICIONES SEFARADÍES
LOS JUDÍOS DE IZMIR

Por Santó Efendi
(desde Maryland, USA, para SEFARaires)

Dada la popularidad del Café Izmir de Villa Crespo y de sus pintorescos personajes, resulta oportuno aportar algunos conocimientos sobre la ciudad de Izmir y sus judíos. En su libro sobre el tema (1), el Dr. Henri Nahoum presen-ta una información sumamente valiosa sobre la evolución de la comunidad judía de Izmir durante los siglos XIX y XX. Durante los largos siglos del Imperio Otomano, Izmir fue hogar de muy diversos grupos étnicos independientes que convivían en armonía bajo el poder central y la autoridad imperial. Gracias al concepto de “millet” (2), la población se organizaba en cinco grupos bien definidos. El grupo mayoritario era el de los turcos de religión musulmana, seguido por los griegos de religión ortodoxa, los armenios también ortodoxos, los judíos, y los así llamados latinos, formado por comerciantes europeos cristianos que vivían en Izmir en forma permanente, provenientes de varios estados, entre otros, Venecia, Francia, Inglaterra, y Holanda.
Gracias al sistema de “Capitulaciones” (3), los europeos no judíos y algunos judíos originarios de Livorno y otras ciudades de Italia, que habían llegado ya en el siglo XVII, gozaban del privilegio de mantener nacionalidades ex-tranjeras que les aseguraba protección legal a través de sus respectivos consulados establecidos en Izmir. Por ejemplo, el Consulado Italiano de Izmir mantiene hasta el presente un archivo de datos familiares de interés genealógico de los ciudadanos italianos que vivieron allí desde hace muchos años.
La evolución de la población general fue notable para la época. De 100.000 habitantes, hacia 1800, pasó a 225.000 en 1885. Hacia el final del siglo XIX Izmir fue, luego de Istanbul, la ciudad de mayor población del Imperio. Su población era mayor que la de Alejandría (Egipto), Damasco (Siria) y Salónica (Grecia).
En 1910 la población judía de Izmir era de unas 30.000 personas, sobre un total de unos 230.000 habitantes y se había convertido en el puerto de mayor actividad de todo el Imperio Otomano. Su mayor desarrollo y riqueza provenían del comercio y se produjo antes de la Primera Guerra Mundial, coincidente con la instalación de vías férreas que comunica-ron el puerto con muchas pequeñas localidades del interior, donde nacieron algunos de los futuros clientes del Café Izmir de Villa Crespo. Las familias económicamente florecientes del Izmir de principios del siglo XX vivían “a la Franca”. Poseían una cultura moderna europea, vestían a la moda, disponían de máquinas de coser ropa, conocían el gramófo-no, la máquina fotográfica y otras amenidades, generalmente importadas de Europa. Sin duda el Izmir de preguerra fue una ciudad encantadora.
En 1860, un pequeño grupo de visionarios y educadores creó en Paris la Alianza Israelita Universal, cuya ac-ción educativa entre los judíos de Izmir y muchas otras localidades del interior fue por muchas décadas sumamente benéfica, dando a los jóvenes de ambos sexos la posibilidad de recibir una educación moderna y la cultura necesaria para su propio desarrollo.
Durante los años de la Primera Guerra Mundial se acentuó definitivamente la desintegración del poder Oto-mano. El 15 de mayo de 1919, unos 12.000 soldados griegos desembarcaron en Izmir “para proteger a la población griega”, en lo que fue un franco período de decadencia del Imperio. La nueva administración griega, dueña del poder, se extendió a numerosas localidades del interior, hasta que en agosto-septiembre de 1922 Kemal Ataturk reconquistó con sus tropas toda la región costera, obligando a los remanentes griegos a una catastrófica retirada. Al proceso de retirada de los griegos, se generaron los famosos incendios en múltiples localidades del interior y en Izmir, que dejaron a la población civil pauperizada, sin techo y diezmada. Pueblos enteros como Cassaba, Manisa, Aydin y muchos otros, fueron arrasados por el fuego. A pesar de toda la destrucción e incertidumbre del momento, los judíos de Izmir aclama-ron como libertadores a Kemal y sus tropas, al comienzo mismo de la nueva República Turca que marcó el fin del Impe-rio.
La emigración de izmirlís a Argentina se produjo precisamente en los primeros años de la década de 1920, coincidente con el comienzo de la gran transformación del Imperio Otomano en la República Turca. Nuestros padres y abuelos nos contaron sus memorias de esa época terrible que marcó la salida de muchas familias judías, luego de varios siglos de asentamiento en la tierra que jamás olvidaron. La población judía de Izmir es hoy algo superior a unas 2.000 personas y constituye el único grupo minoritario de la ciudad.
Luego de la reconquista comenzó un período de largos años de reconstrucción de la ciudad y pueblos circun-dantes. La república trajo cambios profundos, necesarios para modernizar el país y lograr su unificación. Los judíos quedan entonces como los únicos elementos “extranjeros” y sienten la necesidad de adaptarse a la nueva sociedad. Las escuelas de la Alianza, con su enseñanza impartida en francés, son vistas como un elemento extraño a la nueva cultura que impone naturalmente el turco como idioma nacional, depurado de los elementos árabes y farsis del período imperial. El idioma ladino cae naturalmente bajo el mismo concepto y es rápidamente abandonado para ser substituido por el idioma nacional. Los nombres hebreos, ladinos, franceses, etc. desaparecen rápidamente para ser reemplazados por nombres turcos. Muchos judíos en Ankara deciden, además, cambiar su apellido por apellidos turcos.
La situación social de los judíos en la república se desenvuelve con dificultad por largos años, durante los cua-les Izmir ve aparecer una prensa abiertamente antisemita. Ya en 1926 la comunidad judía decide rechazar su status de “millet” para demostrar su lealtad a la república.
El 10 de noviembre de 1938 fallece Kemal Ataturk. A diferencia de la Primera Guerra Mundial, en que Turquía es aliada de Alemania, en la Segunda Guerra Mundial Turquía adopta la neutralidad. La situación de los judíos se hace ahora mucho más difícil y la supervivencia judía se torna cuestionable. Durante los años precedentes a 1939 se inau-gura una Oficina Alemana de Informaciones en Istanbul cuya función es difundir propaganda nazi en Turquía. Pasar la guerra en Turquía sin terminar en un campo de exterminio nazi, fue para el judío una durísima prueba que significó la entrega casi total de su patrimonio al estado a través de un sistema especial de impuestos aplicable principalmente a la población judía [el Varlik Vergisi, creado en 1942, es un impuesto al capital, aplicado diferentemente a la población musulmana y no-musulmana, que condujo a que numerosos judíos terminaran en la ruina o en prisión (4)].
La población judía actual en Turquía es de aproximadamente 35 personas por cada 100.000 habitantes. Los principales centros de población judía en Turquía son Istanbul e Izmir, con algunas otras pequeñísimas comunidades dispersas en el interior del pais. Pese a su diminuta proporción dentro de la población general, persiste aún la eterna problemática de la adaptación al medio, que en gran medida demanda ahora del judío mucho m’as de lo que demanda-ba el Imperio. En Izmir continúa la lucha interna por la adaptación al estilo actual de la república. La idea moderna de patria unificada necesita desplazar la noción medieval del millet fundado sobre conceptos religiosos y raciales. Pero esta adaptación al estado moderno está en conflicto directo con el concepto fundamental de etnicidad. Lo que es, no puede dejar de ser, no importa cómo nos llamemos, el idioma que hablemos, ni la ropa que usemos. La experiencia judía vivida en el mundo de la remota antigüedad, en la España medieval y en todos los países europeos a través de los tiempos, hasta hoy, así lo demuestra.
En el último capítulo del libro, titulado Conclusión, el autor se pregunta si una nación puede estar formada por un conjunto de comunidades aisladas ligadas entre sí por un cierto vínculo o por un simple conjunto de individuos. Parece obvio responder que las naciones estables han descubierto ya que, solamente dentro de una genuina democra-cia respetuosa de las múltiples culturas y etniticidad de su gente, la convivencia y la lealtad a la patria son posibles.

(1) Henri Nahoum, Juifs de Smyrne, XIXe-XXe siecle, AUBIER, Paris, 1997, 307 pgs.
(2) Nación.
(3) Tratados que acuerdan privilegios especiales a europeos residentes en el Imperio Otomano.
(4) Esther Bembassa-Dudonney, “Turcs et Juifs: historie d’un rendez-vous manqué”, Combat pour la diaspora, 6, 1981, p. 41-52.


 

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