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Aires de Sefarad en Buenos Aires
Arte y Cultura
FIESTA EN LA PLAZA

Por Alberto Benchouam
saludoso@yahoo.com.ar
Cuando Rosa me llamó por teléfono, yo estaba preparando el relleno para las burrequitas de jandrayo. Propuso ir con Sara a una fiesta de la colectividad que se hacía en la plaza que está por Palermo, antes de llegar a Santa Fe. Cambiaremos, siempre vamos al Parque Centenario, dije de mí para mí, eso sí, yo puse la hora y a eso de las cuatro, tomé el paquete con las burrequitas, me vestí buena, porque en ese barrio hay gente pituca y la pasé a buscar. Caminamos derecho por Acevedo, después Armenia. Es un poco lejos de casa, pero dos cuadras antes, estaba estacionado un auto de la policía, y en la otra esquina otro, y le pudimos preguntar a un agente dónde era bien el lugar, aunque ya se veía, en casi media plaza, mabul de gente y, al acercarnos, escuchamos música alegre, seguramente un ora israelí.
Unos muchachos y chicas nos recibieron sonrientes, y entonces vimos sitios bien armados, carpas y en el centro del parque varios árboles grandes ya florecidos, rodeados por mesas y sillas, con personas comiendo y hablando. La voy a hacer corta, pero te contaré, ya que no pudiste venir por cuidar a tu nieta.
Mira, en los puestos, vendían remeras con leyendas cómicas, con chistes de esos que pusieron de moda los Hermanos Marx, o Woody Allen, “como dijo Sarita: Los goy también existen”, “Mi mamá me…llama, kasher l00 por 100” y otros, pero ninguno que tenga que ver con las yacases nuestras.
También había una gran carpa, que vendía artículos religiosos judíos, unas kipás bordadas como lo bueno del mundo, unas mezuzot de cobre o bronce labradas, unos platos para Pésaj, candelabros de cerámica, la verdad que eran muy muy alabados, pero nosotras no compramos nada, un poco porque ya tenemos y además estaban caras. Ah, las remeras salían por quince pesos y unos pañuelos de colores con dibujos muy graciosos, diez pesos. Nosotras habíamos llevado para tomar alguna bebida, pero vimos que nos empezaron a regalar postales de Freud, de Einstein y de otros, pero con saludos que terminaban con palabras hebreas o en idish, como Lejaim, o a guit iur. Para qué te voy a contar que ninguna con palabricas muestras. Aniada buena, por ejemplo.
- No nos toman muy en cuenta - dijo Sara - pero nosotras le explicamos, sino se pone negativa, y nos arruina la tadrada, ¿acaso no nos llaman para las cenas y las ceremonias de todos los templos del barrio?, o sea que la tomamos con las buenas para que no protestara.
- Sí, - dijo - nos llaman, pero nuestros dichos ya no se escuchan. Mira, aquí mismo ¿qué se está oyendo? Algunas palabras en yidish, dos o tres Y lo demás en hebreo, castellano, inglés.
Sí, - contestó Rosita - es verdad, pero ahora tenemos un país, allá lejos y para el que no nos respeta hay leyes antidiscriminatorias, antes no era así, gracias al Dió que los djidiós podemos ver esto bueno.
- Basta, no empiecen a discutir, miren eso y señalé una pancarta: Patio de Comidas Judías.
Tomamos las parás en la mano, ya sentíamos un poco de hambre por la caminata y empezamos a recorrer los puestos. ¡Na!, te contaré: comidas rusas por un lado, pescado relleno, knishes, ladkes, pepinos en vinagre dulce y por otro lado comidas arabicas: mamul, kepes, lajmayín, pero también almendritas, higos, dátiles, todo parecía muy sabroso, pero ya nos empezamos a llenar con la vista, porque come más el oyo mas que el benadam. En fin, descubrimos unos boios y unas baclabás, pero dulce no queríamos todavía, y dime, si teníamos un tendjeré de burrequitas no íbamos a gastar en boios, que creo que era lo único nuestro que había, aunque Sarita, se quedó mirando esos fierros con carne que cortan y la envuelven en pita, con el aderezo que a uno le guste, pero eran cinco pesos cada una y ya decidimos sentarnos a beber una coca cola.
Se acercó una chica, eran todos muy simpáticos y nos invitó a una parte que era galería de arte, con vistas hermosas de Jerusalén y colores alegres, aunque algunos eran más bien manchas, que no se entiende bien si no saben dibujar o no quieren, o lo sienten así. En fin, igual disfrutamos otros cuadros que nos alegraron el alma.
Teníamos la esperanza de cruzarnos con algún conocido, pero no, mucha gente joven, y en las mesas no nos daban el asiento a tres babás como nosotras. Eso sí, se acercó un muchacho y nos dio manzanas rojas, duras y un sobre de plástico: “ - Para que tengan un año alegre y dulce, como esta fruta y esta miel” - nos deseó. Mira, para que veas que soy buena amiga, le pedí una para ti y la tengo aquí en casa, para dártela cuando te vea, con bueno.
Seguíamos dando vueltas por la feria, hasta que nos quedamos conversando con un joven que vendía libros usados, la gente paraba poco ahí, estaban casi todos en los locales de ropa o de comidas, así que le contamos que éramos del barrio, y que yo tenía un sobrino que escribía en una revista sefaradí y el muchacho dijo que la conocía y que la organización que promovía ese acto, la coleccionaba, hasta nombró a personas que participaban en ella. Pero el pobre chico quería vender y nosotras darsha que te darsha, cuando vio que no comprábamos, nos consiguió tres manzanas más, nos dio postales y nos quitó del medio con un beso.
Seguimos dando vueltas, unos turistas pasaron con bolsas tan grandes que por poco le quitan un oyo a Sarita, que ella aseguraba que eran artículos de cuero, que compraron en Warnes. Ella, siempre sabe todo, pero lugar para sentarnos no estábamos topando. Nos alejamos un poco y nos sentamos en los escalones de la plaza, al lado de gente que solo miraba, no sería de la colectividad. Entonces bajaron estudiantes de un colectivo pintado de verde y nos volvieron a dar manzanas con miel y nos repitieron lo mismo que antes, ahora también en hebreo.
La verdad, que estábamos muy contentas. El sol había estado hermoso, la música suave, era como estar en Israel, que la única que conoce es Sarita, porque la hija vive allí. Era el momento de abrir el paquete con las burrequitas, teníamos también manzanas y fuimos a buscar las bebidas. Era como un picnic, o estar al bodre de la mar en Izmir, como decía mi finado padre. No teníamos los pescados ni las barcas, pero salud que nos de el Dió, y días para vivir y ver crecer a los nietos. Mientras comíamos, nos acordamos del muchacho, era alto y de ojos azules, a Rosita se le ocurrió ir a preguntarle el nombre, porque aseguraba que era sefaradí. Cuando regresó dijo que se llamaba Diego, pero a la pobre se le olvidó el apellido, así que no podíamos saber. - Diego hay entre mosotros? - preguntó Rosita -
- Ahora se usan todo tipo de nombres - no es como en la época nuestra, ya no se mira, tu no sos moderna y es posible que de segundo nombre le hayan puesto el del abuelo, no sabes preguntar -
Ya se estaba haciendo de noche, nos quedaron tres burrequitas, pero las envolvimos en un papelito muy limpio, porque Rosita se las quería llevar a Diego, por el olor.
- Debe tener unos veinte años – dijo - y es muy amable y capaz que nunca las comió.
Los visitantes ya se empezaban a ir cuando prendieron las luces de un escenario, hubo aplausos y subieron músicos, todos jóvenes, nos adelantamos para escuchar y nos acomodamos las tres en dos sillas que juntamos, pero estuvimos sentadas diez minutos, porque lo que empezaron a tocar era rock, ¿Argentino, israelí, americano?
¿Quien puede saberlo?, si ese ruido nos quitó el tepé del meoyo. A fuir, eso era el show en vivo de ese momento, anunciado, debajo del gran cartel, donde en el centro de una gran manzana cortada por la mitad se leía 5767 DESEOS PARA UN MUNDO MEJOR. Una cantica, queríamos escuchar una cantica.
Era hora de irse, pero Rosita no se olvidó de llevarle el paquetito a Diego, que ya estaba levantando su puesto. Ese “rosh hazaña urbano”, había sido un éxito.
Sin embargo, había algo en el aire, como un presentimiento o el miedo a algún tipo de peligro o agresión. Pero, el Dió, el Uno y Bueno, no quiso que pasara nada malo, nada danyoso. Solo comidas, ropas, libros, postales, música y diversión.
Fue una tadrada gozosa, diferente y con mucho para ver y oír, pero cuando le repetimos a Rosita que no se olvidara de preguntarle el apellido a Diego, salió sesuda y nos contestó con cierta solemnidad.
- Creo que no, que no corresponde, es lo mismo que sea askenazí, sefaradí, mitad y mitad, acaso a los más de cien muchachos que hace poco murieron en la guerra ¿alguien les demandó la alcurnia de sus abuelos?
BURREQUITAS: tipo de empanada sefardí / JANDRAYO : relleno a base de berenjena / PITUCA: elegante (lunfardo) / BABÁS: viejas / YACASES : chistes, bromas / MEZUSOT: protector de la casa usado por la tradición judía / NA : (interjección) ¡mira! / SESUDA: juiciosa / DARSHAR: hablar, conversar / PARAS: dinero / TENDJERÉ: Recipiente hondo y grande / MABUL: Mucha cantidad / BENADAM: hombre / ALCURNIA: apellido, origen. / TEPE DEL MEOYO: tapa de los sesos / FUIR: salir corriendo, huir / DANYOSO: perjudicial.

 

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