La Voz Judía


La Voz Judía
El precio de la decepción

Recientemente un joven que reclamaba ser un pobre jazan apareció en nuestra puerta poco tiempo antes de Shabat. Le di una buena contribución. Unos pocos minutos más tarde salí a sacar la basura, viendo a un miembro de un grupo de holgazanes sentados sobre las escaleras que había estado acosando el edificio durante erev Shabat.
Camino hacia el cesto de basura he visto el vehículo de estos hombres estacionado más abajo en la calle. Esperé debajo del edificio y el “pobre jazan” junto a su cómplice salieron juntos del ascensor, contando chistes y riendo. Me acerqué al “jazan” y le pedí que me devolviera el dinero o llamaría a la policía. Ambos insistieron que no tenían ninguna relación entre sí y que se habían conocido en el ascensor. Pero el “jazan” finalmente devolvió mi dinero.
En lugar de sentirme bien por haber recuperado el dinero me sentí violado. Quería ayudarle a un pobre estudiante de ieshivá para que pudiera casarse. Y ahora no pude merecer mi mitzva.
El incidente me hizo pensar acerca del poder corrosivo de la mentira y el engaño. Como consecuencia de las payasadas de éste grupo estamos dando de manera diferente. Nuevos colectores siempre llegan bajo una nube de sospecha que nunca antes había existido. No reciben menos que antes pero algo se ha perdido.
La deshonestidad erosiona el tejido – la confianza – que mantiene la unidad social, sea la familia, la comunidad o incluso la nación. Cada acto engañoso tiene consecuencias más allá de su impacto inmediato; devalúa la moneda corriente social básica - las palabras que hablamos entre nosotros. Tal vez por reconocer las consecuencias a largo plazo de la mentira, la guemará dice que el firmar a conciencia un contrato fraudulento sería castigado por la misma ley que dice que “uno debe morir antes que transgredir” - junto con el asesinato, la idolatría y la inmoralidad (Kesuvos 19a).
Un visitante del exterior trajo recientemente a su hijo ante Rav Aharon Leib Steinman shlita, y le preguntó cuál debería ser el foco en su educación. Rav Steinman respondió con simplicidad: La verdad, “Te alejarás de toda mentira” (Shemot 23:7). Rav Steinman decía que eso debe ser lo principal en la educación de nuestros hijos hasta que la falsedad o la decepción se conviertan en algo impensable para ellos. La educación involucra a lo lishma (miedo al castigo) y lishma del mandato de la Torá. Las historias constantes sobre la exactitud con respecto a la verdad de los grandes de Israel serían uno de los medios para lograrlo.
Muchos de los comportamientos horrendos para los adultos - pararse sobre las mesas, negarse a saludar al Rav - podrían ser perfectamente apropiados para un niño. Pero desde el momento que nuestros niños son lo suficientemente adultos como para saber la diferencia entre la verdad y la fantasía debemos trabajar para arrancar de raíz la mentira.
Los niños deben también comprender que las mentiras serán inevitablemente descubiertas. Como dijo Mark Twain, “si dices la verdad no necesitarás buena memoria”. Pero las mentiras generalmente conllevan una madeja enredada de otras mentiras para cubrir a la original. En algún momento serán descubiertas. Luego nuestros niños deben aprender que las consecuencias negativas de ser descubierto superan cualquier ventaja que puede traer una mentira y es mejor confesar haber talado un cerezo que encubrir el hecho, como sucedió con el joven George Washington en la fábula de Parson Weem.
Pero mucho peor que el castigo, deberían sentir la pérdida de la confianza de los padres al quedar expuesta la mentira. La corona del buen nombre es difícil de devolver a su lugar original.
Rabbi Binyamin Kamenetsky relata cómo su padre, Rav Yaakov Kamenetsky, le inculcó de por vida el miedo a perder su posición de judío recto. Reb Yaakov vio a su hijo llevando un libro que había estado leyendo en un tren entre Baltimore y Nueva York y le preguntó si el libro era suyo. Reb Binyamin respondió que lo había tomado prestado de la biblioteca de Ner Israel. Pero Reb Yaakov no quedó conforme con la respuesta y pidió saber cómo había obtenido el permiso para tomar un libro de la biblioteca.
Al enterarse que no había tenido permiso, Reb Yaakov le ordenó que lo enviase de inmediato a Ner Israel. “Toda tu vida has estudiado en ieshivot y pronto recibirás tu semijá”, dijo Reb Yaakov a su hijo. “Pero si algo le sucede a éste libro antes de que lo devuelvas, quedarás descalificado para ser testigo en una corte judía. … ¿Vale realmente la pena cambiar por completo tu status halájico por 75 centavos?”
La única manera de inculcar en nuestros hijos que el mentir es un dvar mius, algo repugnante, es modelar esta actitud nosotros mismos. Debemos reconocer cuánta destrucción sembramos cuando involucramos a nuestros hijos en una mentira – por ejemplo, cuando les pedimos que digan a un extraño en la puerta que papá no está en casa – o dejándolos presenciar un comportamiento deshonesto de nuestra parte. Un experto en el trato con niños en peligro una vez me comentó que la mejor protección en contra de este fenómeno es que los niños nunca vean a sus padres involucrados en shtiklach.
Si la mentira no es arrancada de raíz a temprana edad puede pasar a dominar cada aspecto a la vida de uno. Rav Yaakov una vez echó a un estudiante de Torá Vodaath por haber permitido que otro alumno copiara sus respuestas en los exámenes regentes del estado de Nueva York. Décadas más tarde la misma persona apareció en primera plana por un escándalo. Rav Yaakov echó la culpa a las instituciones que lo aceptaron muy fácilmente luego de su expulsión y trataron con poca importancia el hecho de que había engañado en los exámenes. De no haber sucedido esto, Reb Yaakov comentó, podría haber aprendido que engañar es un asunto serio.


Los ciudadanos de Israel están experimentando ahora lo que sucede cuando toda la sociedad está compuesta por individuos que nunca aprendieron en su juventud que mentir y engañar no valen la pena. Ministros, incluyendo al primer ministro, los directores de la DGI, personas que están a cargo de luchar contra la corrupción en la oficina del alto comisionado del servicio civil y otras figuras importantes están bajo sospecha de fraude criminal, sometidos a investigaciones o a juicios.
Un ciudadano empieza a preguntarse por qué debe pagar los impuestos cuando un hombre rico puede imponer su influencia para obtener beneficios de la DGI. Peor aun, se pregunta cómo puede confiar que su hijo vaya al ejército luego de que al anterior jefe del ejército lo han acusado de que las operaciones terrestres en la última guerra del Líbano, que comenzaron el anteúltimo día de la guerra y en las cuales murieron más de treinta soldados israelíes, no fueron nada más que un operativo diseñado para aumentar la baja popularidad del primer ministro.
Un país cuyos ciudadanos no tienen más fe en la habilidad de sus líderes para colocar el bienestar nacional por encima de sus beneficios personales es un país que realmente perdió su camino.

 

Nro 407 Nisan 5767 - Marzo de 2007

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