La Voz Judía


La Voz Judía
Hashem en el hospital
Por Rabbi Shimshon Silkin

¿Cuántos cigarrillos fuma por dia? ¿Cuántas veces por semana realiza ejercicios? ¿Cada cuánto reza? Esta serie de preguntas no es lo que Ud. esperaría escuchar de su médico. Pero, al parecer, muchos profesionales de la salud estarían, intimamente, pensándolas.
Un estudio reciente, cuyo título es “Las características religiosas de los médicos estadounidenses”, y que fue realizado por la Universidad de Chicago y publicado en el Journal of General Internal Medicine, demostró que existe una probabilidad siete veces superior de que su médico sea judío (¡el 14% de los judíos americanos son doctores!), pero también reveló que una interesante proporción de los médicos estadounidenses –76%- declaró que creen en D-s; un 60% cree que existe otra vida después de la muerte y un colosal 90% asiste a servicios religiosos al menos una vez al mes. El 55% íntegro, aceptó, incluso, que su religión tenía influencia en el modo en que practicaban la medicina.
El Dr. Farr Curlin, autor de este estudio, se sintió francamente sorprendido. Según sus propias palabras, “nosotros no imaginamos que los médicos podían estar tan cercanos a la religión”, especialmente a partir de estudios anteriores que indicaban que las creencias religiosas tendían a disminuir a medida que aumentaban la educación y la riqueza.
Sorprendentemente, los médicos americanos, que se cuentan entre los profesionales mejor pagos y con mayor educación, parecen ser más religiosos que el promedio de la población, y por cierto, más que el resto de sus pares dentro de la comunidad científica.
Pero el Dr. Curlin no permaneció perplejo; una observación más estrecha de la, a menudo, desdeñada relación entre la salud y la religión, le pudo proporcionar una visión más profunda respecto a los motivos por los cuales los médicos se inclinan hacia la espiritualidad.
En un estudio de Johns Hopkins, que contó con el respaldo de la Universidad de Utah y del Centro de Estadísticas en Salud de Missouri, se demostró que quienes asisten menos de una vez al mes a alguna casa de oraciones, tienen dos o tres veces más riesgos de tener enfermedades cardíacas o hepáticas, o incluso de contraer ciertos tipos de cáncer, como por ejemplo, el cáncer de colon.
El seguimiento del tema, en un estudio realizado en California y que fue publicado en el Journal of Social Science and Medicine, demostró que las personas no religiosas están doblemente expuestas a tener problemas de presión alta, tanto sistólicos como diastólicos, y también hipertensión. Otro estudio de una Universidad del noroeste de los EE.UU. y de la Universidad de Indiana, que abarcó un período de tres décadas, reveló que la fe en D-s redundó en promedios de supervivencia más prolongada en pacientes con cáncer de colon, recto, boca y pulmones, y redujo el riesgo de contraer dicha enfermedad de manera prevalente.
Otro estudio posterior del Centro Médico Johns Hopkins, demostró que existía una correlación entre la no asistencia a servicios religiosos y el cáncer de pulmón, comparable a la relación entre fumar cigarrillos y contraer cáncer de pulmón!
Aparte de estar familiarizados con estas extraordinarias cifras estadísticas, los médicos también observan los remarcables efectos del poder de la plegaria, descriptos en un destacado estudio publicado en el Southern Medical Journal, Healing Research, y en otras revistas similares. En dicho estudio, que parece un juicio farmacológico estrechamente controlado, el cardiólogo Randy Byrd demostró, entre los pacientes internados en unidades coronarias que, a aquellos pacientes que tenían quienes recen por ellos, les iba mejor que a los pacientes que no tenían quien lo hiciera. Según el Dr. Byrd, sus descubrimientos “sugieren que los rezos de un tercero tienen un efecto terapéutico positivo en los pacientes de la Unidad Coronaria...”. Otros estudios científicos han indicado, también, el hecho de que los pacientes por los cuales alguien rezaba, sufrían menos de paros cardíacos, congestión pulmonar y neumonía, y tenían menos necesidad de recibir antibióticos.
Por cierto, de acuerdo al informe proporcionado por la Academia de Medicina de Nueva York, “pareciera que la terapéutica religiosa emplea ‘fuerzas’ que no son comunmente reconocidas...”
Indudablemente, es probable que los doctores y demás profesionales de la salud que viven en un ambiente científico que desafía a las leyes de la naturaleza, sean más sensibles a la realidad de un ser superior que interactúa, lo que para el común de la gente se representa en D-s.
Los doctores, que ahondan en el dominio del cuerpo humano, están expuestos a sus infinitas intrincancias, a sus complejidades y a su inteligente diseño.
De acuerdo con las palabras del biólogo molecular australiano Michael Denton respecto al ADN, “para asir la realidad de la vida, nosotros debemos aumentar el tamaño de una simple célula mil millones de veces, hasta que tenga 20 kilómetros de diámetro...y en su superficie veríamos millones de aberturas, como si fueran los puertos de acceso de una nave espacial gigante que se abren y se cierran para permitir que una corriente de materiales constante fluya hacia adentro y hacia fuera. Si pudiéramos penetrar por una de esas aberturas, nos encontraríamos a nosotros mismos en un mundo de una suprema tecnología y de una complejidad que nos dejaría perplejos... es impresionante pensar que esta destacada pieza de ingeniería que posee la capacidad de construir cada objeto viviente, desde un pino gigante hasta el cerebro humano, pueda construir todos sus propios componentes en cuestión de minutos... siguiendo la orden de un elemento billones de veces más pequeño que la más pequeña de las piezas de un mecanismo funcional jamás hecha por la mano del hombre....La tesis de que los programas genéticos de los organismos superiores...que contienen un formato codificado que controla millones de intrincados algoritmos, y que especifican y ordenan el crecimiento de billones y billones de células en concordancia con la forma de un complejo organismo, fueron el resultado de un proceso azaroso, es, sencillamente, una afrenta a la razón...”
Un sistema tan profundo en su perplejidad impulsó a Albert Einstein a realizar nada menos que comentarios como éste: “La religión sin la ciencia puede ser ciega, pero la ciencia sin la religión está renga!”. La ciencia posee la capacidad de acercar a una persona a una mayor apreciación del mundo de D-s y de Su infinita inteligencia. Por cierto, la electricidad, los rayos X y las microondas no fueron inventos: fueron descubrimientos hechos en el universo de D-s.
Job lo resume en una sola afirmación: “En mi carne puedo ver a D-s” (Job 19:26). ¿Qué menos podría hacer uno? Por cierto, los médicos están expuestos a ello en forma cotidiana. El cuerpo humano es infinitamente más complejo y maravilloso que el mejor motor de coches de un Lamborghini.
Varias hipótesis fueron puestas en juego a fin de teorizar el motivo por el cual la religión, y en particular la religión practicada activamente, tienen tan significativos beneficios sobre la salud; menores niveles de stress, mejor salud emocional, dieta y disciplina, optimismo, auto-control, o incluso, según un estudio de la Universidad de Duke, mayor energía. Muchas de estas sugerencias pueden ser genuinas, pero los estudios realizados hablan por si solos. Por una u otra razón, la religión parece ser buena para la salud.

El Rabino Silkin es un popular conductor de radio en Dallas, y es Director de Educación de DATA de Plano en Texas. Este artículo apareció en el Jewish Post
de Texas

 

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