La Voz Judía


La Voz Judía
La quema del Talmud
Por Rabino Oppenheimer

El “Maguén Avraham” (comentario del Shulján Aruj Oraj Jaím 580) cita la “costumbre de individuos de ayunar” el día viernes previo a la lectura de Parshat Jukat. Por lo general, no se acostumbra ayunar los días viernes, lo cual convierte esta práctica en un enigma. Aun más significativo, es el hecho que los ayunos tienen una fecha específica en el calendario(y no un día determinado de la semana.
¿Cuál es el significado de este día? Conmemora la quema de la carga de 20 (o 24, según otras versiones) carros de libros de Talmud y otros Sefarim en Paris en la época medieval. Este suceso – que no fue el único de su naturaleza, pues más tarde al existir ya la imprenta, la iglesia ordenó censurar todos los libros editados por judíos – significó una enorme pérdida de posibilidad de estudio, al margen del sacrilegio que este hecho involucró.
Recordemos que estamos hablando de la época previa a la invención de la imprenta. Los libros de aquella época eran manuscritos, reducidos en cantidad de ejemplares, muy escasos y caros pues todos eran frutos de copistas a mano.
Corría el comienzo del siglo XIII. La situación relativamente benigna que había caracterizado a los monarcas carolingios ya había quedado en un lejano recuerdo. Desde los comienzos de las cruzadas, si bien el estado de riesgo no era tan catastrófico como el de sus hermanos judíos de Alemania, ya se veía aumentando en malestar. Las últimas décadas habían observado calumnias de sangre y otras acusaciones falsas en contra de los judíos En Francia gobernaba (San?) Luis IX “el piadoso” quien más tarde acaudilló la séptima y octava cruzada para “liberar tierra santa de manos de los infieles (musulmanes)”. Luis IX fue derrotado en su primer intervención y luego murió por la peste en la última cruzada en Túnez. Este rey se caracterizó por su intolerancia y fanatismo religioso y su claro apoyo a los apóstatas que abandonaban el judaísmo atendiendo personalmente sus bautismos. Fue incitado por un judío apóstata al cristianismo – Nicolás Donin de La Rochelle - quien le había prometido que demostraría del propio texto del Talmud “la superioridad de la fe cristiana”. Donin fue al papa Gregorio IX y denunció ante él al Talmud alegando que contenía blasfemias contra D”s y contra el cristianismo. El papa ordenó, mediante una bula, confiscar las copias del Talmud para evaluar su contenido - una orden que los monjes franceses cumplieron con muchas ganas el 3 de marzo de 1240. El 12 de junio de aquel mismo año, fue el debate entre Donin y cuatro eminencias rabínicas de aquella época: R. Iejiel de Paris, R. Moshé de Coucy, R. Iehudá ben David de Melún y R. Shmuel ben Shlomó de Falaise. Si bien estos Rabanim defendieron el Talmud con su profundo conocimiento y dignidad, el veredicto oficial ya estaba establecido desde antes del comienzo: se confiscaron y quemaron 1200 copias del Talmud y sus comentarios. Concibamos que cualquiera de estos volúmenes demoraba meses, sino años en escribirse con gran denuedo y costo. Estamos hablando del apogeo en la era de los Tosafot (comentaristas talmúdicos de Francia y Alemania cuyas glosas y observaciones se hallan al lado del Talmud en algunos casos y en otros están impresos en libros separados) quienes con mucho coraje y riesgo transmitieron sus escritos que hoy todavía poseemos. Muchos de sus comentarios aún no estaban tan difundidos y serían perdidos para siempre.

Esta no fue la primera acometida de Donin en contra de sus anteriores correligionarios. Previamente, ya en 1236 había instigado y participado de la conversión forzosa de algunos judíos de la ciudad de Anjou y Poitiers. La mayoría de sus habitantes (3000 – lo cual representa un gran cantidad en comparación de la población general de la época), sin embargo, dieron su vida al Kidush haShem desafiando los propósitos siniestros de los monjes dominicanos que dirigieron el procedimiento.

Fue precisamente un no-judío quien intentó salvar la situación. El obispo de Sens (Shanz), amigo de los judíos logró detener la destrucción de los libros de Torá durante un año. Sin embargo, en cierta oportunidad en que se encontró frente al rey, este obispo repentinamente tuvo una convulsión y murió en el acto. Esta situación fue aprovechada por sus adversarios para convencer a Luis – por cierto crédulo como “creyente” – que el obispo había sufrido su merecido castigo “divino” por el sacrilegio de defender a los judíos.

El celo de Luis no terminó allí, sino que él y su hermano Alfonso terminaron expulsando a los judíos de Provenza y otras partes de Francia, tarea que se terminó cumpliendo bajo el reino de Felipe el hermoso en 1306. Todos estos reyes competían entre sí en su ambición por los bienes de los judíos a quienes “religiosamente” encarcelaban, robaban y luego expulsaban. R. Iejiel de Paris, quien fue un participante obligado del debate que precedió a la quema pública del Talmud, terminó estableciéndose con su Ieshivá en Acre junto a cientos de estudiosos que lo acompañaron. En su memoria del “Vikuaj” en donde vertió la historia de estos sucesos, comienza con las palabras parafraseadas de Eijá: “Mejor estaban los que cayeron por la lanza, que quienes estuvieron sentados desolados sin Torá”. Los Tosafot , tal como están impresos hoy, fueron luego recopilados clandestinamente por R. Eliezer de Touques (Tuch) a partir de los manuscritos que se salvaron.

Nuestros enemigos reconocieron – lamentablemente con más claridad que muchos de los nuestros – que nuestra vitalidad como judíos yace en el apego de los judíos al estudio y a la observancia de la Torá. La destrucción de los volúmenes de estudio, era un intento por destruir la savia que mantiene vivo al pueblo de Israel.

La fecha en que ocurrió este evento, fue un día 9 de Tamuz de 1242. Sin embargo, les fue revelado a varias autoridades rabínicas del momento en sus sueños que la causa de aquel triste episodio no se debió tanto a la fecha en que ocurrió, sino que estuvo más relacionado al hecho de ser precisamente víspera de la lectura en la Torá de Parshat Jukat.
El Maguén Avraham explica que el Targum Onkelos (traducción aramea de la Torá) sobre las primeras palabras de la parshá (Bamidbar 19:2) "Zot Jukat HaTorá" [esta es la ley de la 
Torá] es "da Guezeirat Oraita" [este es el decreto de la Torá]. Esto se comprendió como que este decreto trágico debía suceder el viernes previo a esta lectura de la Torá.

El Imrei Shammai nos proporciona el trasfondo de este incidente. En el sitio exacto en el cual fue quemado el Talmud y otros textos, previamente se habían quemado públicamente el Moré Nevujim del Ramba”m. ¿Cómo ocurrió eso?
El libro Moré Nevujim era un escrito controvertido en aquella época. El Ramba”m aún no gozaba de la reverencia universal que poseería en generaciones posteriores. Aun si nos sorprendiera hoy en día que así fuese, el Ramba”m tuvo disidentes y habían autoridades que fueron muy críticas del libro Moré Nevujim. Incluso algunos párrafos del Sefer haMadá de su compendio halájico Iad haJazaká, fue criticado.
Algunas de las autoridades importantes en discrepar con el Ramba”m, fueron Rabí Meir Abulafia de Toledo (autor del Iad Ramá) - quien se opuso vigorosamente al estudio de la filosofía por temor a que perjudicara la firme confianza en D”s, Rabí Avraham ben David de Posquieres (el Ra’avad) – quien cuestionó al Ramba”m por omitir las fuentes de dónde extrajo las decisiones en su Mishné Torá, Rabí Shlomó min haHar (de Montpellier), y Rabeinu Ioná de Gerona (conocido por su obra Sha’arei Teshuvá y sus comentarios sobre el Talmud y el Ri”f). Sin embargo, como sucede tan a menudo, mientras los verdaderos Sabios saben disentir con altura – separando las ideas del desacuerdo, de la persona misma – ellos jamás dejaron de respetar la grandeza del Ramba”m como – tal como a su vez, el Ramba”m mostró sincero aprecio por el Ra’avad y aun aceptó ciertas críticas que le hizo, otra gente con mente más infantil se relamió con peleas y no dejó de promoverlas.
Si bien el Ramba”m en vida pidió a sus seguidores que moderen la polémica e incluso Rabeinu Ioná se retractó de su oposición pública al Ramba”m, ciertos individuos enardecidos denunciaron estos escritos a la iglesia que se ocupó de confiscarlas y terminó incinerándolas en una plaza pública de Paris.

Más tarde, entonces, fue en aquel mismo lugar que ocurrió el nefasto acontecimiento del que estamos tratando. Cuando la comunidad judía presenció lo sucedido, tomó conciencia de la gravedad y responsabilidad Moré Nevujim de lo sobrevenido, se arrepintió y estableció un día de ayuno. A partir de ese momento, la controversia sobre el Ramba”m se aplacó. Uno de los líderes más importantes de aquella época, se ocupó luego de reconciliar a las partes en 1238, cuando el Ramba”m ya había fallecido. Fue Ramba”n (Najmanides), el rabino de Barcelona. Ramba”n aclaró – entre otras cosas – que el propio Ramba”m no había escrito el Moré Nevujim para su uso público indiscriminado, sino para necesidades puntuales de ciertas comunidades españolas orientadas a la filosofía.

Uno de los testigos oculares de estos hechos macabros fue el R. Meir (Mahara”m) de Rotenburg – alumno de R. Iejiel de Paris, el último de los Tosafistas más importantes de la época. R. Meir compuso una elegía “Sha’alí Serufá” que recitamos en Tish’á beAv en cuyos versos lamenta lo que había sucedido.
Cuando leemos estas estrofas en medio de los poemas luctuosos que rememoran la persecución y destrucción física de los judíos de todas las épocas del Galut y que componen el grueso de nuestras “Kinot”, declaramos una vez más la importancia y centralidad que tiene el estudio de la Torá para los judíos y que con la quema de nuestros libros sagrados se destruyó una pieza irremplazable de nuestra existencia.

 

Nro 371 Tamúz 5765 - Julio de 2005

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