La Voz Judía


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RECONCILIACION
Por Ellen Gruber, desde Roma

Aunque fue firmemente conservador en la mayoría de los asuntos católicos, el Papa Juan Pablo II recientemente fallecido hizo del acercamiento y el diálogo entre judíos y católicos un eje central de su política, dando pasos fundamentales hacia el cumplimiento de ese objetivo en los 26 años de su reinado.


El Papa condenó reiteradamente el antisemitismo, conmemoró el Holocausto en muchas ocasiones, impulsó el establecimiento de relaciones diplomáticas con Israel y se entrevistó con gran frecuencia con religiosos judíos y con líderes seculares.
Por cierto quedaron sin resolver muchas tensiones históricas y temas pendientes. Pero en general, la opinión pública judía en su mayoría coincide en afirmar que el extinto pontífice nacido en Polonia, fallecido a los 84 años luego de una prolongada enfermedad, será recordado como el Papa que más amistad evidenció siempre hacia los judíos.
“El Papa Juan Pablo II era un hombre de paz, un amigo del pueblo judío, que trabajó por conseguir una reconciliación histórica entre los pueblos y para renovar lazos diplomáticos entre Israel y el Vaticano a fines de 1993”, expresó el Primer Ministro Ariel Sharon ante su gabinete.
Por su parte, la Anti Defamation League señaló en un homenaje: “Podemos asegurar que se lograron mejores cambios durante los 27 años de su papado que en los casi 2000 años anteriores”.
El Presidente del Congreso Judío Mundial, Edgar Bronfman, dijo que Juan Pablo II “consiguió promover, en medio de divisiones milenarias, el mutuo respeto y el entendimiento. Sus lecciones y acciones son un legado para Católicos, Judíos y para toda la humanidad”.
Karol Jozef Wojtyla fue electo Papa a los 58 años de edad, en octubre de 1978, siendo arzobispo de Cracovia. Fue el primer Papa polaco, y el primero no italiano en tomar el trono papal en más de 450 años. Tomó el nombre de Juan Pablo II en homenaje a su antecesor inmediato, quien falleció tres meses después de haber sido electo.
Wojtyla ascendió al papado justo 13 años después de la histórica declaración del Vaticano, Nostra Aetate, que abrió el camino hacia el diálogo entre judíos y católicos. La declaración, emitida en 1965 por el Concilio Vaticano Segundo, convocado por el Papa Juan XXIII, condenaba el antisemitismo y por primera vez repudiaba oficialmente la antigua afirmación de que “los pérfidos judíos” eran colectivamente responsables de la muerte del fundador del cristianismo.
Juan Pablo II siguió construyendo sobre esa base, y en lo relativo a los judíos tuvo sus propias experiencias dramáticas surgidas de su historia personal. Nacido en 1920 en el pueblo de Wadowice, cerca de Cracovia, fue en una palabra testigo tanto del Holocausto como de la opresión, y a menudo también de políticas antisemitas, del régimen comunista.
Wojtyla fue creciendo mientras Polonia era el corazón de la población judía de Europa. Los tres millones y medio de judíos representaban el 10 % de toda la población polaca; Wadowice misma estaba formada por un 25% de judíos, y el futuro Papa tenía amigos, vecinos y compañeros de clase judíos.
La mitad de los 6.000.000 de judíos asesinados en la Shoah eran polacos, incluyendo amigos y vecinos del futuro Papa. Wojtyla mismo fue obligado a trabajar en un campo de trabajo esclavo y debió realizar sus estudios para sacerdote en secreto.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el descubrimiento de lo que había pasado en Auschwitz marcó a Wojtyla de por vida.
Como Papa, Juan Pablo se refirió al siglo XX como “el siglo de la Shoah”, y tuvo un alto valor simbólico que en su primera visita a Polonia luego de su elección, se hincó para rezar en Auschwitz-Birkenau para homenajear a los judíos que allí fueron muertos.
A lo largo de todo su reinado, Juan Pablo reiteradamente rememoró el Holocausto y condenó el antisemitismo considerándolo como un pecado contra D”s y la humanidad. En sus más de 100 viajes alrededor del mundo buscó entrevistarse con líderes judíos. Asimismo empleó expresiones de arrepentimiento sin precedentes por la hostilidad y la violencia cristianas del pasado contra los judíos.
El más dramático de los muchos encuentros que tuvo el Papa con los judíos fue en abril de 1986, cuando cruzó el río Tíber para visitar la Gran Sinagoga de Roma, convirtiéndose así en el primer Papa que visitaba un templo judío desde Pedro.
Luego de un emocionado abrazo con el Gran Rabino de Roma, el Papa habló del “pacto irrevocable” existente entre D”s y los judíos.
También expresó que con el judaísmo “tenemos una relación que no tenemos con ninguna otra religión. Ustedes son nuestros hermanos muy amados y de alguna manera se puede decir que ustedes son nuestros hermanos mayores”.
A finales de 1993 el Papa dio otro paso sin precedentes, supervisando el formal establecimiento de relaciones diplomáticas plenas entre Israel y el Vaticano, 45 años después de la creación del estado judío.
La histórica visita del Papa a Eretz Israel, en marzo de 2000, marcó la culminación de toda su política. Su visita fue formulada como un peregrinaje por los lugares santos para marcar el comienzo del tercer milenio para la cristianidad, pero estuvo plena de significación para los judíos también.

 

Nro 367 Iyar del 5765 / Mayo de 2005

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