La Voz Judía


La Voz Judía
LA PLEGARIA DEL ATEO
Por Rabi Noah Weinberg

Muchas de las personas que visitan mi escuela “Haish HaTorá” en la ciudad vieja de Jerusalem, son turistas que vienen a Israel con el fin de encontrarle un sentido a la historia y la cultura judías.
Cierta vez, un joven visitante vino a verme a mi oficina. Yo comencé a hacerle algunas preguntas sobre él y casi inmediatamente mantuvimos una charla en términos sumamente amables. Luego de diez minutos de galanterías y de “geografía judía”, me interrumpió para preguntarme: “Rabino, ¿usted cree en D”s?”.
(¡Qué pregunta!) “Ciertamente”, le respondí.
“Rabino, ¿cree Ud. realmente que D”s habla con el hombre? ¿Cree Ud. en los milagros? ¿Cree Ud. en la revelación? ¿Cree Ud. en todas esas pavadas?”
A lo que respondí: “Escuche, Jeff, míreme bien. Yo soy un Rabino. Es obvio que yo creo en esas cosas. ¿Por qué le pregunta a un rabino semejantes cosas?”.
Y él me dijo: “Bueno, porque hace diez minutos que estoy conversando con Ud. y Ud. me parece un hombre inteligente”.
(Ahora me tira un guante; con todas esas palabras me está diciendo que la gente inteligente no cree en esa clase de tonterías. ¡Esto es lo que comúnmente se conoce como Jutzpá, desfachatez! Pero nuestro amigo está partiendo de una concepción por demás denigratoria. Este pobre hombre considera que el pueblo judío nunca ha pensado cómo sabemos nosotros que todas esas cosas son ciertas. Me parece que tiene que aprender un par de cosas.)
Entonces le contesté: “Dígame quién lo trajo a mi oficina hoy.”
“¿Por qué quiere saberlo?”, me dice.
“Porque quiero darle una medalla a quien lo trajo. Cualquiera que pueda conseguir que un ateo como Ud. venga a hablar con un Rabino – especialmente si ese ateo duda además de que los Rabinos tengan algún grado de inteligencia – merece una medalla. ¿No le parece?”.
“No”, me dice, “el muchacho que me trajo hasta aquí realmente no se merece nada”.
El prosiguió contando su historia.
Tal parece que Jeff estaba de visita en Noruega y encontró una oportunidad para venir a Israel. El decidió que era ahora o nunca, por lo tanto vino. Por supuesto, una vez que un judío llega aquí no puede menos que conocer Jerusalem. Y una vez que está en Jerusalem no puede menos que ver la Ciudad Vieja y el Muro de los Lamentos, el último vestigio del Monte del Templo durante la era del Segundo Templo, hace aproximadamente 2000 años. Es el sitio judío más sagrado del mundo.
Cuando llega hasta el Muro se asombra. Como cualquier otro él “siente” algo. Y no está preparado. El creía que sólo iba a ver algunas piedras antiguas...un sitio arqueológico. En cambio, sintió algo que sólo podría describir como “fuerte”. El acaba de tener una suerte de experiencia espiritual.
Entonces me confiesa: “¿Sabe, Rabino? Es cierto. Yo soy ateo, pero ese día, de alguna forma, me surgió una especie de plegaria. Y dije lo siguiente: “D”s, yo no creo en Ti, yo no se si Tú existes. Pero yo sí se que “siento” algo, así que quizás...sólo quizás... yo me esté equivocando. Es sólo una posibilidad. Y si yo me estoy equivocando quisiera que Tú sepas que no estoy luchando contra Ti, no tengo quejas y no tengo ninguna razón para estar contra Tuyo. Es sólo que no sé si Tú existes.”
“D”s”, continuaba la plegaria, “todavía siento que le estoy hablando a una pared, pero sólo ‘en caso’ de que Tú estés allí y yo me esté equivocando, entonces hazme el favor de darme alguna señal”.
Jeff terminó de hacer su plegaria personal y lentamente se fue incorporando, haciendo una reverencia y alejándose del Muro. En ese preciso momento sintió una mano en su hombro. Se dió tal susto que pegó un salto en el aire. Mira hacia atrás y busca al sujeto que lo tocó: “¿A quién se le ocurrió ponerme las manos encima? ¿Qué demonios...?” El muchacho se deshace en disculpas, “lo vi rezando y solamente quería preguntarle si le interesaría visitar una Ieshivá”.
“¿Qué es una Ieshivá?”, le pregunta nuestro héroe. A lo que el joven le espeta: “una Ieshivá es donde se aprende sobre D”s”.
Jeff me mira y continúa con su relato:
“¡Cuando ese sujeto me dijo eso fue como si me hubiera puesto el dedo en la llaga! Yo terminaba de pedirle a D”s una señal y allí estaba el tipo tocándome el hombro y diciéndome ‘Venga, yo le voy a presentar a D”s’. Entonces, por supuesto que yo iba a venir. Pero ese muchacho no se merece ninguna medalla por haberme traido aquí. El no hizo nada. Posiblemente D”s me trajo hasta aquí. Pero yo quiero que Ud. sepa, Rabino, que es mejor para Ud. que me demuestre que El existe”.
Al final Jeff terminó anotándose en Haish Hatorá por seis semanas. Estudió con mucha seriedad y a su regreso a los EE.UU. se propuso seguir estudiando y llevar un estilo de vida judío.
Un año más tarde Jeff volvió a Israel y me contó el final de la historia. Dijo que un día, mientras estaba estudiando aquí en la Ciudad Vieja durante el verano pasado, vió pasar a una muchacha religiosa de aspecto muy dulce. El podía asegurar que era religiosa dado que aunque estábamos en verano ella vestía con recato.
Se dijo a si mismo: “ Mira que encanto tiene esta muchacha judía. Ojalá el Todopoderoso me ayude a encontrar una joven judía tan bonita como ella”.
El no había hablado ni una palabra con ella. Semanas después volvía a Harvard. Una mañana de Shabat mientras se dirigía hacia la sinagoga vio entrar a la misma muchacha que había visto aquel día. Tenía que decirle algo, por cierto. “No puede ser – le dijo – pero Ud. se parece mucho a alguien que vi el verano pasado en Jerusalem, en la Ciudad Vieja”.
“Sí – le respondió ella – yo estuve allí...y también lo vi a Ud.”
Sí, acertó. Ellos terminaron casándose y actualmente viven en New Jersey.
Jeff era un ateo, pero él encontró la respuesta a su plegaria justo en un punto. ¿Por qué? Sólo existe una explicación.
“El Todopoderoso está cerca de todo aquél que lo llame, que lo llame sinceramente” (Salmos 145:18)
El poder de la sinceridad es tan sobrecogedor que incluso un ateo puede obtener la atención de HaShem. Jeff convocó a HaShem en una genuina búsqueda de la vedad.. Su pedido era un intento real de acercamiento con HaShem. Semejante plegaria, aún proveniendo de un ateo, no puede ser pasada por alto.

De “Lo que el ángel le enseñó”- siete llaves para la vida. Publicado por ArtScroll.

 

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