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A 105 años del 1er. congreso esperantista
Ludwig Lázaro Zamenhof - El creador del idioma esperanto

Por Moshé Korin
Aunque resulte paradójico, el lenguaje, esa herramienta tan poderosa que tenemos los seres humanos para comunicarnos, puede ser también la fuente principal del malentendido y de la incomprensión. La Biblia registra el tema en el origen de los hombres, a través del mito de la Torre de Babel (Génesis XI, 1-9). Se trata de los descendientes de Noé, después del Diluvio:
“Era la tierra toda de una sola lengua y de unas mismas palabras... Bajemos, pues, y confundamos allí su lengua, de modo que ninguno entienda el habla de su compañero. Y Dios los dispersó desde allí sobre la faz de toda la tierra y dejaron de edificar la ciudad. Por eso se la llamó Babel, porque allí confundió Dios el lenguaje de toda la tierra y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra”.
El relato bíblico invita a pensar en el enorme poder que posee la lengua. Las fronteras lingüísticas pueden obstaculizar grandes empresas humanas.

EL SUEÑO DE UNA LENGUA UNIVERSAL.
La literatura de Borges registra la fantasía de una lengua pretendidamente perfecta, accesible a todos los hombres, ideada por John Wilkins en el siglo XVII (“El idioma analítico de John Wilkins”, en “Otras inquisiciones”, 1952). En realidad, dicha propuesta se revela plagada de dificultades. También Descartes pensó en un lenguaje universal sobre bases matemáticas.
Es posible que todas las épocas hayan soñado con una lengua mundial, capaz de atravesar las barreras que separan a los hombres. Hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX, tres hombres elucubraron ese sueño. En 1903, Giussepe Peano ideó un idioma internacional que provenía del latín sin flexiones y cuyo vocabulario estaba integrado por los términos latinos comunes al alemán, al francés y al inglés. En 1880, el obispo alemán Juan Martín Schleyer inventó el volapük, una lengua internacional que tenía como base el latín, las lenguas románicas y las germánicas. Hacia 1887, un judío, Ludwig Lázaro Zamenhof, concibió esa utopía bajo la forma del esperanto.

JÓVENES INQUIETOS Y CREATIVOS.
Durante las dos últimas décadas del siglo XIX, la judeidad del Este Europeo asistió a un profundo renacimiento social y cultural. Los pogroms de 1881 y 1882 y las restricciones impuestas por el régimen zarista, provocaron la emigración y el traslado de miles de judíos. Miembros de la Haskalá (Iluminismo) se radicalizaron hacia el nacionalismo y la militancia socialista. Sionistas de Herzl, bundistas, nihilistas y socialistas revolucionarios lograron, a raíz del hondo descontento, la adhesión de cientos de jóvenes judíos. La actividad política estaba acompañada de una dinámica cultural profundamente creativa. Se trataba, sobre todo, de una cultura secular, movilizada por los ideales de la nacionalidad, la reivindicación de las masas oprimidas y los cánones estéticos del arte europeo. La joven cultura judía que floreció entre 1881 y 1914 era trilingüe, integrada por el hebreo, el ídish y la lengua nativa: a veces ruso, o bien polaco, o alemán. Pero esa pluralidad de lenguajes no siempre significó una convivencia pacífica. A menudo se plantearon conflictos, particularmente entre hebraístas e idishistas.
Recordemos que Shólem Aléijem es el seudónimo con el cual Shalom Rabinovitz tuvo que publicar su primera historia en ídish, para no entrar en conflicto con su propio padre, un ferviente partidario del hebreo. El gran escritor I. L. Péretz es un caso paradigmático del conflictivo dilema que vivió su generación: escribió sus primeras obras de literatura hebrea en el estilo de la Haskalá (Iluminismo), creó también en polaco y fue un ferviente militante y defensor del ídish.
Ése fue el clima cultural en el que vivió Ludwig Zamenhof (1859-1917), quien desde muy temprano percibió el conflicto lingüístico de su época e imaginó, para solucionarlo, una lengua universal. Dicha lengua encierra en su propio nombre, esperanto, (que Zamenhof, incluso usó como seudónimo), el anhelo de su artífice: traer la esperanza de confraternidad entre todos los hombres.

LOS COMIENZOS.
Ludwig Lázaro (Leizer) Zamenhof nació en 1859 en la ciudad de Bialystok (Polonia). Fue lingüista, escritor y traductor. En los umbrales de la Primera Guerra Mundial, cuando el esperanto conseguía cada vez más adeptos y reconocimiento, se dedicó activamente a la defensa y a la propagación política de ese idioma. Zamenhof fue un verdadero militante de la confraternidad humana; estaba convencido de que la igualdad entre los hombres no podía basarse sino en una confraternidad lingüística.
Desde pequeño, Ludwig demostró una extrema sensibilidad por las lenguas: dominaba a la perfección el ruso, el alemán y el polaco. Aprendió a hablar francés siendo muy joven y tomó contacto con el inglés en el bachillerato. Además del hebreo, que había heredado, conocía el ídish, el latín y el griego. Incluso llegaría a estudiar ocho o diez idiomas más, con finalidad especulativa.
Antes de inventar su “lingwe uniwersala”, Zamenhof trabajó durante dos años en una gramática para el ídish. Hay quienes sostienen que, en un principio, quiso hacer del ídish una lengua universal, ya que eran numerosos los judíos dispersos por el mundo que la hablaban y que podían ser vehículos de su difusión. Propuso que ese idioma de los judíos de la Diáspora fuese escrito con caracteres latinos en vez de los hebreos, a fin de facilitar su lectura y aprendizaje en todo el mundo. Zamenhof participó en instituciones judías y en el movimiento sionista, pero tuvo que abandonarlos para dedicarse de lleno a la difusión del esperanto.
Ludwig empezó a trabajar en su proyecto de un idioma universal cuando cursaba el bachillerato en Varsovia. Sus compañeros y maestros desestimaron sus esfuerzos: lo trataban de loco o de autista. Sin embargo, él continuó enfrascado en la gramática y en el léxico del esperanto. Quería una lengua de fácil aprendizaje, para lo cual era decisivo eliminar las diferencias y las contradicciones entre la escritura y la oralidad.
Cuando tenía 19 años, Zamenhof celebró con algunos de sus condiscípulos más fieles el nacimiento del nuevo idioma. Muchos jóvenes que comulgaban con la idea se pusieron a estudiar la lengua para difundirla y propagarla. Pero el proyecto también tuvo opositores. Y entre los más férreos se encontraba el padre de Ludwig, quien llegó incluso a quemar la obra de su hijo.

LA REALIDAD DE UN SUEÑO.
En 1879, Ludwig terminó sus estudios secundarios en el gimnasio (bachillerato) de Varsovia y se preparó para ingresar en la Facultad de Medicina de Moscú, una de las pocas que por entonces permitían el acceso de estudiantes judíos. En 1885 obtuvo su título de médico. Empezó a ejercer, pero no pudo sobrellevar los sinsabores propios de la profesión y decidió dedicarse a la oftalmología. Se radicó en Plock y retomó su proyecto de la lengua universal, que nunca había abandonado del todo. Pocos años antes había aparecido el volapük (expresion que significa “idioma del mundo”), creado por el sacerdote católico alemán Juan Martín Schleyer, quien afirmaba que su lengua se basaba en el inglés por ser éste el más difundido de los idiomas. Zamenhof sostenía que el volapük era una lengua sumamente difícil de aprender, que no podía escribirse sin la ayuda de un diccionario en la mano. El esperanto aventajaba enormemente al idioma de Schleyer en ese sentido. Pero a pesar de todo, Zamenhof no encontraba la forma ni los medios de difundirlo públicamente. Los contactos editoriales que intentó fueron infructuosos. Hasta que por fin, en 1886 dio con quien sería su mecenas: Alejandro Silbernik, el padre de Clara, su futura compañera. Después de un breve romance, Ludwig y Clara unieron sus vidas para no separarse más. Clara no sólo fue su esposa. Acompañó y custodió celosamente el proyecto intelectual de Ludwig. Tuvieron tres hijos: Adam (oculista), Sofía (médica) y Lidia (abogada).
Silbernik financió la primera edición del libro de esperanto de Zamenhof, que apareció en 1887, titulado Lingvo Internacia con 900 raíces y 16 reglas gramaticales, bajo el seudónimo de “Doktoro Esperanto” (Doctor Esperanza), de donde derivó el nombre del idioma. Además, su suegro puso a su disposición otras sumas, a fin de que se estableciera como oftalmólogo. Pero lo cierto es que el oficio de oftalmólogo no fue el fuerte de Ludwig. Por un lado, le costaba lucrar con su profesión. En su consultorio cobraba muy poco y con frecuencia atendía gratis a gente muy humilde. Por otro lado, Ludwig estaba verdaderamente comprometido con su proyecto filológico, al que destinaba todas sus energías. El nuevo idioma iba ganando impulso y nuevos adeptos. Se basaba en una gramática sin complicaciones, con palabras de construcción regular derivadas de las raíces más usuales en los principales idiomas europeos y estructuradas según moldes fijos y uniformes. En 1894, Ludwig tuvo en sus manos una carta largamente esperada, firmada por el gigante de la literatura rusa, León Tolstoi:
Hace unos años recibí una gramática y un diccionario de esperanto, junto con algunos artículos escritos en este idioma. Después de una hora de estudio pude, si no escribir, al menos leer con facilidad la lengua. He comprobado ya muchas veces que entre los hombres existen enemistades y desconfianzas tan sólo por la imposibilidad de entenderse. Por ello aconsejo el estudio del esperanto. El esperanto se aprende tan fácilmente y el bien que puede traer a la humanidad es tan grande, que ningún hombre consciente debe rehusarse a realizar el pequeño esfuerzo que requiere su aprendizaje.
El periódico El esperantista publicó la carta. La censura zarista, que nunca había visto con buenos ojos el idioma universal, aprovechó la ocasión para intervenir y la publicación dejó de circular por todo el Imperio.
En 1902 existían 38 sociedades esperantistas en todo el mundo. En 1909 había 176 publicaciones en esperanto. En 1905 se realizó el primer congreso esperantista en Boulogne-Sur-Mer (Francia). Se encontraron hombres y mujeres de más de veinte pueblos, pertenecientes a distintos credos: católicos, protestantes, judíos y ateos; franceses, italianos, ingleses, rusos, suecos, españoles, etc. Todos hermanados por una lengua común. Era un sueño hecho realidad.
Se sucedieron nueve congresos. El esperanto fue reconocido como idioma internacional auxiliar por el Comité de la Delegación en 1907. Dicho Comité, compuesto por 12 prominentes filólogos y lingüistas, debía expedirse sobre cuál sería ese idioma. Al promediar el año 1913 se habían publicado dos mil libros (originales y traducidos); obras técnicas; impresos en Braille para ciegos; dos sistemas de taquigrafía y manuales de estudio para 32 idiomas. Aparecieron revistas literarias, técnicas y científicas. Incluso se cantaron óperas en esperanto.
Se avecinaba el décimo congreso, que se realizaría en París. Zamenhof tenía muchas expectativas puestas en él, porque contaría con la presencia de cincuenta naciones. El 20 de julio de 1914, se dirigía al congreso en tren junto a su esposa Clara. De pronto, el tren se detuvo. También se detuvo el corazón de Ludwig: había estallado la guerra. El regreso a Varsovia fue penoso. Zamenhof padecía, desde hacía unos años, una dolencia cardíaca, que se agravó cuando debieron deambular de pueblo en pueblo, hacinados en vagones y sin alimentos. De allí en más, transcurrieron tres años muy difíciles para Zamenhof, hasta que se produjo su muerte en abril de 1917. El esperanto había florecido, pero las circunstancias no permitieron que se consumara la visión del maestro: lejos de integrarse en los lazos fraternos de una comunidad de lenguaje, la humanidad se encaminaba hacia lo peor. El sueño de Zamenhof quedo inconcluso. Nos cabe a nosotros seguir soñándolo:
En nuestra reunión no figuran naciones grandes y pequeñas, privilegiadas y no privilegiadas; nadie se siente humillado y disminuido; nos encontramos todos en un mismo pie de igualdad; todos gozamos plenamente de iguales derechos y todos nos sentimos miembros de una sola nación y una sola familia...Tenemos plena conciencia de la importancia del presente día, pues hoy, entre los acogedores muros de Boulogne- Sur-Mer, no se han reunido franceses con ingleses, rusos con polacos; sólo hombres con hombres. (L.L. Zamenhof, discurso ante el Primer Congreso Esperantista, 1905)

EL ESPERANTO EN LA ARGENTINA Y EN EL MUNDO.
El esperanto entró en la Argentina a finales del siglo pasado. Un grupo de catalanes fue el primero en enseñarlo a partir de 1890. Se formaron entonces los primeros grupos y clubes de dicho lenguaje en las ciudades de Buenos Aires y Córdoba.
En 1910 el Ministro del Interior de la Nación (durante el gobierno de Figueroa Alcorta), Estanislao Zeballos -que hablaba perfectamente el esperanto - propuso se oficialice la enseñanza de ese idioma en la escuela pública. La iniciativa no prosperó.
El 20 de diciembre de 1916 se crea -fundada por un inmigrante español- la Asociación Buenos Aires de Esperanto y en 1917 se funda la Asociación Argentina de Esperanto.
Las distintas agrupaciones culturas de esa lengua, en distintas ciudades de la Argentina, se reunifican en una sola entidad madre -Liga Argentina de Esperanto- el 9 de diciembre de 1995, presidida por la Sra. Silvia E. Rottemberg. Se calculaba en esa época que en nuestro país había más de 10.000 personas que hablaban esa lengua.
La Asociación Universal de Esperanto tiene su sede en Rotterdam (Holanda). Según los cálculos oficiales de la misma, en el mundo hay aproximadamente 2.200.000 personas que hablan ese idioma.
Entre el 31 de julio y el 7 de agosto de 1999, en Berlin se llevó a cabo el Congreso Internacional de Esperanto, con la participación de 2.712 asistentes.
En Israel (Tel Aviv), donde se llevó a cabo en el año 2000 el Congreso Internacional, la sede que aglutina a los practicantes del esperanto se halla en Jerusalem, siendo Jeremías Guishón quien los presidía en ese momento.
Los Congresos de Esperanto se realizan año a año. En el 2009 se realizó en la ciudad natal de su creador, Bialystok, Polonia. En el 2010 tuvo lugar en La Habana, Cuba.
Hasta hace unos años, 212 entre los 626 parlamentarios de la Unión Europea, apoyan el proyecto para que el esperanto sea el instrumento de comunicación entre sus países. En tal sentido estuvo trabajando muy activamente la Comisión que presidía en Bruselas (Bélgica) el parlamentario suizo Claude Piron.
Para finalizar este artículo quisiera citar un párrafo de la publicación “Universala Esperanto–Asocio” (UEA), publicada en noviembre de 2010:
“…Entre los hablantes de esperanto que han aparecido recientemente en los medios de comunicación, se encuentran el premio Nobel de economía del año 1994, Reinhard Selten, la campeona mundial de ajedrez en el año 1996 Zsuzsa Polgár y Tivadar Soros, el padre del financiero George Soros… ‘Diálogos indígenas’, un programa para fortalecer el intercambio y el diálogo entre pueblos indígenas de todo el mundo, que evita los antiguos idiomas coloniales, utilizando el esperanto, como medio de comunicación… He aquí algunas novedades adicionales acerca del estado actual del esperanto”.
¡Mis felicitaciones por los ideales y la constancia! “Ko Lejai!” ¡Por la vida!


Nota: La sede de Argentina Esperanto Ligo funciona en Av. Congreso 2973, C.A.B.A. 1428 y realiza múltiples actividades a fin de difundir el idioma y los objetivos.


Noviembre 2010 - Kislev 5771
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