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ARAFAT EL MONSTRUO
Por Jeff Jacoby, Boston Globe
11 de noviembre, 2004

Yasser Arafat murió a los 75 años, tendido en la cama rodeado por caras familiares. Él dejó este mundo apaciblemente, a diferencia de las miles de víctimas que envió tempranamente a las tumbas. En un mundo mejor, el jefe de la OLP habría encontrado su fin en la horca, colgado por asesinatos masivos, tal como los jefes nazis fueron colgados en Nüremberg. En un mundo mejor, el presidente francés no habría hecho una visita al lecho de semejante monstruo. En un mundo mejor, George Bush no habría dicho, al escuchar los primeros reportes de que Arafat había muerto, "D-s bendiga su alma." ¿D-s bendiga su alma? ¡Qué idea tan grotesca! ¿Bendecir el alma del hombre que trajo al mundo el terrorismo moderno, que envió a sus agentes a matar salvajemente atletas en las Olimpíadas, a volar aviones en vuelo, a bombardear escuelas y pizzerías, a ametrallar pasajeros en terminales aéreas? ¿Quién mintió, engañó y robó sin
remordimiento? ¿Quién inculcó la más vil cultura de odio a lo judío desde el tercer Reich? Los seres humanos deben dejar de bendecir a semejante criatura tan endemoniada, -ciertamente Arafat fue exageradamente homenajeado, con dinero, deferencia, y hasta un Premio Nobel- pero D-s, estoy seguro, lo condenará eternamente.

Arafat siempre inspiró estampidas de disparates a los periodistas occidentales, y sus últimas dos semanas no fueron la excepción. Derek Brown escribió en The Guardian que el "indiscutido coraje como un líder guerrillero" de Arafat fue excedido solo "por su extraordinario coraje" como un negociador de la paz. Pero es un extraño tipo de coraje que se expresa en el bombardeo de víctimas desarmadas -o en firmar acuerdos de paz y después violar flagrantemente sus términos. Otro comentarista, el columnista Gwynne Dyer, se pregunta, "¿Y qué fue lo que Arafat hizo bien?" La respuesta fue: Atrajo la atención mundial hacia la causa palestina, "en su mayor parte con exitosos actos terroristas." En otras palabras, matar salvajemente a seres humanos inocentes estuvo "bien" desde que eso sirvió para un motivo político ulterior. Sin duda, estos pensamientos traen consuelo diariamente a todos aquellos que fueron obligados a enterrar un hijo, un padre o una esposa a causa del terrorismo "exitoso" de Arafat. Algunos periodistas no pudieron esperar a la muerte de Arafat para comenzar a llorar por él. Tomemos a Barbara Plett (BBC), quien estalló en lágrimas el día en que él fue aerotransportado fuera de la ribera occidental. "Cuando el helicóptero se llevó al frágil anciano encima de su ruinoso complejo", Plett reportó desde Ramalah, comencé a llorar". La gente normal no llora por brutales asesinos, pero Plett dejó en claro su empatía con Arafat -a quien ella enalteció como "un símbolo de la unidad palestina, determinación y resistencia"- y fue sincera: "Recuerdo bien cuando los israelíes reconquistaron la ribera occidental hace más de dos años atrás, cómo ellos se conducieron con sus tanques y máquinas excavadoras dentro del cuartel del Sr. Arafat, acorralándolo en unas pocas habitaciones, y rodeándolo con un telón militar alrededor de Ramallah. Recuerdo cómo los palestinos se admiraron de su negativa a huir bajo fuego. Ellos me dijeron: 'Nuestro líder comparte nuestro dolor, estamos todos bajo el mismo asedio'. Y también lo estaba yo". Tal es el estado de periodismo de la BBC, donde los reporteros aparentan no tener ningún tipo de obstáculo para cubrir, con ojos secos, las situaciones de las víctimas de Arafat.

¿Y qué hay acerca de sus víctimas? ¿Por qué sólo fueron apenas recordadas en las cercanías! de la muerte de Arafat? ¿Cómo es posible reflejar el legado más perdurable de Arafat –el ascenso del terrorismo moderno- sin recordar las legiones de hombres, mujeres y niños cuyas vidas fueron destruidas por él y sus seguidores? Si Osama bin Laden estuviera en su lecho de muerte, ¿olvidaríamos a aquellos que asesinó el 11/9? Tomaría una enciclopedia catalogar todo aquello en que se vio comprometido el malévolo Arafat. Pero esta no es excusa para no tratar de recordar al menos algunos. Quizá la señal de su contribución a la práctica del terror político fue la introducción de la guerra contra niños. En una fecha negra de mayo de 1974, tres terroristas de la OLP se escurrieron desde el Líbano hacia dentro del poblado de Ma'alot en el norte de Israel. Asesinaron a dos padres y a un niño que encontraron en una casa, luego se apoderaron de una escuela local, tomaron más de 100 niños y niñas como rehenes y amenazaron con matarlos, a menos que un número de terroristas detenidos fueran liberados. Cuando las tropas israelíes intentaron un rescate, los terroristas hicieron estallar granadas de mano y abrieron fuego contra los estudiantes. Luego del horror, 25 personas fueron asesinadas; 21 de ellas eran niños. Treinta años después, nadie habla de a'alot. Los chicos asesinados fueron olvidados. Todos conocen el nombre de Arafat, ¿pero quién recuerda el nombre de sus víctimas?
Entonces permítanme recordarlas: Ilana Turgeman. Rachel Aputa. Yocheved Mazoz. Sarah Ben-Shim'on. Yona Sabag. Yafa Cohen. Shoshana Cohen. Michal Sitrok. Malka Amrosy. Aviva Saada. Yocheved Diyi. Yaakov Levi. Yaakov Kabla. Rina Cohen. Ilana Ne'eman. Sarah Madar. Tamar Dahan. Sarah Soper. Lili Morad. David Madar. Yehudit Madar. Los 21 niños de Ma'alot asesinados son sólo 21 de miles que murieron asesinados al comando de Arafat.

Traducción: Noti-Israel www.noti.hebreos.net

Noviembre/Diciembre 2004 - Kislev/Tevet 5765
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