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Opinión
La pasión de los prejuicios y los estereotipos

Por Lic. Patricio Brodsky
patobro@fullzero.com.ar
"Aunque las autoridades de los judíos con sus seguidores reclamaron la muerte de Cristo,
sin embargo, lo que en su Pasión se hizo, no puede ser imputado ni indistintamente
a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy...
no se ha de señalar a los judíos como réprobos de Dios y malditos,
como si esto se dedujera de las Sagradas Escrituras"
Encíclica Nostra Aetate, Concilio Vaticano II

"Interpretaciones cristianas erróneas e injustas del Nuevo Testamento
con respecto al pueblo judío y a su culpabilidad alegada (en la crucifixión de Cristo)
han circulado por demasiado tiempo, engendrando sensaciones de hostilidad hacia esta gente."
Papa Juan Pablo II

"...los judíos han sido crucificados por nosotros durante demasiado tiempo..."
Padre Rainiero Cantalamessa

"El pecado del antisemitismo contiene muchos pecados,
pero al final es una negación de la fe y de la esperanza cristiana
y una enfermedad del amor cristiano..."
Padre Edward Flannery


Hace unos días atrás terminé por ver esa ‘obra maestra’ del sadomasoquismo más morboso y que se ha dado en llamar “La Pasión de Cristo” filmada por Mel Gibson. Son casi dos horas donde uno se la pasa chapoteando en sangre en una orgía macabra, un espectáculo obsceno que tiene reminiscencias medievales, época en la cual el castigo supliciante era el “espectáculo punitivo”, en muchos casos a manos de tribunales inquisidores.
La película no me ha defraudado en relación a las críticas que en abundancia habían proliferado por toda la Internet, era dado de esperar que un fanático como Gibson (para el cual el Concilio Vaticano II es un ‘retroceso’), hijo de otro fanático (Hutton Gibson) para el quien la Shoah no existió (indicador de un fuerte grado de psicosis pues las evidencias de lo contrario son abrumadoras).
Este filme es la versión “espiritual” del cine biza- rro hollywoodense, es una recreación “mística” de “Pesadilla en Elm Street”, “Viernes 13” o alguna otra película de horror clase ‘B’ con litros de sangre y tripas de utilería, que busca más el impacto visual que transmitir algún mensaje con contenido. Donde no hay seres humanos de carne y hueso, sino “caricaturas” que se adaptan a los estereotipos ‘moralizantes’ que infectan la cabeza de Gibson: los judíos son los malos y los romanos meros ‘instrumentos’ de la maldad judía.
Los textos sagrados no son libros de historia; son interpretaciones místico-ideológicas de acontecimientos reales o ficticios que resignifican una historia y que adquieren entidad propia y carácter material a partir de los ritos que unifican a los sujetos en torno suyo. Aquellos escritos se tornan irremplazables a la hora de establecer conductas colectivas, relaciones sociales y dogmas morales y éticos.
En este sentido poco importa si la película de Gibson se apega o no se apega a la letra de los evangelios; de hecho estos tienen un fuerte contenido antijudío pues fueron escritos en un contexto en el cual la religión naciente intentaba, por un lado ‘despegarse’ del judaísmo que no aceptó a Cristo más que como un simple Rabí; pero por otro lado, no deseaba confrontar con el poder dominante (Roma). A partir de estos elementos se produce un falseamiento de los acontecimientos históricos para hacer aparecer a las víctimas, sujetos de la persecución del poder Imperial, como victimarios. De tal suerte que las víctimas del Imperio Romano pasan a ser los “asesinos de Cristo”1.
En relación a “lo judío”, la película de Gibson, una y otra vez demuestra una ig-norancia supina y una catarata de prejuicios. Como ejemplo baste citar la escena al comienzo de la película en la cual María y María Magdalena están durmiendo y, antes de que la guardia del templo in-grese a su vivienda, María tiene como una premonición, se despierta y comien-za a recitar junto a María Magdalena: “Ma Nishtaná Halaila Zé Mikol Halei-lot...”, “¿En qué se diferencia esta noche de todas las noches?”, transformando la pregunta por Pesaj en un símbolo de ‘lo diferente’ de esa noche en la cual co-mienza la pasión de Cristo. Haciendo un “uso político” de una frase de culto que se viene utilizando desde la salida de la esclavitud en Egipto, esto es, desde mu-cho antes del nacimiento de Jesús.
La película de Gibson apela a las imágenes ideológicas antijudías más arraigadas en el corazón de una Eu-ropa cristiana y antijudía. El Jesús de Gibson se corresponde con el de la mayoría de los antisemitas tradicionales, es un Cristo ‘desjudeizado’, un Cristo sin Talit ni Kipá, que habla y predica en latín (la lengua del Im-perio que es asumida luego como propia por la Iglesia), es muy poco probable y bastante ilógico que un predicador Judío, que predicaba en Judea entre séquito de judíos lo hiciera en la lengua del conquistador.
Los judíos responden a los estereotipos culturales de lo que es un judío, con la excepción, claro de Jesús, María y María Magdalena (quienes responden al genotipo ‘caucásico’ y no al se-mítico), investigaciones ac-tuales plantean que Jesús debió tener el aspecto físico de un Sabra y no de un europeo tal y como lo imagina Gibson. Pero, claro, si respetamos la verdad histórica, nos perdemos de tener un ‘Cristo Ario’.
Esta orgía de sangre comienza con una frase tomada del nuevo testamento y que refiere a que Él vino a morir para lavar nuestras culpas, esta es una de las frases centrales en las que se asienta la “culpa” judeo-cristiana. Está frase culpógena y psicopática tiene una función moralizante, ‘evitemos pecar pues ya cargamos en nuestras conciencias con la muerte de alguien que decidió mo-rir para cargar con las culpas por nuestros pecados’. La película primero nos ‘carga’ las culpas para luego sumergirnos en el horror de la tortura y muerte (a manos romanas) de Cristo.
El relato de Gibson dice basarse al pie de la letra en los evangelios, en realidad, dicen los expertos que Gibson se basó en los escritos de una religiosa antisemita del siglo XVIII (Anne Catherine Emmerich, 1774-1824), en realidad poco importa, ya que si contextualizamos los evangelios, estos han sido escritos entre 50 y 100 años después de Cristo, en un contexto de ‘competencia misionera’ en-tre judíos y los incipientes cristianos, estos últimos, debían imperiosamente distinguirse de los primeros, de cuyo seno habían nacido; es por eso que los evangelios no deben ser considerados como un relato histórico, sino que son la realidad “novelada” y enriquecida por la ideología del momento. No deben ser tomados como un libro de historia sino como una obra ideológico-doctrinaria. En realidad después de 2000 años de propaganda antijudía, poco importa la verdad histórica (la cual, en realidad, tuvo que ser la primer víctima del fundamentalismo judeofóbico), la ‘verdad histórica’ hoy en día no son los hechos tal cual acontecieron sino las falacias construidas en la mente de millones de fieles en todo el mundo, en todas las épocas, en particular durante el obscurantismo medieval.
“...los Evangelios son el resultado del trabajo editorial largo y complicado...por lo tanto la hostilidad a los judíos tiene su contexto histórico en conflictos entre la iglesia na-ciente y la comunidad judía. Ciertas controversias reflejan relaciones Cristiano-Judías posteriores a la época de Jesús. Establecer esto es de importancia capital si deseamos poner en evidencia el significado de ciertos textos del Evangelio para los cristianos hoy.”2
El exceso de violencia que se puede apreciar en la película, es directa expresión de una forma de entender al cristianismo; es la mirada de un fanático adorador más del instrumento del suplicio de Cristo (la cruz) que del propio Jesús. Recordemos que el instrumento de tortura mediante el cual Cristo fue muerto fue el mismo en el que murieron miles de judíos a manos de los romanos. Al mismo tiempo que el Poncio Pilatos dubitativo y desgarrado por las contradicciones solo existe en la cabeza de Gibson; en realidad fue un tirano sanguinario que asesinó a miles de judíos.
Gibson es un fanático delirante, un extraviado que plantea que la película no es obra de él mismo sino que fue “poseído por el espíritu santo” y que en realidad el solo fue vehículo de la ‘obra divina’. La verdad es que Gibson sí fue poseído por un espíritu, el de lucro, y no vacila en utilizar a los judíos y exponerlos a reacciones antisemitas (a pesar del documento Nostra Aetate, ‘Nuestro Tiempo’, del Con-cilio Vaticano II de 1965, en que se repudiaba la acusación de “pueblo deicida” que había servido como justificativo durante siglos para las persecuciones y matanzas de judíos, y que clamaba por una modificación radical de las relaciones entre judíos y cristianos) dado que los prejuicios tienen una dinámica propia y lamentablemente, a pesar de los pedidos de disculpas, subyacen en el inconsciente, absolutamente refractarios a la razón. Entonces cabe preguntarnos: ¿Qué será capaz de generar está sádica perversión gibsoniana, qué efectos de realidad antisemita generará en un mundo más propenso a odiar que a aceptar al judío (como amargamente lo demuestran la Shoah y el ‘antisionismo’ actual)?.
Si bien no podemos ha-blar que la película sea portadora de un antisemitismo ‘ideológico’ (Germani), sí es válido señalar que el fil-me está plagado de estereotipos y prejuicios que tienen la potencialidad de coincidir con prejuicios fuertemente arraigados en el cristianismo y que mantienen al odio antisemita en estado ‘latente’. Recordemos que Gino Germani hablaba de dos tipos de antisemitismo (el tradicional y el ideológico), el primero es el más extendido socialmente. La película de Gibson está plagada de prejuicios provenientes del antisemitismo de primer tipo.
Este panfleto filmado es la realización de un fanático que acepta como válidos todos los estereotipos antisemitas del medioevo acerca del ‘deicidio’. La fantasía gibsoniana se corresponde con una visión infantil y re-duccionista, ‘maniquea’ de la historia. Los apóstoles más ‘estereotípicamente judíos son “el traidor” (Ju-das) y “el cobarde” (Pedro). Herodes y su corte apa-recen como orates disfrazados, Barrabás como un perverso sucio y desagradable; Caifás y el Gran Sa-nedrín como un grupo de fundamentalistas que quieren muerto a Cristo a toda costa y sin justificativos aparentes (amén de que se los muestra como espectadores de la orgía de sangre romana y de la crucifixión, cosa muy improbable dado que la religión mosaica prohíbe el contacto con la sangre); el mismo Caifás (en la versión gibsoniana) hace lo que ningún judío, y menos aún un sacerdote haría, aceptar al Cesar como su Rey. Por último aparece la ‘masa’ judía exigiendo la crucifixión (for-ma de ejecución propia de los invasores romanos) y no la lapidación (forma tradicional de ejecución se-gún la ley bíblica). La mis-ma idea de la chusma pi-diendo la muerte de Cristo es ridícula, dado que tuvo que ser capturado de noche y durante Pesaj debido a la gran cantidad de seguidores que tenía y por temor a una rebelión; de ninguna manera los romanos se hu-bieran expuesto a un juicio público por temor a la tur-ba; por otro lado a un poder imperial que ejerce el po-der omnímodo ¿Por qué habría de importarle la opinión de un pueblo conquistado y sojuzgado por ellos?.
Adicionalmente podemos apreciar otras imágenes provenientes de la mirada estereotípica de Gibson, el mal corporizado (el diablo) se pasea casi todo el tiempo entre los sacerdotes judíos (metaforizando así la presencia del mal). El prejuicio antisemita aparece con un Poncio Pilatos espetándole a Caifás “ustedes lo crucifican” y Caifás respondiendo (aunque decidieron tener el ‘buen gusto’ de no traducir) la famosa frase de los evangelios (Mateo 27:25) ‘que su sangre caiga sobre nosotros y nuestra descendencia’ que sirvió para justificar dos milenios de crímenes judeofóbicos. Pilatos aparece como un ser torturado por las contradicciones y presionado por los sacerdotes y la muchedumbre judía para sentenciar a muerte al nazareno, esto es falso, Pi-latos nunca dudó ni un instante en crucificar a miles de judíos durante su gobierno.
“El guión principal de La Pasión de Cristo de Mel Gibson se centra en unos malvados conspiradores ju-díos que persiguen implacablemente a Jesús, hasta que pueden chantajear a un servil Poncio Pilatos para que emita una orden de ejecución”. Luego agrega que es-ta película puede “ayudar a perpetuar el antisemitismo... desgraciadamente la versión que Gibson trae a la pantalla se ha mostrado como tóxica a lo largo de los siglos, llevando a la persecución y matanza de mi-llones de judíos por manos de los cristianos”.3
En realidad, la ‘culpa colectiva’ asignada al judaísmo es una proyección de la conducta de los cristianos para justificar su conducta violenta (recordemos las Cruzadas, la ‘Santa’ Inqui-sición, los Pogroms y la propia Shoah) que a largo de la historia ha sido responsable de la persecución y muerte de millones de judíos.
“En la época de la declinación del Imperio Romano, la proporción de judíos en la población total alcanzaba del 7 al 8%. La estimamos en alrededor de 4 millones de personas, in-cluidas las que vivían en la Mesopotamia. En Palestina se contaba medio millón de judíos en la época de Jesús, hasta alrededor del año 70.
En cerca de dos mil años, como consecuencia de las persecuciones, del bautismo forzado, de la asimilación y de las masacres masivas de la era nazi, el número de judíos pasó de 4 a sólo 14 millones en nuestros días. Compare-mos estas cifras por ejemplo, con la población de las Islas Británicas que, en el mismo período, pasa de 1 a 55 millones de habitantes, por más que conocieron epidemias y guerras. Si los judíos hubieran tenido la posibilidad de crecer como los Británicos, serían hoy más de 200 millones sobre la tierra.”4
No olvidemos que entre los ‘logros’ cristianos podemos contar que se ocupó de ‘civilizar’ a los nativos africanos, de ‘moralizar y evangelizar’ a los aborígenes americanos y de ‘pacificar’ al islam. Me niego a aceptar que la religión de Gibson y Torquemada es la misma que la de la Madre Teresa, Martín Luther King o Juan XXIII (quien durante la Shoah, antes de su papado, se dedicó a salvar vidas de Judíos).
Gibson es un fundamentalista cuya arma es una filmadora, poco hace por la reconciliación y la paz entre los hombres. Si aún lo invade el odio pues el considera verídica la falacia de la muerte de Cristo por culpa de los judíos, lo invitamos a que reflexione: si los ‘cristianos’ fundamentalistas co-mo Gibson no olvidan ni perdonan la apócrifa ‘culpa judía’ por la muerte de Jesús, ¿qué debieran hacer los judíos en relación a los fundamentalistas cristianos tras un milenio de persecuciones y asesinatos desde las cruzadas, pasando por la inquisición y los po-groms hasta la Shoah?.•

1- Algo similar ocurre hoy en día con el Estado de Israel, los terroristas asesinos de judíos aparecen en la opinión pública mundial como ‘víctimas’, mártires en una ‘lucha justa y desigual’ (recordemos que el objetivo de las organizaciones pa-lestinas tal y como aparece en sus documentos es la destrucción completa de Israel), mientras que las víctimas de atentados aparecen inexplicablemente como ‘responsables’ de su propia situación.
2- Pontificial Comission For Religious Relation With The Jews. Notes on the correct way to present jews in preaching and teaching in the roman catholic church (1985), pág 21. Citado en Cohen, Mario E.: La Pasión: A La Derecha De La Derecha. Buenos Aires, Mí-meo, 2004.
3- Palabras extraídas de una declaración del Sacerdote Ca-tólico John Pawlikowski del Catholic Theological Union de Chicago, citado en Cohen, Ma-rio E.: La Pasión: A La De-recha De La Derecha. Buenos Aires, Mímeo, 2004.
4- Wiesenthal, Simón: El Libro de la Memoria Judía. Calen-dario de un Martirologio. Bue-nos Aires: Editorial Librería Hachette, 1988.

El Lic. Patricio Brodsky es Sociólogo,
Docente-Investigador
Universidad de Bs. As.
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Mayo 2004 - Iyar / Sivan 5764
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