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Una mujer adelantada a su tiempo
Mariquita Sánchez de Thompson

Por Moshé Korin
A pocos días de la conmemoración del día de la mujer (8 de Marzo) creo significativo conocer a esta valiente y vigorosa mujer argentina, pionera en la lucha por los derechos del género.
Corría el año 1786, aquel primero de noviembre nacería María de todos los Santos Sánchez; quien luego será, para la familia, Marica y para los amigos y la posteridad, Mariquita.
Su padre, Cecilio Sánchez de Velazco era hidalgo andaluz, que había llegado al Río de la Plata en 1771 como maestre de fragata. Era un hombre acaudalado y respetado que llegó a ser alcalde de barrio, regidor y alcalde de primer voto del cabildo, segundo cónsul de Real Consulado y administrador de la Casa de los Niños Expósitos. Su madre, Magdalena Trillo, había enviudado del comerciante Manuel del Arco. Mariquita era la única hija de ambos, convirtiéndose en una de las más ricas herederas de la capital virreinal.
Su padre le enseñó a leer, después acudió a una precaria escuela particular, pero su formación, erudición y personalidad se formaría con las lecturas autodidactas que ella permanentemente emprendía en su afán por conocer, camino que la convirtió en una de las pocas mujeres eruditas de su tiempo, cultivando, además, una inteligencia, cuyos frutos se verán en sus actitudes críticas sobre política y en su pensamiento vanguardista y liberal respecto del lugar de la mujer.
Hace poco, con motivo de la conmemoración del Día internacional de la mujer hice mención a sus cualidades excepcionales. Las líneas que siguen continúan aquella intención de rendirle el homenaje que se merece.
Precursora de los derechos de la mujer
Era el año 1801, por aquel tiempo, el casamiento era de uso común que fuera arreglado por los padres de la joven. Para ello no era tenido en cuenta el parecer de la prometida, quien recién conocía a su futuro esposo pocos días antes de celebrarse la boda.
Mariquita, con tan sólo 15 años se rebeló frente a las costumbres y a la autoridad de sus padres que ya habían arreglado su casamiento con un recién llegado español. Ocurría que ella estaba enamorada de su primo segundo Martín Thompson, decidió entonces escribirle al Virrey Sobremonte.
“Excelentísimo Señor:
Ya llegado el caso de haber apurado todos los medios de dulzura que el amor y la moderación me han sugerido por espacio de tres años para que mi madre, cuando no su aprobación, al menos su consentimiento, me concediese para la realización de mis honestos como justos deseos; pero todos han sido infructuosos, pues cada día está más inflexible. Así, me es preciso defender mis derechos: o Vuestra Excelencia mándeme llamar a su presencia, pero sin ser acompañada de la de mi madre, para dar mi última resolución, o siendo ésta la de casarme con mi primo, porque mi amor, mi salvación y mi reputación así lo desean y exigen, (…) Nuestra causa es demasiado justa, según comprendo, para que Vuestra Excelencia nos dispense justicia, protección y favor.”
Estas cualidades de paladina, de defensora de los “justos deseos” y derechos de la mujer perdurarían toda su vida. Finalmente el Virrey aceptó su petición y ésta sería la primera victoria de Mariquita.
Muchos años después escribirá en una carta dirigida a Juan María Gutiérrez:
“Me río de los que quieren aquí mujeres literatas. ¡Pobres familias! Las mujeres argentinas estamos destinadas a la vida bruta. Muchas veces he pensado en escribir algo cómo quisiera educar yo a la mujer, y lo que veo y la experiencia que cada día tengo me hacen vacilar en mi sistema. Si en todas partes es difícil la educación de la mujer, entre nosotros y en la actualidad es más difícil aún y lo más triste es que nadie educa a los hombres.”
Al escribir estas palabras, aún no sabía que dedicaría luego sus días a ser maestra e Inspectora de Escuela Normal. Así como también a realizar otras obras de bien común, como fundar escuelas para mujeres, hogares para huérfanas y como integrante de la primera Sociedad de Beneficencia, tomar a su cargo la Casa Cuna. Acciones todas que tenían como fin luchar por un lugar equitativo para la mujer, sea cual fuere su condición social.
Rompiendo nuevamente con los cánones de la época, al enviudar a sus 33 años, se casa por segunda vez con su maestro de piano, unos años menor que ella, pasándose a llamar Maria Sánchez de Thompson y Mendeville y deviniendo luego madre de tres hijos.
Su afán por los otros y por la política no le restaba dedicación a su rol materno, convirtiéndose así en una de las primeras mujeres contemporáneas que daban lugar a diversos intereses y aptitudes más allá del etiquetamiento de género.
“Yo soy en política como en religión muy tolerante. Lo que exijo es buena fe.”
Nunca ocultó su pasión por la política, más bien lo contrario. Fue la primera mujer argentina en dar discursos. La Revolución de Mayo, así como el proceso consagratorio de la República, la tuvieron como partícipe necesario. Y esto por varias razones.
Por un lado, con su enorme riqueza, apoyó, desde los inicios, la independencia; por otro, su figura era central en la política siendo referente, amiga, interlocutora u opositora. Sus interlocutores eran hombres, protagonistas de la historia argentina; tal como luego atestiguaría su profuso epistolario.
Su primer marido Martín Thompson fue nombrado director del Puerto de Buenos Aires, tiempo después de casarse con Mariquita; siendo de suma importancia su papel en la defensa durante las invasiones inglesas.

Cuenta la historia que Mariquita invitó, durante la ocupación, al comandante inglés distrayéndolo con su encanto y cultura, para entretenerlo, al tiempo que prestaba su quinta en las barrancas de San Isidro para que desembarcaran las tropas de la Reconquista.
El recuerdo de su nombre ligado al himno argentino
En verdad no hay registro de que ella –aún si excelente intérprete de piezas musicales para piano- haya tocado o cantado el himno argentino. Tan sólo ha llegado a nuestros días el cuadro del pintor chileno Pedro Subercasseaux en el cual se la representa tocando el arpa.
Aún así, su nombre ligado al himno nacional, es un símbolo del lugar central que ocupó esta memorable mujer en los acontecimientos de la revolución de mayo de 1810 y del posterior derrotero, hasta el afianzamiento de la independencia de la naciente Argentina.
Ocurre, que su casa era uno de los pocos sitios principales de las tertulias, de los debates políticos, de encuentros de partidarios y estrategas de la emancipación. Frecuentada asiduamente por jóvenes comprometidos como San Martín, Rivadavia o Pueyrredón. Y fue precisamente en su casa donde se interpretó por vez primera el que fuera el Himno Nacional Argentino.
El exilio
El caudillo Juan Manuel de Rosas era amigo suyo de la infancia, aunque se profesaban mutuamente afecto al punto que ella lo llamaba “su hermano espiritual”, esto no impidió que, cuando él se convirtiera a sus ojos en dictador, Mariquita decidiera exiliarse en Montevideo. Enviándole con tono irónico un billete que decía de un lado “¿Por qué te vas Mariquita?” y en el reverso: “Porque te tengo miedo Juan Manuel.”
Regresó a Buenos Aires a sus 60 años, retornando, por supuesto, también, a la vida política.
Fue amiga íntima de Estaban Echeverría, de Juan Bautista Alberdi y de Sarmiento.
Su historia de vida se entreteje íntimamente con la historia del nacimiento de la Argentina. Siendo ella artífice, propulsora y engranaje de los acontecimientos más importantes que cambiaran nuestro rumbo nacional.
Murió a los 83 años, edad de aquel entonces, muy por encima del promedio de vida normal. Tal era su fortaleza espiritual traducida en longevidad.
Antes de morir dio instrucciones para que su casa fuera donada para la urbanización de Buenos Aires.
Un ejemplo de perseverancia en la difícil tarea de modificar la adversa realidad.


Marzo 2011 - Adar 1 / Adar 2 5771
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