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La caída de Galeano, un triunfo de Corach
Por Juan Salinas

Fue el primero en sostener que había que dejarlo caer, que las iras se concentrasen en él, a fin de preservar el encubrimiento esencial; fue el primero en postular que había que fabricar una Historia Oficial II.


El gobierno de Kirchner acusó a Menem y Corach de encubrir (los móviles, y por lo tanto, a los asesinos) de la AMIA e impulsar al suspendido juez Galeano a pergeñar y desarrollar pistas falsas. Hasta aquí, vamos bien.

Pero hete que el gobierno de K. le pide ¡al juez Bonadío, ex empleado de Corach que investigue la hipótesis de que el principal motivo del ataque sería la falta de entrega de una central nuclear ya pagada por Irán... Algo que mueve a la sospecha puesto que, con el mismo argumento y mucho más basamento, podría acusarse a Siria, que se vio obligada a comprar de apuro una central nuclear en China, gracias al flagrante incumplimiento de Menem, que se la había prometido personalmente al segundo del fallecido dictador Hafez al Assad según relató el embajador Oscar Spinoza Melo.

El gobierno de K. encubre así el verdadero motivo del atentado: un ajuste de cuentas por 'mexicaneadas' en un ingente tráfico de armas y drogas, y en el 'lavado' o 'blanqueo del dinero obtenido. Tráficos que eran la continuación de los que formaron parte en la década de los '80 del Irangate o escándalo Irán contra los que participaron en los servicios secretos de varios países, comenzando por los de Estados Unidos e Israel, la CIA y el Mossad.

Es bueno recordar que por entonces fue Israel el promotor de la venta de armas a Teherán, a quien señala hoy como la encarnación del Mal (y que fue Estados Unidos, a través del teniente coronel Ollie North, el promotor de vender la cocaína boliviana en los arrabales de Los Angeles de Angeles de modo de financiar a la guerrilla antisandinista, que lo pagaba recibiendo y almacenando la droga llegada al aeropuerto militar de Ilopango, en El Salvador, hasta su embarque para la costa oeste de los Estados Unidos.

Alejandro Rúa, titular de la Unidad AMIA del Ministerio de Justicia aduce -en completa sintonía con la SIDE- y que Menem quiso impedir a cualquier costo que salieran a la luz sus relaciones con Irán, lo que no tiene el menor sentido, ya que Irán tuvo buenísimas relaciones con el gobierno de Alfonsín -cuando adquirió aquí mucho armamento- y Menem no tuvo especiales relaciones con Irán antes de los atentados, sino un acuerdo conjunto con Siria, los carteles de la droga y la CIA, acuerdo mediante el cual accedió a la Presidencia y se llenó los bolsillos durante sus primeros años de gobierno.

Recuérdenlo. El tesorero de la interna en que derrotó en 1988 a Antonio Cafiero fue Mario Caserta -delegado del Cartel de Medellín- y tan pronto se convirtió en Presidente dio inicio a un ingente tráfico de valijas Samsonite que llegaban a Buenos Aires en mano de Amira Yoma y otros miembros de la familia y descendientes de sirios, repletos de billetes de dólares de baja denominación procedentes de la venta de cocaína y de heroína en la costa Este de los Estados Unidos.

Dicha alianza, acordada entre Hafez al Assad Menem y organizada por el primo Monzer al Kassar (a su vez protegido de North y de la CIA) se reflejó en el casamiento de Ibrahim al Ibrahim (delegado del primero) y Amira Yoma (secretaria privada y amante del segundo... y de Al Kassar), tuvo como pieza maestra la amistad entre un ex "marielito" cubano convicto en Miami por tráfico de cocaína (y reciclado por la CIA y Rousselot como "Mario Anello) y el hijo del presidente Menem, mientras las cuentas de la organización eran controladas por el cubano-panameño Ramón
Puentes Patiño, quien había sido tesorero de la organización anticastrista Alpha 66 en tiempos de la frustrada invasión de Playa Giròn/Bahía de los Cochinos (1961) y dos décadas como agente de la CIA supervisó el
lavado a gran escala de narcodólares... hasta que el entonces presidente,
Bush padre, el mismo que como director de la CIA había reclutado a Noriega, decidió amordazar al granujiento general para evitar que describiera aquellos vínculos y hacerse cargo directamente (a través del gordo Endara, fláccido condón que juró como presidente en la zona del canal, protegido por las tropas invasoras) del poder, de modo de intensificar el lavado de dinero negro hasta el paroxismo.

Aquella alianza prohijada por la CIA fue destapada en 1990 por el juez Baltasar Garzón, que tuvo el apoyo de la DEA y el Ministerio de Justicia de los Estados Unidos. Fue destapada, digo, al menos en lo que hizo a ese lavado rústico (por no decir de una guaranguería sin par), pero no, hasta años después, en lo que hace al tráfico de armas choriceadas al Ejército rumbo a Croacia y Bosnia-Herzegovina, tráfico en el que Israel estuvo asociado a aquellos tres jugadores: la CIA, Damasco y Menem.

Son estos tráficos, y sus "mexicaneadas" los que están directamente vinculados a los atentados a la embajada de Israel y la AMIA. Sus detalles
deben ser más embarazantes que lo expuesto, ya que (como resulta harto
evidente a quienes siguieron el devenir de la causa AMIA) tan o más interesado como Menem en que no se averigue quienes y por qué volaron ambos edificios y mataron a casi cien personas, fue el Estado de Israel.

Lo que parece indicar que Israel está asociado a la CIA y Siria (a través de Al Kassar) en el tráfico de cocaína sudamericana y de heroína asiática hacia los Estados Unidos.

Hay una persona que encarnó esta alianza: Corach.

De origen judío y desarrollista, Corach fue tempranamente abogado de Jorge Antonio y de su flota pesquera, involucrada en 1988 (año del imparable ascenso de Menem) en la Operación Langostino, la más grande exportación de cocaína hecha desde la Argentina hasta la fecha: 2.000 kilos, 1.200 rumbo a Filadelfia y 800 hacia España. Jorge Antonio fue el principal Padrino e introductor de Al Kassar en la Argentina.

Sagaz, trabajador, inescrupuloso, Corach es desde mediados de los setenta el hombre de los Estados Unidos en el Partido Justicialista. Convertido en la eminencia gris gobierno de Menem, se hizo cargo naturalmente de todo lo concerniente al encubrimiento, auxiliado por Hugo Anzorreguy y la multimillonaria caja de la SIDE. Corach, el íntimo y convecino de country del banquero Beraja, jefe político de "la cole" judía.

Fue Corach quien impulsó contra viento y marea que se acusara a policías bonaerenses y a iraníes de manera de difuminar las evidente responsabilidad de "arcángeles" y halcones" de la Federal, mercenarios reclutados por sirio-argentinos del círculo íntimo de Carlos Menem.

Y es Corach, a través de sus epígonos en el gobierno (como Iribarne, a
través de quien sigue conduciendo a la Policía Federal -o acordando con
ella- y la propia causa AMIA (a través de su ex empleado Bonadío,
supuestamente encargado de investigar las tropelías cometidas durante la
instrucción por Galeano) quien, dándose cuenta de que La Historia Oficial
se caía, pergeño junto a servicios de inteligencia extranjeros esta Historia Oficial II.

Que mantiene el meollo del engaño: la supuesta existencia de una camioneta-bomba. No se trata solo de impedir que se exponga el modo en que tanto en la embajada como en la AMIA se colocaron cargas explosivas adentro de ambos edificios aprovechando sendas refacciones. Se trata de las camionetas-bomba remiten automáticamente al Cercano y Medio Oriente, y que toda camioneta necesita un chofer al que es fácil suponer kamikaze.

Esa es la importancia del señuelo que dejaron preparado los asesinos: la fantasmagórica Trafic blanca que nadie que nadie vio ni escuchó y que
supuestamente se volatilizó.

En 1997 publiqué el libro que sintetizaba mi investigación como agente
contratado por la propia AMIA. En él relaté que Galeano había comprado el falso testimonio de Telleldín merced a las laboriosas gestiones en nombre de Corach y Menem de una camarista, la Piru Riva Aramayo. Nadie se dio por aludido.

A principios del 2000 dije que Galeano era un delincuente múltiple y que terminaría preso. Para entonces, Raúl Kollman llevaba un largo lustro de hacerle de agente de prensa al suspendido magistrado. Hoy hace leña del árbol caído.

La profetizada pero tardía caída en desgracia del miserable de Galeano no me causa alegría. En lo sustancial, el engaño sigue siendo muy exitoso.

No se trata de Irán ni de bombas atómicas. Se trata de tráficos ilícitos y de vendettas.

El enemigo no está afuera y lejos. Está adentro, entre nosotros.

Incluso algunos lograron trasvestirse y aparecen entre los apostrofadores.

Los que pusieron las bombas tuvieron muchos cómplices que los ayudaron y ayudan a hacerse los otarios.

Por eso se salieron con la suya.

marzo 2005 - Adar I / Adar II 5765
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