LA VOZ y la opinión


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En el año del Bicentenario de su fallecimiento:
“Mariano Moreno: un singular revolucionario de Mayo de 1810”

Por Moshé Korin
A pocos menos de un año de la celebración del bicentenario de la Revolución de Mayo que inauguró la independencia de la corona española, quisiera ocuparme de uno de sus pilares: Mariano Moreno. Ciertamente la historia no ha hecho justicia a la gran labor y dedicación de este hombre en pos de la libertad de la Argentina.
Su pensamiento e inteligencia fueron los de un estratega, diseñando con agudeza las acciones a seguir, percibiendo a la perfección los engranajes políticos que se iban tejiendo y destejiendo; pero además la lucidez de sus acciones era resultado de la concepción de un pensador convencido y enamorado de la libertad y de la dignidad humana.
Combinación extraña que lo hace merecedor de los más altos pedestales de la historia del progreso humano, pues ha habido inteligencias capaces de diseñar y lograr tomar y mantener el poder; también ha habido brillantes pensadores que han elaborado impecables teorizaciones sobre la igualdad y la libertad de los hombres, colocando al ser humano con sus derechos, como cúspide de la valoración axiológica, pero infinitamente pocas han sido las ocasiones en que ambos elementos se conjugaron en una sola persona.
El joven sediento de conocimientos
Nacido en Buenos Aires un 23 de septiembre de 1778, su padre Manuel Moreno y Argumosa era oriundo de Santander y se desempeñaba como funcionario de la Tesorería de las Cajas Rurales. Mariano Moreno aprendió sus primeras letras de su madre Ana María Valle, una de las pocas mujeres en la Buenos Aires de entonces que sabía leer y escribir.
La condición económica no tan holgada de la familia hizo que su aspiración a estudiar en la prestigiosa Universidad de Chuquisaca, situada en el Alto Perú, debiera esperar unos años.
Chuquisaca
Allí la amistad con el canónigo Terrazas determinó su futuro. Terrazas le ofreció su biblioteca poblada de numerosos libros, pertenecientes a los pensadores más avanzados de la época. En aquel momento, el acceso a aquellos libros era sumamente restringido, por un lado, porque se trataba de ideas de vanguardia; y por otro, porque su difusión no estaba bien vista por el index inquisitorial.
Entre los pensadores críticos que más cautivaron al joven Moreno se hallan principalmente tres, que marcarían profundamente su pensamiento y su accionar.
Ellos son Juan de Solórzano y Pereyra con su “Política indiana”, en la cual reclamaba la igualdad de derechos para los criollos; Villalba, quien en su “Discurso sobre la mita de Potosí” denunciaba la brutal esclavitud a que eran sometidos los indios en las explotaciones mineras. Y “Del contrato social o principios del derecho político” de Juan Jacobo Rosseau que luego traduciría y prologaría al español, libro que lo determinaría en la elaboración de su diseño democrático.
En 1802 visitó Potosí, conmocionado por la realidad de la explotación que padecían los indígenas en las minas y como fruto de aquella experiencia, escribió su “Disertación jurídica sobre el servicio personal de los indios en general y sobre el particular de Yanaconas y Misarios” donde decía:
“Desde el primer descubrimiento de estas Américas empezó la malicia a perseguir unos hombres, que no tuvieron otro delito, que haber nacido en unas Tierras, que la naturaleza enriqueció con opulencia.” (“Mariano Moreno. Plan revolucionario de operaciones”)
Luego de doctorarse en teología y derecho, durante 1803 y 1804 ejerce su práctica jurídica en el estudio de Agustín Gascón asumiendo la defensa de varios indígenas contra el abuso de sus patrones.
En sus alegatos llegó a inculpar al intendente de Cochabamba. Las presiones llegaron al punto tal, que Mariano Moreno debió regresar junto a su familia a Buenos Aires.
Poco tiempo antes había conocido a María Guadalupe Cuenca a quien desposó y con quien tuvo un hijo al que llamaron Mariano.
En Buenos Aires: defensor de la libertad y la igualdad
En Buenos Aires ejerció como abogado y fue nombrado Relator de la Audiencia y asesor del Cabildo de Buenos Aires.
Su pensamiento independentista y liberal, junto con su astucia retórica y política, se verán reflejados en su escrito “Representación de los hacendados”, el cual además de ser el documento más completo sobre la economía del Virreinato del Río de la Plata, es de una crítica a este régimen económico.
Su carácter pragmático que luego será abiertamente manifiesto, buscaba un objetivo concreto: que se posibilitara el libre comercio con Inglaterra.
“Los apuros se remediarán con dignidad cuando la libertad del Comercio abra las fuentes inagotables del rápido círculo, que tendrán entonces las importaciones y respectivos retornos; libre V.E. de las urgencias que ahora lo afligen y ligan, desplegará en toda su extensión las benéficas ideas que harán memorables su Gobierno, la Metrópoli recibirá cuantiosos socorros, y el País será feliz contando con recursos efectivos, que aseguren interior y exteriormente la tranquilidad.”
El estratega
El gran protagonismo de Mariano Moreno en las acciones revolucionarias se inició cuando el 25 de Mayo de 1810 asumió las Secretarías de Guerra y Gobierno de la Primera Junta.
Entre los cambios que impulsó se encontraban: la apertura de varios puertos al comercio exterior, la reducción de los derechos de exportación, la redacción de un reglamento de comercio y del célebre “Plan de operaciones” sobre los objetivos y estrategias de la Revolución, la creación de una biblioteca pública y el órgano oficial del Gobierno Revolucionario, “Gaceta”. En este escribió alguna vez en uno de los primeros números:
“El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien; él debe aspirar a que nunca puedan obrar mal. Seremos respetables a las naciones extranjeras, no por riquezas, que excitarán su codicia; no por el número de tropas, que en muchos años no podrán igualar a las de Europa; lo seremos solamente cuando renazcan en nosotros las virtudes de un pueblo sobrio y laborioso”.
Las líneas principales de estrategia delineadas en su “Plan de Operaciones” proponían promover la sublevación de la Banda Oriental y el sur de Brasil, mientras se continuaba fingiendo fidelidad a Fernando Séptimo a fin de ganar tiempo; garantizar el apoyo o bien la neutralidad de Inglaterra y Portugal; expropiar las riquezas de los españoles y utilizar esos fondos para crear fábricas y fortalecer la navegación.
La radicalidad de aquello que para Moreno implicaba la Revolución de Mayo, atravesaba las dimensiones de la forma republicana y democrática de gobierno, la política económica antimonopólica y liberal y la igualdad de derechos de los habitantes.
Su posición fundamentada en su convicción, erudición e inteligencia, halló adeptos dentro y fuera de la Junta, creando la denominada corriente marianista. Sin embargo, muchos había que bregaban solamente por un mero cambio de gobierno, ya que existía una clase conservadora ligada comercialmente con España. Entre éstos se hallaba el Presidente de la Primera Junta, Cornelio Saavedra.
La Junta había invitado apenas asumió el gobierno, a las provincias interiores a enviar diputados para conformar un Congreso General Constituyente. Éstos, por maniobras por parte de Saavedra, al arribar a Buenos Aires, se fueron incorporando al Ejecutivo, en vez de formar el Congreso Constituyente. Moreno se opuso, pero Saavedra logró el apoyo de la mayoría conservadora.
Al poco tiempo Moreno renunció al cargo de secretario de la Junta, partiendo luego junto a su hermano Manuel y Tomás Guido en una misión diplomática a Inglaterra enviado por Saavedra. Misión que muchos afirman que fue motivada por éste para desembarazarse de Moreno y debilitar a sus seguidores.
A los días de zarpar en la fragata inglesa “Fama” Moreno se sintió enfermo. Se sabe que el capitán le administró una sustancia de dudosa procedencia, pero no llegó a confirmarse si fue realmente envenenado, aunque muchos indicios así lo sostienen.
El 4 de marzo de 1811, a los 32 años moría Mariano Moreno. Cuando Saavedra se enteró de la trágica noticia, lanzó su célebre frase: “hacia falta tanta agua para apagar tanto fuego”. Los boticarios de la época solían describir los síntomas producidos por la ingesta de arsénico como un fuego que quema las entrañas…
Su hermano Manuel, le escuchó pronunciar estas últimas palabras:
“¡Viva mi Patria, aunque yo perezca!”
Quien podría hoy poner en duda tal sentimiento.
Escribió su pluma alguna vez:
“(…) Aquel Hombre es libre que goza de las clases de libertad que le corresponden en lo físico, en lo moral, en lo religioso y en lo civil. Un Estado es libre cuando es gobernado por la voluntad común de los Individuos que lo componen y cuando cada Individuo regido por el Gobierno que hayan adoptado sus representantes, puede considerarse como Legislador de sí mismo.” (´Manuel Moreno. Vida y obra del Doctor Don Mariano Moreno.´)
Hoy escuchamos este tipo de frases a menudo –aunque sean realmente llevadas a la práctica no tan a menudo- y no pareciera ser algo novedoso, pero ubicados en el contexto histórico debemos admirarnos de la claridad democrática que poseen; y ubica en el presente, debemos admitir que si hoy no nos sorprenden estas afirmaciones es porque hombres y mujeres como Mariano Moreno dedicaron sus vidas a que este presente nos sea posible.
Su muerte temprana, el haber perecido en un momento en que su visión era parte de una minoría, el haber sido un adelantado a su tiempo con ideales que aún no contaban con condiciones de posibilidad de concreción en nuestro país, cada uno de estos elementos ha, probablemente, influido en que la figura de Mariano Moreno haya quedado un tanto relegada en la historia.
Es mi mayor deseo que estas breves líneas, a 200 años de su muerte, hayan revertido al menos por un pequeño instante, su inmerecido lugar casi secundario en la memoria de la labor de independencia de nuestro suelo.


Junio / Julio 2011 - Sivan / Tamuz 5771
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