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Al cumplirse 150 años de sus natalicios: Dos Hombres en la Filosofía Contemporánea
Henri Bergson y Edmund Husserl

Por Moshé Korin
Como el año pasado no recuerdo haber leído ninguna evocación a dos colosos de la filosofía contemporánea, judíos ambos, en la publicaciones de nuestra comunidad, no quisiera que pasen desapercibidos, Bergson y Husserl
Nacidos ambos en 1859, se cumplieron en 2009 los ciento cincuenta años (Sesquicentenario) de su nacimiento. Ambos, judíos europeos, han originado importantes filosofías y con justicia son hoy muy valorados en los más altos círculos académicos del mundo. Tanto el francés Bergson como el alemán Husserl han sido judíos que se han perfilado entre las grandes personalidades del pensamiento que unieron los siglos diecinueve y veinte.

En común
Hallamos asimismo otros tres elementos que podemos considerar comunes a ambos. Uno de ellos, es que tanto Bergson como Husserl son representativos de la filosofía de occidente en particular de la primera parte del siglo veinte, siendo autores que han “dividido aguas”.
Otro aspecto lo encontramos en el concepto de “intuición”, que si bien desde un desarrollo diferente, ocupa un estatus central en la obra de ambos.
Y, un tercer elemento lo podemos encontrar en que, pese a ser la filosofía de cada uno de ellos un aporte original, tanto en uno como en otro caso, fueron fuente de inspiración de muchos autores existencialistas, corriente que con tanto peso incidió en el pensamiento contemporáneo, especialmente a partir de la segunda mitad del siglo veinte. En esta nota, pasaré —muy brevemente— revista a algunos aspectos de la vida y la obra de cada uno de ellos.

BERGSON
Hogar y formación
Nace Henri Bergson en París el 18 de octubre de 1859, en el seno de un hogar judío. Su padre es polaco, se exilia en Francia donde llega a ser un destacado director de orquesta; su madre es irlandesa. En el hogar se mantiene la tradición judaica.
Los primeros estudios (Bachillerato) los realiza en el parisino Liceo Condorcet. Sobresale tanto en las disciplinas humanísticas como en las matemáticas, en las que incluso gana varios concursos.
Apasionado por la filosofía como asimismo por la mecánica, el joven Henri se decide a estudiar la primera de las disciplinas nombradas, siendo a partir de 1878 alumno en la École Normale Supérieure (Escuela Normal Superior) de la capital francesa, donde estudia bajo la orientación de sus profesores Ollé-Laprune y Boutroux, según la tradición kantiana. Aquí conoce también al filósofo Maurice Blondel como al líder socialista Jean Jaurés.

Profesor
Egresado en 1881, Henri Bergson es profesor de filosofía en diversos liceos franceses, inicialmente en el interior del país. Comienza en el Liceo de Angers y luego, a partir de 1883 y por cinco años, es docente en Clermont-Ferrand (ciudad que se halla al oeste de Lyon y al este de Limoges), en el Liceo “Blas Pascal”. Son tiempos en los que toma contacto con la obra de Darwin como así también con los autores británicos de la línea empirista (Hume, Mill) al igual que con el evolucionismo de Spencer y el espiritualismo de su compatriota Maine de Biran. Pronto centrará su obra justamente en la oposición a ciertas nociones de Darwin y del empirismo, como a la noción de evolución en Spencer.
En 1889 se instala en su natal París, donde es profesor en los Liceos “Luis el Grande”, “Henri IV” y el Colegio Rollin.

Conciencia y memoria
Justamente en 1889, obtiene Bergson su doctorado en filosofía, con la exposición oral de dos tesis: una, sobre Aristóteles (en latín) y la otra, que se publica ese mismo año, generando un importante acontecimiento, “Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia”.
En 1891, a los 31 años de edad, se casa con Louise Neuburger, prima de Marcel Proust.
En 1896 publica su segunda gran obra, “Materia y memoria” —producto de largos cinco años de trabajo— donde sale al cruce de los dualismos de la ciencia. Es nombrado Maestro de Conferencias en la Escuela Normal de París en 1897. En 1899 Bergson comienza a dar clases de Filosofía Moderna en el Collège de France, pero la animosidad esbozada por las cátedras oficiales ante los originales planteos, no le permite al profesor Bergson poner un pie en la Sorbonne, la universidad francesa más importante. En el Collège de France inicialmente dicta Filosofía Griega. Y, en 1904 recibe la cátedra de Filosofía Moderna. Aquí es docente durante más de veinte años (hasta 1921) y la institución se prestigia asimismo con la muy reconocida tarea de Bergson, cuyos cursos constituyen, tal vez, el máximo acontecimiento cultural e intelectual en la vida mundana de la “Ciudad Luz” en los años iniciales del siglo veinte.

La risa y la duración
Es en 1900 cuando aparece de su autoría, “La Risa”. Ésta es una breve obra maestra con un muy interesante estudio acerca de la significación de lo cómico, visualizado como una de las grandes pendientes naturales de la risa. Analiza distintos elementos que suelen provocar risa, la que es casi siempre un fenómeno grupal, recordando aquella máxima que dice que “en un teatro es más frecuente la risa del espectador cuando más llena está la sala”. Con lente analítica pasa incluso revista a personajes del arte, como los distraídos de La Bruyére o las situaciones ridículas que se repiten en el “Quijote”.
Señala asimismo que el reír es un comportamiento específicamente humano, que nos diferencia del reino animal.
A partir de sus conferencias, en 1903 se publica su libro “Introducción a la Metafísica”, excelente síntesis donde apela a la búsqueda de la conciencia y dice que la vida humana es como un rollo, que va desenrollándose, desenvolviéndose. El tiempo concebido como duración —captada ésta únicamente desde la intuición— se halla entre los aportes más originales de Bergson. Asimismo, la duración es concebida como un devenir.

La evolución y el tiempo
Sin duda, su obra más trascendente es “La evolución creadora”, que publica en 1907. Ya desde un comienzo, la repercusión de este libro es muy grande en toda Europa. Muchos estudiosos y discípulos van a París a escuchar a Bergson al Collège de France. Asimismo poetas y escritores asisten a sus cursos y conferencias, como —entre tantos otros— Antonio Machado (en 1910) y T.S. Eliot.
Su concepción de la evolución difiere de la del mencionado filósofo y psicólogo inglés Herbert Spencer, en especial porque Bergson plantea la diferencia con el tiempo de la mecánica, y su evolucionismo —a diferencia del de Spencer— se fundamenta en un tiempo-extensión. La evolución es creadora y, para Bergson, no está regida por ninguna finalidad.
Como algunos autores han señalado (entre ellos Edouard Le Roy, uno de los primeros comentaristas de la obra de Bergson), quizá la gran revolución que origina Bergson es justamente al percatarse que el tiempo descrito por los científicos, no “dura”, ya que las ecuaciones sólo expresarían relaciones estáticas entre simultaneidades.
El tiempo real, vivido, no ingresa en las fórmulas científicas porque en éstas sólo vale el registro de aquello que sea susceptible de medir. Esa idea del tiempo elaborada en la mecánica, fue concebida a semejanza del espacio, y Bergson entiende que el tiempo es algo distinto del espacio.
El tiempo visto como un devenir, encuentra una sutil ejemplificación en las melodías musicales: tal como en éstas, la evolución indica que hay notas que contienen a las precedentes y anuncian a las siguientes.

La intuición
Llamado espiritualista por muchos; por otros, vitalista, en especial por su desarrollo del “élan vital” (o impulso vital), al que sitúa más allá de cualquier determinismo y que se hallaría presente en el hombre como en la naturaleza; a su vez, muchos lo llaman “filósofo de la intuición”.
La intuición tiene también asignada un lugar importante en la obra de Husserl (lo mismo que en un filósofo tan diferente como Schopenhauer). Pero veamos siquiera brevemente cómo surge en la obra de Bergson. Es justamente en “La evolución creadora” con la cual Bergson se enfrenta a la tradición empirista y positivista —si bien es respetuoso de la experiencia—, donde podemos entender mejor distintos conceptos de su obra.
Bergson describe los estados de conciencia aprehendidos directamente mediante la introspección, siendo la intuición un acto de conciencia interior, que podemos entenderla como una simpatía mediante la cual uno se inserta en la interioridad de un objeto para coincidir en lo que éste tiene de único (que queda fuera del conocimiento científico). El conocimiento intuitivo es —para Bergson— el conocimiento filosófico “par excellence”.

El instinto y la inteligencia
Para entender bien la noción bersgoniana de intuición es necesario también adentrarse en sus conceptos de instinto e inteligencia. Mientras que el instinto consiste en el empleo de instrumentos naturales (de parte de los animales y del hombre), la inteligencia es una facultad humana desarrollada por el hombre a fin de valerse de instrumentos creados artificialmente (en su competitividad contra la naturaleza u otros seres humanos). Es también muy gráfico cuando ejemplifica afirmando que el instinto halla cosas que nunca ha buscado, mientras que la inteligencia busca cosas que nunca hallará.
Explica también que estamos hechos tanto más para obrar que para pensar.
La intuición, entonces, como verdadera facultad cognoscitiva, implica una fusión entre instinto e inteligencia.
En la comprensión de estos tres conceptos que se escriben con una “i” inicial (intuición, instinto, inteligencia) tenemos gran parte de la filosofía del profesor parisino.

Conferencista
Bergson dicta conferencias en distintos países europeos. Así, en 1911 lo hace en Italia y en Inglaterra. En el primer caso, en la Universidad de Bolonia diserta sobre “La intuición filosófica”, que aparece luego publicada. Mientras que en el Reino Unido, en Oxford trata por vez primera acerca de “la percepción del cambio”.
A partir de 1914, Henri Bergson es miembro de la Academia Francesa de Ciencias Morales y Políticas, con sede en París. Al asumir expone en esta institución sobre “La vida y la obra de Ravaison”, el catedrático cuyo lugar pasa a ocupar. Al estallar la Gran Guerra, además de publicar un opúsculo titulado “El significado de la guerra” (1915), en su tarea como conferenciante Bergson apoya decididamente a la Entente. Ya en la posguerra, entre 1921 y 1925 el profesor Bergson preside el Comité para la Cooperación Cultural de la Sociedad de las Naciones (antecedente de las Naciones Unidas).
Entre sus publicaciones de la época, pueden citarse “La energía espiritual” (1919), una compilación de conferencias previas en las cuales entre otros temas aborda el de la conciencia y la vida, el del alma y el cuerpo; y “Duración y simultaneidad” (1922), donde a la luz de la Teoría de la Relatividad desarrollada por Albert Einstein, Henri Bergson reflexiona sobre el tiempo y el espacio.

Premio Nobel
Brinda conferencias en Londres y en Madrid, al igual que en Nueva York. Muy reconocido, además de ser miembro del Instituto General Psicológico de París, Bergson es el presidente de la Sociedad de Investigación Psicológica Británica (con sede en Londres).
En 1925, el profesor Bergson es un hombre de 65 años de edad, y decide dejar la función en la Sociedad de las Naciones, poniendo fin a su vida pública. Se instala en Auteuil, en las proximidades de París, dedicándose intensamente a la reelaboración de su pensamiento filosófico.
Excelente escritor, en 1928 Henri Bergson recibe el Premio Nobel de Literatura.
En 1930 publica “Lo posible y lo real” y, en 1932, un último libro original —en francés, como el resto de su obra—, “Las dos fuentes de la moral y de la religión”. En este último libro exalta el pensamiento místico y esboza criterios que lo aproximan al catolicismo.
De todos modos, en 1934 se publica de su autoría “El pensamiento y lo moviente”, aunque aquí sólo se trata de una recopilación de obras anteriores (entre ellas, “Introducción a la Metafísica”).
En 1937 enferma seriamente y queda paralítico. Publica una “Carta al Padre Sertillanges”. En 1939, a su vez, publica una “Carta a Daniel Halévy”.

Solidario
Son tiempos muy difíciles con el estallido (septiembre de 1939) de la Segunda Guerra Mundial y la persecución nazi a los judíos, que también se hace cruelmente en Francia cuando este país es ocupado militarmente en 1940, y una parte queda bajo el régimen de Vichy. Este régimen pronazi obliga a los judíos a inscribirse como tales en un registro. Y, pese a que por ser una celebridad francesa, el profesor Bergson es exceptuado de tener que hacerlo, él decide, en solidaridad con sus hermanos judíos, presentarse personalmente: “Quise permanecer entre aquellos que mañana serán perseguidos”, afirma luego. Vemos con cuánta altitud y dignidad Bergson permaneció del lado del sufrido pueblo judío.

Vigencia
A los 81 años de edad, Henri Bergson fallece en París el 4 de enero de 1941. En su testamento había especificado que pese a que conceptual y afectivamente se había aproximado al catolicismo, no adhirió finalmente a éste en solidaridad con sus hermanos de origen, los judíos, perseguidos por el régimen pronazi que ocupa Francia.
Cuando hace algunos años tuve posibilidad de frecuentar círculos académicos franceses, me ha tocado constatar personalmente con cuánto respeto —hasta diríase “unción” se invoca allí a Bergson (apellido que pronuncian afrancesado, con acento agudo en vez del esdrújulo que correspondería)—.
En estos días vemos incluso en vidrieras de librerías porteñas un grueso volumen —en español— en el que participan reconocidos autores de diferentes latitudes, agrupados bajo la consigna “¿Es inactual Bergson?”, donde mayoritariamente demuestran la vigencia de su filosofía.

Influencia
Su obra incide en pensadores como Dewey y Dilthey, como Croce y Ruiz de Santayana. Y si para Bergson la literatura y el arte percibirían mejor que la ciencia, el ser real de las cosas, su obra ha sido motivo de inspiración cuando no el eco, en distintos escritores y artistas. Así, en el ya citado Antonio Machado, quien en su “Poética” afirma que “al poeta no le es dado expresarse fuera del tiempo”; y hasta en el célebre primo de su mujer, Marcel Proust, cuando emprende “En busca del tiempo perdido”. Arnold Hauser en su “Historia Social de la Literatura y del Arte” —libro que actualmente integra la bibliografía obligatoria en tantas universidades del mundo—, recuerda que en la novela moderna y en el cine se emplea la perspectiva bergsoniana del tiempo. Y su obra también es fundamento en la inspiración de pintores como el impresionista Claude Monet, como Marc Chagall y como el mismo Picasso; o en la música impresionista de Claude Debussy.

HUSSERL
Hogar y estudiante de matemática
Nace Edmund Gustav Albrecht Husserl en un hogar judío el 8 de abril de 1859, en Prossnitz, Moravia, en ese entonces bajo bandera del Imperio Austrohúngaro (actualmente, llamado Prostéjov, es parte de la República Checa).
Al igual que en Bergson, también Husserl tiene inicialmente formación matemática, al punto que comienza a estudiar esta disciplina en Alemania, en las universidades de Leipzig (1876) y Berlín (1878). El cambio por Filosofía se da en 1881 cuando Husserl asiste a las clases de Franz Brentano sobre Psicología y Filosofía, en la Universidad de Viena (Austria).
Es aquí que queda admirado por las tesis de este profesor, especialmente por su idea de la intencionalidad como característica fundante de la vida psíquica, ya que cada acto psicológico tiene un contenido, dirigiéndose hacia un objeto.
Se doctora Husserl en 1883 y, en 1887, comienza a desenvolverse en la actividad docente. Casado, padre de familia, judío que no practica la religión y se halla “asimilado” al medio cultural cosmopolita, se deja ganar por la búsqueda académica antes que ninguna otra, siendo absorbido en su tarea como investigador y profesor universitario. Es en el comienzo “Privatdozent” en la Universidad de Halle, donde profundiza también sus estudios bajo la supervisión de Stumpf. De éste y de Brentano toma Husserl la idea de las presentaciones adecuadas e inadecuadas (estas últimas son las de designación simbólica).
En 1891 publica Husserl “Filosofía de la Aritmética” (cuya base esbozó bajo supervisión de Brentano un par de años antes al escribir sobre el concepto de “Número”). En esta primera etapa, Husserl es lógico y matemático.
En 1900/1901, por los mismos días en que Sigmund Freud publica “La interpretación de los sueños”, Edmund Husserl publica sus “Investigaciones lógicas” (en alemán, como toda su obra) donde comienza su polémica contra el psicologismo y el naturalismo.

En Gotinga
En 1906 comienza a dar clases en la Universidad de Gotinga. Es en estos años en que se halla entre sus discípulos Martin Heidegger; también Max Scheler estaría fuertemente influido por el pensamiento husserliano, que incidiría asimismo en gran variedad de autores, como —entre otros— Ortega y Gasset, Jean-Paul Sartre, Merleau-Ponty y Paul Ricoeur.
En 1911 publica Husserl “La Filosofía como ciencia estricta” uno de sus libros capitales. Husserl reconoce en la actividad científica dos imprescindibles exigencias: la fundamentación (que remite a la noción de evidencia) y la sistematización (que conduce a la unidad total del saber). En función de estas exigencias Husserl plantea arribar a la validez permanente del conocimiento que se halla en la esencia de los objetos, y la actitud para llegar hasta aquí es mediante la intuición eidética (capacidad para determinar las cosas), en la actividad fenomenológica. Husserl, además de alzarse contra las actitudes naturalista y psicologista, se sitúa en una postura esencialista, que clama por la contemplación de la esencia de las cosas, las que pueden ser identificadas en función de las leyes sistemáticas que rigen la variación de los objetos en la conciencia.
En este tan importante libro, afirma Husserl que los fines en la vida son de dos especies: para el tiempo, y para la eternidad. Para el tiempo con vistas a nuestra propia perfección y la de nuestros contemporáneos; para la eternidad, implicando a las generaciones más lejanas.
Es así que deslinda a la filosofía científica que postula, de la filosofía de la cosmovisión, ya que apunta justamente a la Filosofía como ciencia y no meramente como un conjunto de saberes. Sostiene que para la conciencia moderna se mantienen separadas las ideas de cultura, cosmovisión y ciencia, siendo más elevados los valores de la ciencia filosófica que los de la mera sabiduría. En este libro la tesis principal es la necesidad de reemplazar las filosofías del pasado —entendidas como filosofías de la cosmovisión— por el propósito declarado de alcanzar la filosofía como ciencia estricta.

Crítica y entendimiento
Por los mismos días de 1911 en los que Bergson pronuncia conferencias en Inglaterra y en Italia, en la publicación académica “Logos” realiza Husserl una crítica al Consejero Privado de la universidad, el reconocido filósofo Dilthey (célebre por su fórmula “la naturaleza se explica, el espíritu se comprende”).
En su artículo Husserl reprocha el historicismo de Dilthey. Si bien para Husserl el ser humano es de naturaleza histórica, ya que adquiere conciencia de sí mismo a través de la filosofía, que es la que aporta la claridad necesaria para brindar sentido a la historia misma.
En el nacimiento del verano boreal (junio/julio) de 1911, Dilthey responde prontamente a Husserl, aclarándole que no lo ha interpretado adecuadamente. Así nace un muy rico intercambio de ideas a través de las cartas, que finalmente aproxima a ambos pensadores. “No creo, estimado Señor Consejero Privado —le escribe Husserl el 29 de junio de 1911— que nos separen en verdad diferencias fundamentales…”. Le dice también en esta misiva que “… me parece que lo que usted combate como Metafísica no es lo mismo que aquello que yo acepto y propugno como Metafísica”.
Y, en su carta fechada 5/6 de julio, Husserl le habla de la exclusión de toda Metafísica de la cosa-en-sí inspirada en Kant “como también de la Metafísica ontológica al modo de Spinoza, extraída de un sistema de ciencia existencial de puros conceptos”, llegando a un entendimiento con Dilthey al concluir esta misiva y afirmar que “… el análisis elemental fenomenológico y el análisis fenomenológico en grande van de la mano de la morfología y tipología de las grandes estructuras culturales iluminadas por usted”.
Incluso Husserl, que por entonces quiere dejar Gotinga, pide a Dilthey que vea la posibilidad de conseguirle un puesto en Tubinga, pero luego de averiguar, éste le responderá que la Sociedad “Emperador Guillermo” —de Tubinga— sólo se halla a abocada a las ciencias naturales.

Segunda etapa
En 1913 aparece de su autoría, “Ideas para una Fenomenología pura y una Filosofía fenomenológica”, lo que implica para Eugen Fink el comienzo de una segunda etapa en la obra de Husserl, diferente de la inaugurada con las “Investigaciones lógicas”. Su intención aquí es la de generar una base epistemológica que convierta a la filosofía en científica. Y esta base la va a hallar en el método que llamará “fenomenológico”, que en cierta medida implica un paso adelante en el trascendentalismo kantiano (también reconoce cierta continuidad con el pensamiento cartesiano). En tanto que la conciencia es siempre conciencia de algo, Husserl plantea la importancia de “volver a las cosas mismas”, pero en verdad alude al objeto que aparece a la conciencia (el fenómeno).
La Fenomenología pura deja de lado cualquier posibilidad de supuestos de naturaleza alguna; aspira, en cambio, a constituirse en una ciencia radical, de principios que realicen el ideal de la autonomía del pensamiento filosófico como fundamento último del conocimiento y de la realidad.
El mundo, por definición, se encuentra presente ante mí y no necesito explicarlo ni por la subjetividad o la objetividad, ni por la inmanencia o la trascendencia. Ya no hay tal separación entre el curso objetivo de la realidad “exterior” ni el subjetivo del pensamiento, por lo cual no hay nada que explicar sino que estamos ante una conciencia que es intencionalidad (el viejo concepto acuñado por Franz Brentano) y presencia inmediata ante el ser.

Intuición eidética
En 1916 Husserl es nombrado profesor titular en la Universidad de Friburgo.
Es el período idealista, y el que Ricoeur, por ejemplo, considera como el más representativo de la obra de Husserl.
La conciencia y la razón, la filosofía y la verdad no están dadas de una vez y para siempre, sino que emergen en el devenir.
La fenomenología sin dejar de ser intuitiva, aspira a la precisión y el rigor, pero no se satisface con lo que le brinda la intuición sensible.
Así, la intuición eidética de Husserl es el fundamento de una doctrina de la verdad y de la realidad a un mismo tiempo intuitiva y rigurosa, como señala el filósofo español Joaquín Xirau.
La intuición eidética en la actitud fenomenológica nos aproxima a la validez permanente del conocimiento que arraiga en la esencia de los objetos. Las esencias no son generalidades abstractas, sino totalidades concretas.

Tercera etapa
En 1929 publica Husserl “Lógica formal y trascendental” —si bien José Ferrater Mora no coincide con que haya etapas tan marcadas en la obra de Husserl, aquí señala Eugen Fink que comienza la tercera y última etapa de la obra de Husserl—.
En 1931 aparece también de la pluma de Husserl, “Meditaciones cartesianas. Introducción a la Fenomenología”.
La Fenomenología trascendental es la verdadera Metafísica, en el sentido de una Filosofía primera, en tanto necesaria base para conceder objetividad y validez al saber filosófico. La Fenomenología muestra, pero no demuestra; en el curso del Análisis Fenomenológico lo trascendente es reducido a lo inmanente.
Para el nombrado Xirau, el estudio de la conciencia en sí misma en la que culmina la filosofía husserliana, es una nueva solución a los tres problemas capitales de la Filosofía: el del ser; el de la conciencia; el de la verdad.
A su vez, para un autor como Ludovic Robberechts el más interesante es el último Husserl, en una etapa en la que desarrolla la oposición entre el idealismo y el realismo. Así, en 1935 desarrolla “La Filosofía como crisis de la humanidad europea” —que quedaría inconclusa— y, en 1937 se conoce su conferencia acerca de: “Filosofía como Autorreflexión de la Humanidad”.

Sitio central
Para un pensador español del calibre de don José Ortega y Gasset —que fuera tan aclamado en sus conferencias de los años veinte y los años treinta en la Argentina— es Edmund Husserl quien ocupa un sitio central en la Filosofía del siglo veinte.
Algunos de sus continuadores ampliaron la formulación fenomenológica en otros sentidos. Y, en este aspecto, Husserl se sintió disgustado con varios de ellos. Así, en una dirección ontológica lo hizo Von Hildebrand; en la Teoría de los Valores ancló Max Scheler; y, en un intento de emparentamiento de la Fenomenología con el Existencialismo anduvo Martin Heidegger. En este último caso, vale recordar que se trata de algo que Husserl ve con desagrado, en particular, teniendo presente que el Esencialismo es lo opuesto al Existencialismo.
La relación con el ya renombrado Heidegger tendría también otras vicisitudes: Ya en los días del nazismo en el poder, su ex discípulo no lo saluda al cruzarse en la calle. Mientras que el oportunismo de Heidegger lo lleva a afiliarse al partido nazi y hasta ser designado rector de la universidad, Husserl —por su origen judío— es cesanteado en la Universidad de Friburgo a poco del ascenso al poder del nazismo.

Legado
Husserl decía que su obra lejos de estar acabada, en realidad consistía apenas en algunos esbozos y apuntes que sólo la están iniciando, para que posteriores investigaciones puedan completarla.
Edmund Husserl muere en Freiburg (Alemania) en el mismo mes de su nacimiento, abril. Fallece el 26 de abril de 1938, días después de cumplir 79 años de edad. A su muerte, sus obras inicialmente son administradas desde el Archivo Husserl, en Lovaina (Bélgica), siendo una editorial holandesa la primera en publicar varios de sus tantos trabajos inéditos. Incluso a su muerte se hallaron varios trabajos muy interesantes, que serían publicados a través de los años.
Ya en septiembre de 1940 comienza a editarse la publicación trimestral de la Sociedad Internacional de Fenomenología. Esta disciplina ha colmado de continuadores de las investigaciones inauguradas por Husserl en aulas y bibliotecas de casi todo el mundo. La influencia de Husserl se aprecia asimismo en las intenciones fundamentales desarrolladas por Heidegger, Merleau-Ponty y De Waelhens; influencia que llega hasta Jacques Lacan —en particular, a través del citado Merleau-Ponty—.
Además de la notable incidencia en la Filosofía, no olvidemos la gran cantidad de psicólogos que adhieren y se identifican con la Fenomenología husserliana (Binswanger, Rollo May, tantos otros). Es ésta una de las posturas más enriquecedoras de la Filosofía y el pensamiento del siglo pasado, y con más posibilidad de desarrollo en el siglo veintiuno.

Tres tiempos
Además de haber nacido en el mismo año, y de haber fallecido con algo más de dos años y medio de diferencia, entiendo que podemos ubicar las vidas de Henri Bergson y Edmund Husserl en tres grandes tiempos, frente a idénticas coordenadas.
Un primer tiempo en el que ambos, nacidos en hogares judíos, inicialmente inclinados hacia las disciplinas matemáticas giran pronto hacia la Filosofía.
Un segundo tiempo, en el cual y con el correr del siglo veinte, la obra de ambos se halla entre los mayores desarrollos de la Filosofía.
Finalmente, un tercer tiempo, en el que en ambos casos (uno propiamente en Alemania y el otro en la Francia ocupada por los nazis), su origen judío va a ser decisivo en sus vidas, ya que la emergencia del nazismo en el poder todo lo va a conformar de acuerdo con el prejuicio, la discriminación, la persecución.
Como podemos actualmente inferir, los días del nazismo precipitan la muerte, tanto de Bergson como de Husserl, quienes por su edad avanzada padecen con especial intensidad la furia antisemita del oprobioso régimen nazi.
Tanto en Husserl como en Bergson es dable preguntarse cómo hubieran continuado su producción en un contexto menos dramático que el del predominio de la Alemania nazi que azota a la Europa de sus últimos años de vida.


Mayo - Junio 2010 / Sivan - Tamuz 5770
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