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AMIA (Nos mintieron a todos) y a todas….

Por Marcelo Lanztein
Nadie espera que los criminales contribuyan al esclarecimiento de los delitos en los que participan. Por el contrario, su actividad tendiente a ocultar o desviar rastros que los incriminan es habitual, natural y previsible. Lo que resulta en cambio escandaloso es que representantes de las víctimas intervengan activamente en el encubrimiento de la verdad”.
Una situación así inmediatamente debería mostrar asombro y perplejidad. Y generar numerosos interrogantes. Con mucha más razón si - como ocurrió tras el atentado a la AMIA - en ese engañoso emprendimiento se articulan dirigentes de la comunidad judía, miembros de un gobierno argentino y de sus servicios de inteligencia, policías corruptos y agentes de países extranjeros.
¿Cómo es posible?; ¿por qué motivo el liderazgo judeoargentino sistemáticamente se ha alineado con los principales acusados de encubrimiento?; ¿qué es lo que los ciudadanos comunes no deberíamos conocer?».
Así comienza la introducción del libro «Brindando sobre los escombros» del periodista Horacio Lutzky que sale a la venta próximamente.
Cuenta el autor que, al perpetrarse los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA, alternaba tareas de su profesión de abogado con la dirección del periódico del ala progresista de la comunidad judía, «Nueva Sión». Además, desde su comienzo a fines de 1994, formó parte de la dirección de noticias de la desaparecida señal de TV «Alef Network», de la cual uno de sus accionistas se convirtió pronto en dueño excluyente: Rubén Beraja, titular del Banco Mayo y presidente de la DAIA en esa agitada etapa.
La férrea censura que rápidamente impusieron Beraja y sus colaboradores en el único canal de cultura judía fuera de Israel - en particular respecto a la temática de los atentados en Argentina - resultó sorprendente, pero aún por entonces inexplicable. Esa irrazonabilidad fue el punto de partida para la larga indagación cuyos resultados se presentan al público en estos días.
«Lo cierto es que, paso a paso, se fue concatenando una larga serie de episodios protagonizados por el establishment de la comunidad judía, hechos que pueden tomarse como mojones y ser unidos mediante una línea imaginaria. La dirección de esa línea muestra un sentido muy claro, definidamente contrario al esclarecimiento completo de lo ocurrido con la investigación de los atentados».
Lutzky fue además hace 10 años consultor ad honorem de la entonces diputada Nilda Garré - actual ministra argentina de Seguridad - en el grupo parlamentario encargado de analizar la causa del atentado a la Embajada de Israel para redactar la acusación de juicio político contra la Corte Suprema menemista (por haber dormido el expediente), asistiendo también como observador designado por la mutual judía durante centenares de horas a las declaraciones tomadas en el juicio oral comenzado en octubre del 2001 por el atentado a la AMIA. Lutzky tuvo acceso a constancias de los expedientes y a buena parte de los protagonistas de los procesos judiciales. Para iniciar la investigación que presenta, el autor señala que el «pacto faustiano» de silencio pudo haberse explicado originalmente por los negocios del Banco Mayo, presidido por el titular de la DAIA Rubén Beraja, con el gobierno de Menem. Pero, ¿por qué entonces persiste el silencio y la complicidad, cuando el banco no existe más y cambiaron los dirigentes, tanto a nivel nacional como comunitario?, se pregunta. ¿Por qué la dirigencia de las instituciones judías centrales insiste en proteger a acusados de encubrimiento respecto de los atentados? ¿Por qué Estados Unidos presionó para que no se indague sobre las irregularidades de la investigación? ¿Y por qué el Estado de Israel apoyó el silenciamiento de la mecánica de lo ocurrido? El Banco Mayo no alcanza para explicar todo ello, como tampoco los negocios particulares del embajador de Israel Yitzjak Avirán, afirma.
Para desentrañar lo ocurrido - propone - es necesario ir hacia atrás. «Revisar la historia de acuerdos clandestinos entre israelíes, argentinos e iraníes, que llegan hasta los mismos días de los atentados en Argentina, la trama argentino-israelí de venta de armas, el factor nuclear, el involucramiento de la dirigencia judía argentina y de un embajador de Israel en los negocios del menemismo, el encandilamiento con las promesas de Carlos Menem de lograr la paz en Oriente Medio mientras generaba las condiciones para las masacres terroristas en la ciudad de Buenos Aires. El libro plantea una interacción entre lo nacional y lo internacional sin la cual es imposible comprender la realidad argentina desde los años 90 y hasta la actualidad, incluidos los más grandes atentados terroristas de su historia. ¿Se habría podido orquestar el encubrimiento sin sumar además la complicidad de la dirigencia comunitaria judía en episodios tan sensibles internacionalmente como lo fueron los más grandes atentados antisemitas en el mundo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial?, pregunta en un tramo el libro. «¿Y sin el visto bueno norteamericano e israelí?. Decididamente no». El libro se aboca entonces a investigar y exponer suficientes motivos como para justificar gigantescas maniobras de distracción como las que se perpetraron, algunas de cuyas secuelas serán objeto de examen en el juicio oral y público por la desviación de las investigaciones que se desarrollará en Buenos Aires dentro de pocos meses, y que tiene entre sus procesados a un ex presidente de la DAIA.«Brindando sobre los escombros» cuestiona duramente el tipo de vinculación existente entre Israel y la comunidad judeoargentina y analiza los sucesos actuales a la luz de los intereses de Israel y del establishment judío durante la dictadura militar argentina y en la frustrada investigación de los atentados. Sostiene en un tramo:«Desde la llegada de Ahmadinejad a la presidencia de Irán no ha cesado de escalar la tensión entre dicho país e Israel, Estados Unidos y las colectividades judías del mundo. Las reiteradas amenazas de líderes iraníes de borrar de la faz de la Tierra a Israel, y los amagues del Estado judío de atacar a Irán para intentar abortar sus planes de desarrollo nuclear afectan al mundo entero. Argentina, además, ha denunciado en varias oportunidades la falta de colaboración de la República Islámica con los requerimientos de la Justicia de nuestro país sobre funcionarios iraníes acusados de participación en el atentado a la AMIA, que en 1984 causara 85 muertes y cientos de heridos. Es difícil encontrar en la actualidad enemigos más encarnizados que Irán e Israel, lo que a su vez arrastra al conflicto, voluntaria o involuntariamente, a las comunidades judías latinoamericanas y europeas, sumamente expuestas. Su natural adhesión y simpatía con la existencia y los logros del Estado judío han sido históricamente manipuladas por los gobiernos israelíes de turno para obtener un apoyo a las políticas de cada momento, incluso aquellas que son repudiadas por amplios sectores de su propia población. El alineamiento acrítico y la obsecuencia generalizada de la dirigencia de la colectividad judía han sido la nota habitual en las últimas décadas, actitud motivada muchas veces en viajes, honores y prebendas, más que en convicciones ideológicas o políticas. Por su parte, los representantes oficiales israelíes suelen reclamar el alineamiento de la diáspora ante cada crisis. Como ejemplo reciente menciona que cuando el abordaje israelí a la flotilla de bandera turca que pretendía romper el bloqueo a Gaza finalizó la noche del 31 de mayo de 2010 con nueve muertos en uno de los barcos, Rafael Eldad - quien fuera embajador de Israel en Argentina y recientemente asumiera como subdirector adjunto de la Cancillería israelí - apeló al apoyo de las comunidades judías de todo el mundo hacia Israel: «Pidió que ese apoyo fuera activo: 'no es suficiente que se expresen a favor, necesitamos que salgan a la calle, a los medios y defiendan a Israel, cada uno en su ámbito también'. Es lo único que esperan los emisarios israelíes: apoyo incondicional, y ningún cuestionamiento». Lo cierto es que hay temas que en las conducciones comunitarias constituyen un tabú - plantea -, y que para los dirigentes no merecen ser siquiera mencionados. Entre ellos, la existencia de intereses distintos entre Israel y las diversas comunidades judías. Divergencias que si fueran debidamente asumidas permitirían un diálogo adulto y no una mera relación subalterna a las necesidades del Estado judío».
En al menos dos oportunidades esa contradicción de objetivos afloró trágicamente en la Argentina, donde centenares de víctimas fueron producidas entre judíos argentinos. En primer lugar, durante la última dictadura militar argentina de 1976 a 1983, autodenominada «Proceso de Reorganización Nacional», a la cual Israel le vendió muy importantes cantidades de armas, mientras la represión afectaba desproporcionadamente a miembros de la colectividad judía en relación al porcentaje de judíos en la sociedad argentina.
La segunda oportunidad, señala, se prolonga hasta la actualidad, con los atentados y el encubrimiento de la colaboración en los mismos de sirios allegados al presidente Menem, a Al Kassar y a la familia Al Assad - la «pista Siria» -, así como de las redes de contrabando de armas y explosivos en las que participaban agentes iraníes que actuaban en esos momentos en Buenos Aires. Uno de ellos, alojado por entonces nada menos que en un inmueble de propiedad de un presidente de DAIA que aparece en la foto de tapa brindando con el jefe policial (Palacios) hoy procesado por desviar las investigaciones.

*La foto de dirigentes de DAIA( con su actual presidente Aldo Donzis entre ellos) y la cúpula policial de entonces, fue primicia ( noviembre 2001) en LA VOZ y la opinión con el titulo “Brindando sobre los muertos”, (ver www.lavozylaopinion.com.ar) adquirida en Telam y publicada oportunamente, por el autor de la nota, el periodista Daniel Schnitman


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