LA VOZ y la opinión


Periodismos Judeo Argentino Independinte
Cien Años De Antisemitismo En La Argentina (Capítulo Veintiuno)
"Hitler y Mussolini no son nuestros enemigos y Petain es un soldado de Cristo"

Por Herman Schiller
pds@cvtci.com.ar
Al promediar la década del treinta, y frente a la inminencia en Europa del choque entre nazis y antinazis, la Iglesia católica argentina, una de las más reaccionarias del mundo en aquel entonces, adhirió abiertamente a las "potencias nacionales" que combatían al comunismo; y, por ende, fue un factor preponderante en la campaña antisemita de la época, cuando los fascistas criollos, junto a los sectores más derechistas del clero y, por supuesto, con el empuje de las fuerzas alemanas que en estas latitudes ejercían una enorme gravitación, acusaron al conjunto de los judíos de ser los inventores, promotores y financistas de la "subversión marxista, atea y apátrida".

La enorme efervescencia social que siguió al golpe fascista del 6 de septiembre de 1930 encabezado por el general José Félix Uriburu, hizo entrar en pá-nico a las clases altas argen-tinas, particularmente la oligarquía agroexportadora, la Iglesia y las Fuerzas Arma-da, obsesionadas con lo que consideraban como una in-minente revolución soviética al estilo de la que habían producido Lenin y los su-yos en Rusia allá por 1917.
Todos esos factores de poder, y el sesgo impulsor de buena parte del conjunto católico, abrieron sus brazos de par en par para re-cibir el avance arrollador de las fuerzas totalitarias de de-recha que repudiaban el par-lamentarismo democrático y pregonaban un Estado au-toritario de jerarquía y or-den con capacidad para impedir cualquier intento "subversivo de la plebe". Un Estado, en síntesis, aristocrático y represivo, que tuviera el coraje de en-frentar operativamente las "ideas disolventes" encarnadas en la pasión por la justicia social de las masas de inmigrantes desplazadas desde la lejana Europa ha-cia estas latitudes.
En medio de esa ordalía de referentes fascistas y xenófobos se entrecruzaban intelectuales ultracatólicos como Charles Maurras, los hermanos Irazusta o mon-señor Gustavo J. Frances-chi con las máximas figuras "nacionales" del Viejo Con-tinente como Hitler, Musso-lini, Oliveira Salazar y Fran-co, que habían logrado co-nectar sin escrúpulos la po-lítica con la criminalidad. Y en medio de esa ordalía, los sectores hegemónicos argen-tinos promovieron indisi-muladamente la lucha para aplastar el levantamiento obrero y los grandes males, los "Anticristo", que hací-an peligrar el destino de la Patria y la égida de Dios sobre la Tierra: el comunismo, el judaísmo, la masone-ría, la democracia.
Por eso, como deriva-ción obvia de las grandes movilizaciones populares de aquellos años (como la huelga de los obreros pe-troleros de Comodoro Riva-davia en 1932, que fue furio-samente reprimida durante quince días de combate; o la primera gran huelga de los frigoríficos, que produjo numerosas redadas de la policía con el saldo de 400 trabajadores presos; y los demás movimientos, liderados entre 1930 y 1935 por el Comité de Unidad Sin-dical Clasista, que generó muertos, heridos y centena-res de encarcelados), se in-crementaron simultáneamente las campañas antise-mitas desde distintos ángulos del poder.
Campañas que, al promediar la década del treinta (y en una sociedad como la argentina donde la Iglesia católica, desde sus propias cúpulas, no tenia empacho en adherir a las "potencias nacionales que combatían al comunismo"), seguían manteniendo un doble discurso: por un lado, "des-nudar a los judíos como los promotores y financistas principales de la subversión atea y apátrida"; y, por el otro, tratar de des-prestigiar las ideas socialistas con argumentos confesionales y racistas que el poder suponía que podían penetrar mejor en las ma-sas. Sobre todo en aquellos sectores surgidos en consonancia con la realidad cambiante, verbigracia los hijos de inmigrantes que ya ha-bían nacido en el país y es-taban sujetos a pautas culturales distintas a las de sus padres, así como también los criollos que habían llegado desde las lejanas provincias a la gran urbe portuaria tentados por el impulso industrial que se estaba desarrollando en esos momentos para sustituir el cierre de las importaciones.
Esta escalada antisemita, que por momentos alcanzó ribetes de extrema gravedad, se exacerbó des-pués de dos acontecimientos clave de aquella época: el XXXII Congreso Euca-rístico Internacional, presidido en 1934 en Buenos Aires por el legado papal cardenal Eugenio Pacelli, el futuro papa Pío XII; y la ola sangrienta de "purgas" que Stalin, para deshacerse de quienes habían participado en la Revolución de Oc-tubre, desató en la Unión Soviética hacia 1936.
Ambos hechos –la súbita levantada de cabeza de la Iglesia católica argentina, cuando venía de derrota en derrota sin esperanzas de conquistar a las masas obre-ras, y los crímenes del stali-nismo, que desconcertaron a no pocos revolucionarios en el mundo, regalándole buenos argumentos a la reacción–, estimularon a las fuerzas fascistas e hicieron acrecentar las acciones y la propaganda antisemita, particularmente en un país como el nuestro donde se había instalado desde hacia mucho tiempo el antise-mitismo de Estado.

"EL JUDÍO SIN CARETA"

En un contexto situacional de tal naturaleza, cuando el proceso de desa-rrollo industrial continuaba en ascenso, pero, a la vez, también aumentaba la re-beldía social producida por la miseria, ya que los trabajadores, pese al aumento de la plusvalía, no tenían acceso a esa euforia de las clases altas (al punto que a fines del ´35 y principios del ´36 se produjo uno de los he-chos de mayor repercusión en la historia del movimiento obrero argentino, la huelga de los obreros de la construcción, que rápidamente derivó en huelga general por tiempo indeterminado, salvajemente reprimida por el gobierno del general Agustín P. Justo); en ese contexto, decíamos, la Igle-sia, ávida por desviar el fuerte descontento popular hacia el chivo expiatorio más a mano, auspició la impresión, a través de sus personeros, de millares de ejemplares del clásico "Los protocolos de los sabios de Sión", aquel célebre libelo calumnioso que, en tiempos del zar, había aparecido por primera vez en Rusia hacia 1905, "revelando" las pretensiones judías de conquistar el mundo a través de los medios, las finanzas y, por supuesto, la subversión re-volucionaria.
En la versión argentina, difundida primero en parroquias y cuarteles pero ex-tendida luego a otras esferas más amplias, se incluía un epílogo sin firma, aunque siempre se sospechó que pudo haber sido escrito por el propio Franceschi, o sea el director de la revista "Criterio", órgano oficioso de la Iglesia, que decía, en-tre otras cosas, lo siguiente:
"Todo lo que ha pasado después de la publicación de los "protocolos": la guerra mundial, el derrumbamiento de los tronos de Rusia, Austria-Hungría, Alemania, Espa-ña; el caos, objetivo deseado por los judíos y pro-yectado desde hace 200 años; la crisis, de la cual sufre todo el mundo y también cada uno de no-sotros; todo esto aparece hoy con claridad tan terrible que ya no hace falta explicar por qué traducimos y publicamos los Pro-tocolos de los sabios de Sión. Esperamos que su publicación haga abrir los ojos sobre los peligros del judaísmo y nos haga to-mar las medidas definitivas para extirpar de nues-tro seno a los judíos que pretenden aniquilar nues-tro concepto de nacionalidad y nuestro credo (....). Los judíos implantaron el bolchevismo en Rusia y la dirección de la propaganda revolucionaria comunista en el mundo ha sido confiada preferentemente a los judíos. Ellos manejan el capital mundial y la subversión revoluciona-ria. La plutocracia capita-lista y el comunismo apá-trida son inventos judíos para controlar el destino de la humanidad. El bol-chevismo en Rusia representa el primer gran en-sayo, tan gigantesco como brutal y sangriento, para realizar los planes judíos que vemos expuestos en los ´Protocolos´. El bol-chevismo creado por el judaísmo internacional e-quivale al aniquilamiento de todo valor cultural en lo económico, social y na-cional (...). Esa es la esencia del paraíso del obrero y campesino destinada a servir los designios escla-vistas del judaísmo. El bolchevismo niega toda religión. Por eso el 6 de octubre de 1935, la cancillería alemana, que tan buena obra está realizando para combatir la peste judeo-comunista, denunció el exterminio en Rusia de unos 40000 sacerdotes. Casi todas las iglesias del cristianismo ortodoxo fue-ron demolidas, cerradas o destinadas a clubs, cines, silos, etc. Esta es una tarea llevada a cabo fundamentalmente por los judíos que dirigen ese pestilente régimen ateo (...). Estos ´Protocolos´, que desnu-dan los verdaderos objetivos judíos, han sido leídos por todos los hombres de Estado y los pueblos del mundo. ¿No tendría que exclamar toda la hu-manidad su protesta e in-dignación contra los ju-díos, formando un frente único contra esa amenaza contra la civilización hu-mana que representan el judaísmo y el comunismo? Hasta ahora no se ha hecho nada, absolutamente nada. Sólo Alema-nia está despertando del largo letargo, pero los burgueses indiferentes sólo se darán cuenta del peligro inminente cuando sean arrastrados por la ola sangrienta del comunismo y del judaísmo y sufran la misma horrible suerte co-mo esos millones de víctimas en Rusia (...). Buena parte de los gobiernos de Occidente pacta con los Soviets porque esos go-biernos están profundamente invadidos por el domino del capital judío internacional. Sión no es-catima ni el dinero, ni los medios que crea necesa-rios para conducirle a su finalidad. En nuestros días todos los gobiernos del mundo están, cons-ciente o inconscientemen-te, sometidos a las disposiciones de ese Súper-Go-bierno de Sión, porque todos los valores están en sus manos, ya que todos los países son deudores de los judíos por sumas que nunca podrán pagarse. Todos los negocios, la industria, el comercio, así como la diplomacia, están en manos de Sión. Por me-dio de sus fabulosos capitales ha conseguido sujetar a todas las naciones. A fuerza de propagar y mantener la educación so-bre bases puramente ma-teriales, prescindiendo de las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, los ju-díos han cargado con pesadísimas cadenas a los gentiles, que los sujetan a su Súper-Gobierno. La verdadera libertad nunca podrá existir allí donde Sión pueda utilizar su pa-lanca formidable, el oro, para gobernar al populacho y dominar la parte masiva de la sociedad (...). Sin embargo aún no es tarde. Lo vemos en el ejemplo de la Italia de Mussolini que aplastó por completo el comunismo en su país, aun más en el ejemplo de Alemania que estaba por ser arruinada e invadida por la ola judeo-soviética y que en el último momento, por el despertar nacional liderado por Adolf Hitler, único y genial, consiguió desha-cerse de sus oprimidores del judaísmo y del comunismo (...). Para nosotros tampoco es tarde, si apro-vechamos la lección de lectura de estos secretos de los judíos y de los tantos trastornos que sufri-mos; si todos vemos con toda claridad la invasión judía y su inminente peligro para nosotros y para nuestros hijos; si todos los pueblos se libraran de la influencia judía desmora-lizadora, eliminando a los hebreos de todos los pues-tos importantes; si todas las naciones terminaran de una vez con la agita-ción comunista soviética de los judíos, verdaderos perturbadores de la paz entre las naciones".
Este mamotreto, que hoy parece delirante pero que en aquellos años era el lenguaje común de casi to-das las derechas, circuló por millares en nuestro medio, allá por la segunda mitad de la década del treinta. Fue rotulado "El judío sin ca-reta" y algunos curas como Virgilio Filippo y Julio Meinvielle le dieron mucha difusión; e, inclusive, sirvió de texto obligatorio en algu-nos colegios confesionales.
El pánico por la posibi-lidad de una revolución marxista de las masas era muy grande en los sectores encumbrados y había que utilizar cualquier medio para frenar la marea roja.

AGENTES DEL IMPERIALISMO INGLÉS

Las fuerzas fascistas de la Argentina no acusaban a los judíos de ser solamente los portadores del "virus comunista". También apro-vecharon la concreción del odiado pacto Roca-Runci-man (en 1933) para arremeter contra el judaísmo como "los verdaderos dueños del imperialismo inglés".
El gobierno de Agustín P. Justo, a través de su vi-cepresidente Julio A. Roca (hijo), había suscripto en Londres un acuerdo leonino que sólo favorecía a los grandes exportadores de la oligarquía vacuna, ya que garantizaba la exportación de una cuota muy grande de carnes a Gran Bretaña a cambio de una serie de tratos preferenciales para las empresas británicas que consolidaban así su instalación en la Argentina.
El tratado suscitó enor-mes críticas en casi toda la oposición por haber entregado nuestra economía a los intereses de Inglaterra. Y los sectores nacionalistas y católicos acusaron a los judíos de ser los verdade-ros beneficiarios del pacto, "porque ellos –como lo se-ñalara uno de los tantos volantes puestos en circulación desde los ambientes de la ultraderecha eclesiástica- son los que en realidad manejan la banca inglesa a través de los Rotchild y los Baring Bro-thers".
A principios de la Se-gunda Guerra Mundial, concretamente en 1940, cuando parecía que Alema-nia estaba ganando, porque ya se había rendido París y los nazis iban por Londres, la inefable "Clarinada" lle-gó a decir que "Inglaterra no se cayó todavía por la ayuda tenaz de los ju-díos". Y agregó, mezclando todo como en una ensalada y en el mejor estilo fascista de la época: "El imperio inglés, agonizante, sigue aún, porque el comunismo judío, ramificado en mil direcciones, está haciendo lo imposible por impedir la caída. Pero, como suce-dió en la heroica Francia de Petain, no lo conseguirán porque la Luftwaffe no se vende ni se alquila a los espurios intereses judíos, que son los mismos intereses que vienen poniendo de rodillas la economía argentina. Por algo el Co-mité Israelita de Ayuda a Gran Bretaña acaba de enviar desde Buenos Aires 30000 pesos al British Patriot Fund".
Esta llamativa simbiosis pergeñada por las alas más derechistas del nacionalismo argentino se llamó a si-lencio en el bienio 1946-48, antes de la proclamación del Estado de Israel, cuando los judíos combatían a los británicos que ocupaban Pa-lestina, pero reapareció brutalmente después de la gue-rra de Malvinas de 1982, cuando en distintas manifestaciones se coreó la con-signa "Judíos, ingleses, los mismos intereses".

"EN DEFENSA DE ITALIA Y ALEMANIA"

Y ya que hablamos de volantes, que ha sido (y sigue siendo) un medio muy fuerte para llegar a las masas, nos ha llegado uno de aquellos años que no tiene desperdicio.
No podemos saber exac-tamente cuándo fue impreso, pero por su título ("En defensa de Italia y Alema-nia") y por su contenido (de clara defensa de los regíme-nes de Hitler y Mussolini), es posible suponer que se originó en las vísperas de la contienda.
Estaba suscripto por la "Unión de católicos nacio-nalistas en defensa de la Patria" y vale la pena re-producirlo textualmente por-que resulta inequívocamente representativo de la Argen-tina de aquellos años de fraude, miseria, represión y fascismo:
"La pasquinaría popu-lar e izquierdista, comunista y judaizante, viene realizando una intensa campaña para desprestigiar a la Nación alemana y a Italia, como así también contra sus regímenes sociales.
"Judíos infiltrados en todo el aparato del Estado, como el repulsivo diputado Enrique Dickman, y la Sección Argentina de la Internacional Comunista, están tratando de caldear el ambiente argentino y preparar el clima belicista, a fin de colocar a nuestro gobierno en situación difícil frente a la inminencia del conflicto mundial.
"Los judíos y los co-munistas pretenden que dejemos de ser neutrales y se ha llegado al colmo de constituir una Comisión Investigadora de Activi-dades Antiargentinas, en la que han figurado y fi-guran muchos judíos que han militado en los orga-nismos colaterales del Partido Comunista. Por eso es natural que no se hayan investigado ni una sola de las verdaderas ac-tividades antiargentinas, que son las que realizan solapadamente el judaísmo y el comunismo.
"Italia y Alemania no son nuestros enemigos ni quieren someternos como sí lo pretenden los comunistas y los judíos. La po-licía de la Capital tiene un enorme fichero de judíos y militantes comunistas, con sus voluminosos y respectivos prontuarios, verda-deros delincuentes socia-les que con la mayor frescura y desembozo, se pa-sean por nuestras calles, dan conferencias, hacen gestiones ante los poderes públicos, ocupan tribu-nas, sin que nadie, absolutamente nadie, los mo-leste. Pero, ¿cómo van a molestarlos si son ´antinazis´?
"Se ha llegado, pues, a dividir odiosamente a los argentinos, a punto tal que los llamados ´antinazis´ han olvidado por completo el zarpazo que quiso darnos Inglaterra en 1806 y 1807 y el robo inaudito que nos hicieron en las Islas Malvinas. Por nada se acuerdan de la explotación que realiza en nuestro país el imperialismo judío-yanqui-británico con sus empresas ferrocarrileras, teléfonos, luz eléctrica, etc. Y es natural. ¿Cómo van a mentar la soga en la casa del ahorcado? Si la casta de hombres de nuestra política demo-crática vive y se enriquece a expensas de esta explo-tación que realiza el imperialismo judío-yanqui-bri-tánico.
"Los argentinos llamados ´antinazis´ o simplemente ´democraticos´, ven como la cosa más natural del mundo que, desde afuera, se organicen ´boycots´ y la ruina de comerciantes argentinos que, con toda legitimidad, se atreven a comerciar con nuestros hermanos ita-lianos o alemanes. Las llamadas listas negras han sido confeccionadas por judíos y comunistas en perjuicio de quienes no se someten al oro de las plutocracias gobernadas por Sión y por Moscú.
"Se ha llegado al col-mo de incluir en esas listas negras a dos barcos ar-gentinos pertenecientes a la flota del Estado, el ´Ma-dryn´ y el ´Comodoro Ri-vadavia´. ¿Su delito? Lle-var mercaderías a los go-biernos de Hitler y Musso-lini, con quienes mantene-mos cordiales relaciones. Y esta aberrante violación de nuestra soberanía no mereció ni una mísera pa-labra de critica de nuestra prensa seria copada por los judíos.
"Este odio sembrado por el judaísmo, que como ya lo hemos dicho, maneja en nuestro país, como en todos los países del mun-do, a la masonería y al comunismo, ha logrado producir rencillas y divisiones en la familia argen-tina, inclusive en el campo católico, donde apareció un minúsculo grupo de sa-cerdotes y laicos que pretendían introducir cuñas en nuestra hermandad con Berlín y Roma.
"Argentina despierta: no dejemos que nos go-biernen más ni los judíos ni los comunistas.
"Viva Alemania, viva Italia, viva Argentina. Vi-va la lucha en todo el mundo contra el judaísmo internacional portador del veneno comunista".

"PETAIN, SOLDADO DE CRISTO"

Representantes de la clase alta argentina solían viajar con frecuencia a Eu-ropa para entrevistarse con los jerarcas del fascismo y del nazismo.
Uno de ellos, Juan Car-los Goyeneche, dirigía la revista católica "Sol y lu-na" y, como lo señalara el escritor italiano antifascista Loris Zanata en su muy documentado libro "Del Estado liberal a la nación católica (Iglesia y Ejército en los orígenes del peronismo, 1930-1943)", publicado por la Universidad de Quilmes a fines del siglo veinte, el susodicho Goye-neche "cultivaba íntimas relaciones con la embajada fascista".
Antisemita militante y declarado, Goyeneche enca-bezó en 1942 una misión argentina a Europa, recibida con gran calidez por Fran-co, Mussolini y Ribentrop.
Pocos días después, con fecha 6 de abril de 1943, Goyeneche le envió una carta muy fraternal al Duce para transmitirle "la solidaridad de todo el catolicismo argentino" y exaltando todo lo que "Musso-lini hace" a favor de la ca-tolicidad como fundamento de la civilización latina en la América hispana.
La cúpula de la Iglesia legitimó a los muchos Go-yeneches del campo católico (por algo el general Eduardo Lonardi lo in-corporó en 1955 al gobierno de la llamada "Revolución Libertadora"), porque bue-na parte de los jerarcas de ese credo apoyaban con entusiasmo a todos aque-llos que en Europa "estaban combatiendo al co-munismo". Poco pareció importarles los crímenes que nazis y fascistas estaban cometiendo contra los civiles inocentes, principalmente los judíos, al punto que los católicos argentinos (tal como los subraya Loris Zanata en el citado libro) designaban al mariscal colaboracionista Phillipe Petain como "soldado de Cristo" por haber restaurado la cristiandad en Francia con ayuda de la invasión nazi.
En aquellos días, de ex-tendida propaganda antisemita en las iglesias y co-legios confesionales, solían repartirse (en la calle, en los atrios, inmediatamente des-pués de misa) octavillas y, a veces, opúsculos con escritos de marcada hostilidad hacia los judíos. Esos textos tenían, por lo general, origen en la pluma envenenada de los ya mencionados curas Meinvielle y Filippo.
He aquí uno de los tantos ejemplos:
"El judío podrá ser y es bueno dentro de su pueblo. Sus costumbres son generalmente intacha-bles y laudables. Pero con respecto a otros pueblos, aunque viva dentro de ellos, es un enemigo hi-pócrita que está acechando en la sombra contra los que le brindan hospitalidad. Es un enemigo que acecha. Y así como un día enjuició a Cristo, lo in-sultó y escupió y lo entregó a los gentiles para que fuese clavado en la cruz, así desde entonces su úni-ca razón de ser y su única preocupación es destruir al cristianismo".
(...) "¿No quieren los cristianos ser víctimas de la perfidia judía? Dejen de frecuentar a los judíos; no se entreguen a los vicios y así no tendrán necesidad de recurrir al prestamista judío, ni a los teatros judíos, ni a los mo-distos judíos, ni a las re-vistas judías, y no tendrán mañana que aguantar toda la nefasta influencia que ejerce el judaísmo para modificar la menta-lidad cristiana. Ni tendrán que pensar a lo judío en teología, en filosofía, en historia, en política, en economía, ni en todas esas cosas que la prensa judía y las universidades, escuelas y bibliografías judaizantes han contribuido a distorsionar nuestra moral natural y nuestra esencia cristiana. La única tarea que nos queda es liquidar y extirpar de raíz la acción mortífera de los ju-díos en la sociedad liberal que engendró la revolución francesa, el materia-lismo ateo del marxismo y la siniestra dominación judía en la aberración del comunismo".
Mientras tanto, en esos últimos tramos de la década del treinta, el poder de Ale-mania –político y económico– fue creciendo en la Ar-gentina a pasos agigantados.
Esto se reflejó en primer lugar en la fundación de gran cantidad de firmas comerciales alemanas. De 1929 a 1938 se crearon 84 sociedades anónimas con un capital total de 300 mi-llones de pesos.
La fundación de la ma-yor parte de estas nuevas sociedades –según lo testimonian Pablo J. Reid, Patricia A. Toni y Rafael H. Bolasell en su interesante libro "La infiltración nazi en la Patagona"–, se efectuó entre 1935 y 1938. En el sector energético, en la industria química y en la construcción, se invirtieron importantes capitales alema-nes. La A.E.G. y Siemens-Schukert ya tenían en ese momento en la Argenti- na posiciones que represen-taban un valor de 1000 millones de pesos.
Todo este enorme po-tencial económico, así co-mo también la participación directa de la embajada alemana a través de subvenciones y regalías, coadyuvaron a ahondar la propaganda antijudía en nuestro país. Propaganda que, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial –y, obviamente, en los años posteriores, sobre todo cuando muchos suponían que el nazismo pondría de rodillas a los países que se le opusieran–, alcanzó aquí, en la Argentina, niveles de paro-xismo y ferocidad.•
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Julio de 2003
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