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DAIA: Descarado pedido
Que la Corte mantenga la causa…

Por Juan José Salinas
Quieren que la causa Nisman duerma como la de la Embajada de Israel
Los dirigentes de la colectividad judía (que hace rato han dejado de representar a la mayoría de los argentinos judíos) tuvieron el tupé de publicar en los principales diarios una solicitada en cuyo quinto punto piden que la Corte Suprema tome las riendas de la investigación abierta por la muerte del fiscal Alberto Nisman.
Es un pedido de un descaro inconcebible, que sólo puede pasar sin ruido ante gentes muy distraídas, desmemoriadas o lobotomizadas, ya que la Corte es la responsable de la larga hibernación de la causa de la Embajada de Israel (17 de agosto de 1992, 22 muertos) que no registra el menor movimiento desde 1999, hace casi 15 años.
Desde dos años antes, la causa está en manos (o, más bien, podría decirse que debajo del traste, ya que parece sentado sobre ella) del secretario especial Esteban Canevari, el equivalente de Nisman, que ocupa con sus subordinados oficinas en el cuarto de piso del palacio de tribunales, hacia la calle Talcahuano.
A diferencia de Nisman, al que le gustaban los focos y las cámaras, Canevari se diría que desde el mismo momento de su nombramiento, ha pasado a la clandestinidad. Entonces aguarde esperando para conocerlo un par de horas sin que (a pesar de haber trabajado en la investigación por cuenta de la propia AMIA) hasta que otro empleado me dijo que desistiera, que no me iba a recibir.
Desde entonces la causa se encuentra en un limbo. Alguna vez Canevari anunció que pediría la captura de un colombiano, un tal Salman al Reda hermano de otro colombiano al que había pedido la captura Nisman, pero luego no hubo noticias.
Desenterrar esta causa y unificarla con la de la AMIA a causa de su evidente conexidad es una prioridad. La demolición de la AMIA fue una versión perfeccionada del bombazo contra la Embajada, dónde cualquier observador imparcial puede darse cuenta rápidamente de que no hubo una camioneta-bomba (sino, apenas, una camioneta -en este caso, una F-100- señuelo) y que la bomba explosionó adentro. De exhumarse la causa también podrá comprobarse rápidamente que aunque hubo pistas que apuntaban a Irán, estuvieron tan evidentemente plantadas que, a pesar de las presiones, los ministros de la Corte desistieron de seguirlas.
De la nula voluntad de Canevari de investigar baste decir que el Telleldín de la Embajada, Roberto Barlassina, jamás fue molestado (curiosamente, ningún medio tuvo la curiosidad de entrevistarlo y mucho menos de fotografiarlo) a pesar de que su relato de como se desprendió de aquella Ford F-100 (de propiedad de un fotógrafo de la Policía Federal) era manifiestamente falso. Barlassina dijo que tenía su negocio de la avenida Juan B. Justo cerrado por vacaciones, pero que aquel sábado por la mañana lo había abierto para pintar sus paredes, ocasión en que entró un hombre con un gorro encasquetado y anteojos oscuros que presentó un DNI con un número superior a los 40 millones (vale decir, de extranjero) y el nombre homónimo al de un corredor brasileño de Fórmula 3 que la compró pagando al contado con dólares. Según una pericia encargada por la propia Corte, la suma que dijo Barlassina que le había pagado era muy superior al precio de mercado. Absolutamente nadie vio una F-100 aquel día aciago ni en la calle Arroyo ni en sus inmediaciones y el experto en explosivos de la policía de Tel Aviv enviado por Israel, Jacob Levy, dictaminó que no había habido coche-bomba.
¿Para qué seguir? Hace falta sacar a la luz y unificarla con la de la AMIA a esa causa que duerme el sueño eterno en manos de una Corte en la que la DAIA-AMIA quieren congelar también la de la muerte de Nisman (hasta ahora, a todas luces un suicidio) a fin de que subsista la duda y los irresponsables que han echado las campanas al vuelo acusando un asesinato ordenado por la Presidenta (como Elisa Carrió y tantos "informadores") puedan seguir hablando al cuete hasta las elecciones generales.



Febrero 2015 / Shevat - Adar 5775
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