LA VOZ y la opinión


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Psicología
Convivir con lo incierto

Por Rita Abigador
ritaabigador@hotmail.com
Todo es posible si la esperanza de un mundo mejor renueva cada día tus ganas de vivir y de seguir creando. (Anónimo)
“... el desvalimiento y el desconcierto del género humano son irremediables.” Freud, “El porvenir de una ilusión”. 1927.


La vida humana está colmada de incertidumbres y dudas con las cuales se vive a diario. Pero muchas veces, somos nosotros mismos los creadores de situaciones in-ciertas, cuando nuestro deseo se liga a decisiones como no te comprometas, no te metas. Este es uno de los malestares de nuestro tiempo.
Solemos someternos pa-sivamente al deseo del otro, un semejante con sus diferencias, cuyo comportamiento se estructura en un poder insaciable, o en un poderío económico, desparejo en exceso en nuestros días; este poder arrastra a tantos seres humanos, a las faltas más imperiosas para su dignidad y bienestar, como son: la salud, el trabajo, la vivienda, la seguridad, la justicia. El vivir con cierta paz y tranquilidad interior y exterior. ¿Pero no seremos cómplices, o hemos perdido la capacidad para la crítica constructiva?.
La vida, el tiempo, tiene un principio y un fin, que no se conoce de antemano su desarrollo. Se tiende a buscar y lograr un cierto equilibrio entre la estabilidad y el cambio. Ambos estados pueden asustar, producir miedo, hasta llegar en ciertas ocasiones a paralizar o a generar sentimientos de impotencia. Sin embargo, cambio implica también, apertura, pensar diferente, ser más flexible. Lo nuevo ayuda a crecer, sin la exigencia de ideales imposible de sostener. En distintas etapas del camino vital, se tiende a interrogarse sobre lo qué hemos hecho, cómo deseamos continuar, quiénes somos, consciente o inconscientemente. Se cuestionan valores, se cierran o se abren los ojos para mirarnos , para mirar y ver alrededor. Empezar a darse cuenta, en lo posible, qué es lo que se quiere y qué es lo que no se quiere para uno mismo, para apoderarse de la propia vida.
Hoy se habla, que la Etica ha caído. La misma alude a una parte de la filosofía, que trata de la moral y de las obligaciones del hombre. Han caído aquellas responsabilidades, que se eluden o se niegan a observar o a cuestionarse. Lamentablemente, los ejemplos abundan. Desde los pa-dres de familias (en casos de parejas parentales separadas o divorciadas) que se decretan insolventes para no hacerse cargo de los alimentos de sus hijos, hasta hacer referencia, a los gobernantes, elegidos por la confianza otorgada por un pueblo, a quien luego se miente por mezquinos intereses personales, y a los que no piensan renunciar.
Estos simples seres hu-manos , sin embargo, se erigen en Dioses o Amos Ab-solutos, cuyas equivocaciones no reconocen e intentan sostenerse en el poder, como reyes con cargos vitalicios. Los efectos y las consecuencias en la sociedad se acrecientan día a día. Así es que abundan, las enfermedades físicas (psicosomáticas, cardiovasculares, hipertensión, etc) y psíquicas (depresión, drogadicción, fobias o estados de pánico, conductas con desborde de violencia, etc.). El sujeto se vuelve desconfiado, o niega defensivamente la realidad (psíquica o exterior), o se sumerge en el aislamiento, o guarda en su interior odio y resentimiento, o ya nada ni nadie le importa, se vuelve individualista, cansado de escuchar, en distintas oportunidades, a quienes han faltado a su palabra. Se sienten violentados, desacreditados, despreciados.
Los actos de violencia recibidos, manifiesta o latentemente, generan sentimientos que desembocan en mayor violencia. El silencio indiferente, es también a nuestro entender, un acto de violencia; así como el llamado doble discurso.
Los psicoanalistas sabemos, que ni la verdad ni la certeza son absolutas. Pero decir una cosa y hacer otra, o cambiar el sentido del discurso de acuerdo a quién es el interlocutor que escucha, lo que le conviene a cada cual, es un acto de hipocresía, de enfermante desilusión y lleva a constituir una sociedad confundida, idiotizada, que no puede pensar, que no cuestiona y que se abandona en la desidia, en el hastío y en la desesperanza.
Es inherente a la condición humana, así como a la educación recibida, convivir con dos pulsiones diferentes. Fue desarrollado por Sigmund Freud, en diferentes trabajos. La pulsión de vida o Eros que une, y la pulsión de muerte o Tánatos que desune. Si prima la segunda sobre la primera, el sujeto se puede autodestruir o intentar destruir a sus semejantes. Es observable, por ejemplo, en la crueldad ejercida a veces por los niños, por adolescentes y por adultos. Dicha pulsión se convierte en letal, con predominio de actos de aniquilamiento, apoderamiento, dominio, control, triunfo y desprecio. La propia vida y la de los otros deja de tener valor.
Hipócrates, un famoso médico de la Antigüedad, expresó que el arte de curar se basaba en el AMOR al ser humano.

LO INCIERTO FRENTE AL PÁNICO Y LA VIOLENCIA
Volvamos al inicio del artículo. Como sujetos humanos, pensantes y parlantes, debemos convivir con incertidumbres cotidianas. Pero la falta de responsabilidad propia y la de nuestros gobernantes, nos ha excedido en nuestro diario vivir y convivir.
Remitiéndonos al diccionario, incierto, significa: que no es seguro; inconstante; que no es fijo; no cierto o no verdadero; desconocido; no sabido.
Es importante recurrir, hoy más que nunca , al llamado lazo social, para dar y recibir, para acercarnos y comunicarnos con nuestra familia, con nuestros verdaderos amigos, con la sociedad y la comunidad, con los más necesitados y desamparados. La cultura del sálvese quién pueda, nos ha sumido en insensibilidad. La expresión de los afectos ayudan a no enfermar. El sentimiento de desamparo y de inestabilidad, incrementan la pérdida por el sentido de la vida y posicionan al hombre como no reconociéndose co-mo perteneciendo a su lugar de origen, desconectándose de su propia subjetividad.
Nuestros padres y abuelos, llegaron a este país, buscando nuevos horizontes; eran muchas las promesas de progreso. Sin embargo, hoy se enfrentan con el dolor y el sufrimiento: con funcionarios que se eternizan (cambiando sólo de posición estratégica como piezas de ajedrez) sin llevar a cabo las propuestas por las que fueron votados, con la falta de respeto por la vida y la palabra , por el desorden y el incumplimiento de la Ley, por los niveles alarmantes de violencia e inseguridad, por la injusticia de la justicia (como lo expresó un periodista amigo), por el abandono brutal de nuestros abuelos portadores de sabiduría por la experiencia vivida (a diferencia de otras culturas que por ello se los respeta), por la increíble ceguera y desmentida con respecto a la desnutrición de nuestros niños.
La violencia, la agresión, pertenecen, a la estructura constitutiva del sujeto. Pero se va moldeando y modificando de acuerdo a las experiencias vividas, cuando el odio y el resentimiento propio, es reconocido a través del pasaje de lo inconsciente a lo consciente, y transformado en la posibilidad de amar y ser amado. Alivia así su dolor.
Hoy, se habla de ataque de pánico, (término que pertenece al campo de la psiquiatría), que aparece como un modo de auto-defenderse, de auto-conservarse, como un estado de angustia que desborda, que sorprende y que alerta para escucharse. Existen sucesos (raptos , robos, amenazas, etc) que resultan siniestros, extraños, que producen perplejidad, estupor, miedo desmedido, terror, sorpresa y desconcierto (se agregan además signos físicos reconocidos por los especialistas). Como el trauma, inunda al psiquismo de estímulos intolerables que no pueden ser rápidamente asimilados. El ataque de pánico es el efecto, la defensa con que cuenta el yo, para tolerar la extrema violencia.
Freud se refirió también al pánico como un fenómeno de masas, cuyo uno de sus sentidos, se asocia a la pérdida de referentes con quien identificarse., con la caída de modelos que constituían un sostén para las personas. Se incrementa el sentimiento de desvalimiento, asociándose en muchos casos con el temor a la locura o con el temor a la muerte; también se enlazan a profecías apocalípticas de fin del mundo.
Como psicoanalista, que trabaja con el conflicto psíquico, con la singularidad del sujeto en cuanto a su sufrimiento pero también en cuanto a su deseo, se dificulta establecer generalidades o “soluciones” válidas para todos por igual. Pero como hoy, no po-demos ni debemos negar los conflictos sociales que aquejan la existencia humana, este artículo intenta ayudar a pensar, no desde una posición de “víctima-victimario”, sino, desde un posicionamiento con mayor fortaleza para pensar y crear nuevos recursos para vivir con dignidad.
La vida y los propios actos realizados no son sin consecuencias. La sociedad espera justicia y terminar con la im-punidad. Los que han delinquido por su patología psicopática y perversa, que han llevado al hambre, a la desesperación, a la enfermedad y en muchos casos hasta la muerte, deben responder de alguna manera. ¿ Tal vez, justamente, con los bienes económicos apropiados de la gente que trabajó tratando de construirse un presente y un futuro mejor; no alcanzando con ser encerrados en cárceles con privilegios vip?. Volvamos a recordar que las respuestas violentas, sólo conducen a un círculo vicioso sin salida de mayor violencia.
Para concluir, recordemos algunas ideas del Dr. Marcos Aguinis expresadas en el epílogo de su último libro “Las redes del odio”.
“.... mientras el amor brinda alegría, el odio sume en la tristeza.....el amor alienta a vivir y disfrutar, en tanto el odio abruma con sus tambores de muerte. El amor atrae y el odio rechaza. El amor tranquiliza y el odio exaspera. El amor canta y el odio gruñe. El amor edifica y el odio sólo sabe demoler. El amor siembra y el odio desertifica. El amor consuela y el odio empuja hacia la desesperación. ...El amor es luminoso y el odio es lúgubre.”
...Para recordar.•

Rita Abigador es Psicoanalista.

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Diciembre 2003 Enero 2004 - Tevet 5764
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