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Periodismos Judeo Argentino Independinte
de Mirta Cohen
PODER CURAR

Por Moshé Korin
El libro de la Dra. Mirta Cohen – Dra. en Psicología, miembro didacta de la Asociación Psicoanalítica Argentina, quien también ha realizado estudios sobre la Biblia en la Universidad Hebrea de Jerusalem - nos entrega un estudio muy interesante, que es una herramienta importante para internarse en el campo de la historia de las terapias, y en particular de las psicoterapias. Libro muy ameno de “lectura placentera”.
Una pregunta central recorre el texto y es: ¿la fe se opone a la ciencia en el terreno de la cura? Dicho de otro modo, ¿puede la religión forjar pensamientos y prácticas sobre la enfermedad y la cura?
Tales preguntas llevan tiempo, en el libro mencionado esta necesidad de tiempo se hace análisis histórico. Para desembocar en respuestas posibles a estos interrogantes, la autora emprende un recorrido histórico de la noción de enfermedad y de las estrategias de cura que diferentes culturas produjeron.

Del castigo a la pregunta
Por medio del análisis de las grandes civilizaciones de la Antigüedad, Mirta Cohen nos devela una constante: la enfermedad era entendida por el hombre antiguo, como un castigo efecto de un pecado cometido por el enfermo, que de ese modo pagaba con su padecimiento. La cura consistía entonces en el reconocimiento y arrepentimiento de aquella falta y luego, con el auxilio de brujos, magia negra, amuletos, sacrificios u ofrendas, expiaba el pecado. Si bien, encontramos en los dispositivos de “sanación” o “purificación”, variaciones propias de cada cultura, la causa de la enfermedad concebida como punitiva se mantiene idéntica: la rebelión contra la divinidad.

Hasta aquí la etiología pecaminosa de la enfermedad y su tratamiento expiatorio nos ubican en la tradicional dicotomía religión versus ciencia.
Ahora bien, ¿puede la fe religiosa contener pensamiento, o es mera respuesta cerrada que calma la desesperación? ¿es la religión necesariamente un dogma oscurantista opuesto a la luz de la razón?
Mirta Cohen nos ofrece detenernos en uno de los últimos escritos del Antiguo Testamento, el Libro de Job, para allí encontrar, en el seno mismo de nuestra religión, la inauguración de una noción diferente de enfermedad que ha sido piedra basal de diversos discursos modernos del campo de la psicología.

Job es rico y justo, fiel observante de la ley de Dios, repentinamente sin motivo aparente pierde todo: su fortuna, su familia y enferma gravemente. Job desespera por no poder encontrar respuesta frente a su desgracia que interpreta como castigo, acorde al ideario popular y como detalladamente nos muestra la autora, a la concepción que hasta este relato transmite el Antiguo Testamento. Sin embargo, aparece aquí un punto de viraje respecto de esta noción de enfermedad. Este viraje toma la voz de Elihú que le brinda a Job una mirada diferente sobre ella, al preguntarle: “¿y si la enfermedad fuera un beneficio y no un castigo? ¿Cómo puede un hombre mejorar su camino si no se equivoca y sufre con sus errores?”
Cohen nos señala el hito: la enfermedad comienza a ser un mensaje y el síntoma, una invitación a la reflexión. Lo inexplicable se vuelve entonces antesala del pensamiento, lo inefable, invitación a la palabra. La enfermedad planteada como posibilidad de beneficio se torna así pregunta, enigma a descifrar, materia de pensamiento.
Pero hay algo más que este relato nos revela: tanto el pensamiento como la palabra requieren de un otro para desplegarse en su potencia. Y es precisamente en este vínculo donde la autora aúna la función de los amigos de Job con la del terapeuta.

Diálogo entre religión judía y psicoanálisis
Mirta Cohen nos recuerda como Freud, padre del psicoanálisis, alejó de su teoría todo elemento que pudiera contener alguna herencia religiosa, cómo se enemistó con Jung precisamente por la tendencia mística que Freud tan duramente condenó. Esta autora nos ofrece a lo largo del libro una serie de referencias que establecen un contrapunto entre la religión judía y las concepciones psicoanalíticas, a partir de las cuales se pone de manifiesto que existen más junturas que lejanías. A partir de preguntarse qué parte del vasto legado de la tradición judía ha tomado Freud como herencia de pensamiento, ¿qué operaciones de pensamiento al pasar por su pluma, se han convertido en operaciones de cura del sufrimiento humano?, la tradición se enriquece, se modifica en un devenir activo en diálogo con aquellos que aún sin saberlo, la han tomado como materia de pensamiento. Esto es aquello que Mirta Cohen nos propone con el mencionado contrapunto.
Siguiendo esta línea de pensamiento que ya había comenzado a trazar con la figura bíblica de Elihú como antecedente de la función de interrogación terapéutica, emprende un análisis del Antiguo Testamento estableciendo un paralelismo entre la figura del profeta y la del psicoanalista en tanto portadores de un mismo objetivo:

[los profetas] “se dedicaban a destrozar la ilusión de falsa seguridad, con una mirada siempre seria. En este sentido el discurso psicoanalítico y lo narrado en el Antiguo Testamento presentan un objetivo común: alejar al hombre de la omnipotencia”.

Así como las profecías, al igual que el malestar de Job, eran señales, mensajes que los hombres debían descifrar para crecer espiritualmente, así también el psicoanalista toma los síntomas, los sueños y dichos del paciente como enigmas a descifrar, acompañando de ese modo el recorrido que permita esclarecer el sufrimiento, haciendo de su crisis una detención para la reflexión y el aprendizaje.
Pero además de la misma función y objetivos, ambas figuras utilizan el mismo medio, el mismo poder: la palabra. La palabra divina es creadora del mundo, la palabra de los profetas es enseñanza, la palabra entre el paciente y el terapeuta, un entramado cuya potencia radica en poder crear mundos posibles allí donde el sufrimiento los hacía inimaginables. En palabras de la autora: “El proceso de la cura consiste en ir creando nuevos horizontes, porque curarse es volver a la vida de un modo diferente, viendo el mundo desde otra perspectiva”.

Poder curar
Al final del libro Mirta Cohen nos muestra cómo la medicina actual ha comenzado a indagar sobre los efectos curativos de la religiosidad encontrando resultados altamente positivos, nos relata también sobre estudios que probaron la efectividad de aquello que se denomina “efecto placebo”, es decir la eficacia que produce la confianza que un paciente tiene en el médico. En tiempos de gran avance científico y tecnológico de la disciplina médica estos estudios revelan que existe algo insustituible en la cura: la presencia del otro y su palabra. En otras palabras, lo humano.
Se impone aquí la pregunta: ¿puede la religión curar? ¿puede ser la religión un recurso terapéutico allí donde la ciencia encuentra un límite? La autora nos responde en la última frase del libro: “Si bien creemos que es esta una salida beneficiosa para quien la toma, creemos que muchas veces no es suficiente y puede ser perjudicial si conduce a la omnipotencia”.
Creemos que el recorrido de las páginas anteriores nos ha mostrado que nuestra tradición judía ha sabido pensar y producir, pensamientos y figuras que alejaban de la omnipotencia y acercaban a la responsabilidad de los propios actos, a la asunción de la enfermedad como posibilidad, al encuentro con el otro a partir del valor de la palabra. Y esto porque nuestra tradición no es tan sólo religiosidad acotada a ritos y fe, sino que abarca también un pensamiento y una ética donde lo humano y sus paradojas son materia de constante reflexión.
En síntesis: un libro muy interesante, que nos hace repasar una historia muy extensa pertinente al arte de curar. Y que nos remite a la actualidad, como heredera – transformada – de ese inagotable camino.

Agosto / Septiembre 2004 - Elul 5764
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