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Antisemitismo
Por Pilar Rahola
Admiro la inteligencia retórica de Chirac, tan hábil en el sutil juego de los engaños. Solo un auténtico titiritero de la palabra puede conseguir estos extraordinarios efectos ópticos que esconden, distorsionan o, directamente, transmutan unas realidades por otras. Presidente de un país belicista y directamente relacionado con muchos de los conflictos abiertos, hizo creer al mundo que lideraba las fuerzas de la paz. Ya sé que tenía a favor la notoria estupidez de algunos líderes del pacifismo, tan sometidos al síndrome Pavlov que babean solo con percibir algún síntoma antiamericano. Pero, a pesar de ello, y con la pesada carga de su propia biografía en Argelia muchas vidas ha vivido el Premier,- la transmutación resultaba todo un milagro. En el mismo viaje, fue el principal acusador mundial de la perfidia yanqui de la guerra por petróleo, de manera que el monopolio francés del petróleo iraquí, que durante años alegró las arcas de la República, desaparecían por arte de Houdini. Y, obviamente, nadie se preguntaba si los favores petrolíferos iraquíes a Francia tenían alguna pequeña relación con la ayudita militar que la notoria democracia de Saddam había recibido del amigo francés. Lo cual nunca fue considerado la versión gabacha de la guerra por petróleo que recorrió, cual grito desgarrado, todas las gargantas profundas de la Europa de pancarta.

En uno de sus últimos juegos de ilusionista, incluso ha hecho creer a un ingenuo Zapatero que la “buena Europa” es la liderada por Francia, padre padrone tutelador de la España descarriada. ¡Como si Francia hubiera hecho nunca favores a su vecino del sur! Y ahora ha llegado el último golpe de efecto: Francia es un país sensible a la cuestión judía en general y al antisemitismo en particular. Por este motivo, ante la llamada de Sharon a los judíos franceses para que emigren, ha reaccionado con la dureza que tan alta provocación merecía. ¿Francia judeofoba? ¿Dónde se ha visto tamaña barbaridad? Y así, con la solidez que da ganar las batallas de la apariencia, Chirac pasa por ser pacifista, solidario, pro español e incluso pro judío, y las muchas culpas de la República se diluyen en el magma de una imagen perfectamente estudiada y bien difundida. ¿Cómo era aquello de la mujer del César, que podía ser puta, pero no podía parecerlo?

Si me preguntan por la llamada de Sharon, les diré que podía habérsela ahorrado, sobretodo porqué puede parecer más un acto de provocación, que no de preocupación. Pero el viejo lobo israelí, que es más listo que el hambre - y si Europa no estuviera tan entretenida criminalizándolo, ya lo habría descubierto-, ha lanzado la flecha al punto central de la diana, y los efectos pueden ser complicados para la diplomacia, pero bastante útiles para la política. Con una sola frase, Sharon ha conseguido situar en el mapa el núcleo del problema: existe un nuevo antisemitismo europeo, creciente y violento; Francia es el nido central donde yace paciente el huevo de la serpiente (bien acompañada de España y Bélgica); y la permanente demonización de Israel no es ajena al fenómeno. Al contrario, de momento, la distorsión periodística sobre Medio Oriente, la substitución de la información por la propaganda, es el deporte mayoritario del periodismo europeo), la culpabilización de Israel, el elogio desmesurado de un líder corrupto y violento llamado Arafat, y la minimización del terrorismo palestino, son la base del nuevo antisemitismo. Un antisemitismo que, por mucho que lo niegue Francia, ha ocasionado centenares de actos violentos en su territorio.

Entiendo que Chirac se ofenda, sobretodo porqué debe sentirse equiparado con la Francia de Vichy, cuando le llegan estas acusaciones. Pues bien: no ha entendido o no ha querido entender nada. Sin duda Francia acarrea un cargante legado histórico, a pesar de sus esfuerzos por hacer olvidar al mundo que existió el colaboracionismo francés y que miles de judíos franceses fueron enviados a la muerte. Al igual que la bonita Austria, que ha hecho creer que todo el país era la Familia Trapp, también Francia nos ha vendido que todo fue “la resistence": su buena mala memoria. Nada extraño en el país más antiamericano de Europa, a pesar de tener enterrados, en su tierra, más de 65.000 americanos que murieron para salvarlos. Pero la acusación de Sharon, y la acusación de la ADL americana, preocupada por la oleada antisemita en Europa, y la del mismo Parlamento Europeo a través del informe presentado en Estrasburgo, y la acusación de muchos de los que hace tiempo que alertamos sobre la amenaza, no se dirige contra una Europa o una Francia fascista, sino contra una Europa liberal pero antisemita, que no es lo mismo. Más parecida, pues, a la Francia correcta y bienpensante que condenó a Dreyfus, que no a la Francia de Vichy. En un inteligente artículo en el Jerusalem Post, Emanuelle Ottolenghi decía lo siguiente: “A diferencia del nazismo, que solo ofrecía la muerte, el antisemitismo de iglesia ofrecía a los judíos una salida: la conversión. El antisemitismo liberal ofrecía a los judíos una salida: la asimilación. Y la actual ofensiva de antisemitismo relacionado con Israel, ofrece también a los judíos una salida: el antisionismo”. Es decir, la dualidad pueblo judío-estado de Israel, no solo no se considera una simbiosis necesaria, históricamente inapelable y justa, sino que es demonizada por la Intelligentsia, contaminada con todo tipo de acusaciones demoledoras y convertida en ejemplo de culpa judía.

El problema de Francia es éste: el clima Dreyfus que cabalga por las aulas universitarias, en tantos cenáculos reputados, en tantas redacciones de diarios. Ciertamente, retroalimentado por el odio judeofóbico (este sí de base totalitaria) que recorre los barrios árabes, pero articulado en el seno de la sociedad bienpensante, ilustrada y notable. Es un antisemitismo de salón, progresista, políticamente correcto y desacomplejado y que, incluso, actúa contra el antisemitismo fascista, pero que alimenta otro, incluso inconscientemente. Por mucho que Chirac se haga el ofendido, la responsabilidad de Francia en la demonización de Israel es tan apabullante como lo fue una de sus notables vergüenzas históricas. ¿Recuerdan los 50 Mirage II prepagados por Israel que Francia negó y que entregó a Libia, en plena guerra del 67? Algunos pasados encierran monstruos del presente.

El espíritu de Vichy está enterrado y ya no recorre Europa. Pero el espíritu que condenó a Dreyfus no solo está vigente, sino reforzado. Y a la vez, desgraciadamente, entre los intelectuales franceses casi no palpita el espíritu d´Emile Zola. Así que, señor Chirac, no se haga el ofendido, que a todos no nos engaña.

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Agosto / Septiembre 2004 - Elul 5764
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