LA VOZ y la opinión


Periodismos Judeo Argentino Independinte
Un Fiel Guardián de La Lengua y La Cultura Idish
Reb Shmuel Rollansky Z"L

Por Moshé Korin
El 18 de febrero de 1995, por la mañana, había regresado de unas breves vacaciones en la costa ar-gentina, y me encontré con que Shmúel (Samuel) Ro-llansky estaba internado en el hospital. A media mañana del día 19 fui a visitarlo. Mostró satisfacción por mi visita, y compartimos la conversación con su hija Ester, que lo acompañaba. De repente se descompuso. Llamamos al médico y lo llevaron a una sala de terapia intensiva para tratar de reanimarlo. Lamentable-mente, no reaccionó.
Tuve la sensación de que un fuerte roble acababa de caer derribado; un puntal de nuestra vida cultural y comunitaria. Había sobrevivido menos de un año a la tragedia del 18 de julio de 1994, llegando a orillar los 93 años de edad. Pero llevaba esa tragedia en sus ojos, en su mirada. No en vano había declarado en una entrevista televisiva, apenas un par de días después del atentado, que para él había sido como presenciar su propio entierro.

72 años en la Argentina
Una larga vida es un don del Cielo. Pero ser un escritor aplicado y una personalidad de la cultura a lo largo de 72 años de permanencia en la Argentina, no responde a pautas comunes. Sacrifi-carse por un ideal, dedicarle todos los esfuerzos, no desviarse un ápice del objetivo fijado y, sobre todo, no buscar beneficios personales en su actividad, hablan de un nivel poco frecuente, que sólo se alcanza por iniciativa propia y disposición al sacrificio.
Podemos decir que Shmú-el Rollansky era “Un judío empecinado” (Ákshn). Sin embargo, su vida muestra no sólo terquedad, sino sobre todo un consciente idealismo. Para él la entrega en procura de un objetivo era algo natural, un rasgo de su carácter que nunca dejó de lado.

Fundador de instituciones
Parece no haber ningún ámbito en al vida judía, en el que Rollansky no haya dejado su impronta. Encon-tramos su nombre entre los fundadores de la Asociación de Escuelas Laicas Israeli-tas, la misma que inauguró el primer jardín de infantes judío de Buenos Aires, dirigido por la maestra Sara Fisher Z”L, y luego la Es-cuela “I.L. Pérez” del Cen-tro. También se contó entre los fundadores de la Sección Argentina del Congreso Ju-dío en pro de la Cultura Idish (“Kultur-Kongres”), que él presidió durante 7 años consecutivos. Desde esta institución, lanzó la iniciativa de editar en Idish los 10 tomos de la Historia Universal del Pueblo Judío (“Velt-gueshijte fun ídishn folk”), de Simón Dubnow, en 5 mil ejemplares.
Creó grupos juveniles de teatro, tales como “Iung Idish Teáter” y “Tes”, y les brindó su estímulo.
De él partieron: la idea 60 años atrás, de instaurar, en una quinta adecuada, fuera de la Capital Federal, un “Día de la melodía ju-día” (Tog fun ídishn nign), que llegó a ser una tradición en nuestra comunidad; el impulso a la constitución de un grupo de escritores independientes, “Zeglen” (velas de barco), así como a un periódico con el mismo nombre, en 1924, como re-acción cuando las “Escue-las Obreras Judías” (“Idi-she Arbeter Shuln”) retiraron de su nombre la palabra “Judías”. Fue maestro y director de la Escuela “Peretz” en Moisés Ville, así como en la ciudad de Co-rrientes.
Por iniciativa suya y de otras personalidades de nuestra comunidad, se trajo a la Argentina a un grupo de escritores y artistas sobrevivientes del Holo-causto: Itzjok Ianosovich, Moishe Knapheis, Simje y Ruth Schwartz, Shmer-ke Katcherguinsky, Avro-hom Zac, Iósef Okrutny, Boruj Haguer, y otros, que enriquecieron con su aporte nuestra vida comunitaria.
No podemos dejar de mencionar su apoyo a la fundación de otra serie de instituciones, y en especial a la construcción de nuevos ámbitos destinados a salvaguardar los tesoros de la cultura judía.

Pedagogo
Su desempeño como maestro marcó toda la actividad cultural en idioma ídish en nuestro “Ishuv”. Mucho tenemos que agradecerle en cuanto a la preparación de jóvenes educadores, que hoy sirven a la lengua y la cultura ídish en la Argentina, en toda América, en Europa y en Israel. Yo mismo, junto a otros 15 jóvenes, disfruté de sus clases como maestro del “Aspirantur-Curs” (ni-vel terciario para el perfeccionamiento de la lengua y la literatura ídish, que funcionó en los años 1957 /58 en el IWO, turno vespertino, coordinado por Ro-llansky. Y dictaban clases los profesores Shustero-vich, Botoschansky y Mordejai – Matvei- Be-renschtein).
Rollansky imprimió su sello personal no sólo en los conocimientos impartidos: para el entrenamiento de maestros y educadores tomó siempre en cuenta el factor emocional, capaz de asegurar una continuidad entre los seguidores y amantes del ídish; y la salvaguarda del ídish no sólo como patrimonio del Pueblo Ju-dío, sino como componente de particular importancia de nuestra vida y de nuestras perspectivas en la lucha contra la asimilación idiomática y cultural.

Su amor al teatro
Un capítulo aparte me-recen la inclinación y el amor de Shmúel Ro-llansky por el teatro judío. Pocos llegaron a medir como él la importancia de la expresión artística judía en la escena, y el valor educativo del teatro judío para el desarrollo del gusto artístico entre todos los lectores de ídish y también en los medios estudiantiles. Además, Rollansky sabía muy bien que para muchos judíos, y especialmente para los inmigrantes hasta que lograban afirmarse en sus nuevos hogares, el buen teatro judío era su mejor escuela. Ya lo había dicho el gran I.L. Péretz: “Teatro, una escuela para adultos”.
Después de los estrenos, los actores y los amantes del teatro solían salir a festejar. Y no se iban a dormir sin antes retirar, de madrugada, su ejemplar del matutino “Di Idishe Tzaitung” (El Diario Israelita) con la reseña de Rollansky.

Periodista
En cuanto a su labor propiamente periodística, todo aquél que recuerde el diario “Di Idishe Tzaitung”, no dejará de evocar los artículos de Shmúel Rollans-ky, sus comentarios, y aquella columna titulada “Shtrijn” (trazos, rasgos), en la cual reaccionaba a toda clase de acontecimientos, tanto los de actualidad como los de interés permanente. Esa tribuna era un fluir cotidiano de conceptos referidos a la vida y a la política judía, con agudeza judía, saber y sobre todo, conciencia.

En la literatura
La generosidad de Shmúel Rollansky en cuanto a la difusión y popularización de la literatura judía, fue la responsable de su “austeridad” en la promoción de sus propias creaciones. En otro orden de cosas, podemos advertir que toda narración de su autoría encierra cierta finalidad, estrechamente relacionada con la vida judeoargentina, con los problemas del “Ishuv” y con la idea central de sostener esa vida; tomando en consideración las nuevas condiciones en que se desenvuelve. Puede servir de ejemplo su pieza teatral “Sénder Blank y sus herederos”.
En la pieza breve de Rollansky “A shtub mit gloibn” (Una casa creyente), encuentra su expresión la presunta generosidad del padre que se niega a cerrar su negocio el día sábado, pero en cambio insiste en que sus hijos concurran con él a la sinagoga en las Altas Fiestas. Sus otros relatos y piezas breves giran alrededor de temas parecidos. El autor no manifiesta ninguna religiosidad, pero ve en la adhesión a las tradiciones una posibilidad de seguir forjando la “cadena dorada” (“góldene keit) del judaísmo.
El “arma” literaria de Shmúel Rollansky es la ironía, la mordacidad in-serta en las situaciones grotescas. También los diálogos se destacan por su ritmo y su viva naturalidad.
Muy interesante es el libro de Rollansky “Iberlé-bunguen” (Experiencias de vida), una mirada a la historia de un largo período de la vida judía y a la biografía del autor en particular. La quintaesencia de este libro tal vez se encuentre en una de sus frases: “Vivir es construir para la vida que sigue – no precisamente para uno mismo”.

Datos biográficos
Shmúel Rollansky es totalmente judío también en su biografía: Había nacido en Varsovia en 1902, en un hogar de judíos lituanos, comerciantes de sólida po-sición económica y profundamente arraigados en el judaísmo, pero no fanáticos. Recibió una educación secular. Sin embargo, no le fueron ajenas las tradiciones religiosas.
Cursó sus estudios se-cundarios en un “gimnasio” polaco, y al mismo tiempo recibía clases de un rabino. Frecuentaba los círculos estudiantiles pero se acercó también al movimiento obrero judío. Se relacionó con Alter Katzizne y David Herman. Como resultado de esa amistad, desarrolló una fuerte inclinación hacia la lengua ídish, su literatura y su teatro.
Llegó a la Argentina en el año 1923. Aquí formó su hogar junto a su esposa, Jaike. Tuvieron 2 hijos, Ester y Rubén, hoy radicados en Israel con sus respectivos hijos y nietos.

Testimonios del hijo
Rubén, el hijo de Shmúel Rollansky, es abogado, y desde hace más de 30 años reside en Israel. Tuve oportunidad de conversar mucho con él. Las veces que estuvo en Buenos Aires. Por supuesto, la figura del padre ocupaba el centro de la conversación.
Rubén hablaba del amor de su padre por el ídish, el idioma en que acunó a sus hijos y al que entregó toda su vida. “Papá” (“der tate”, como lo llama él, con una mezcla de cariño y respeto) parecía convencido de que el alma judía se había configurado en aquel idioma, y se propuso dedicarse hasta el sacrificio a preservar su lengua y su cultura”.
Así, el testimonio del hijo da cuenta de que uno de los principios rectores de la personalidad que nos ocupa fue: “preservar para el futuro”. Y el 2º principio, “el respeto por los demás”, pero en primer término, el respeto por sí mismo, expresado en el orden, la pulcritud y el cumplimiento de la palabra empeñada.

Fútbol
Los domingos almorzaban juntos y después iban a presenciar un partido de fútbol, en especial si jugaba Independiente, que era el equipo favorito de Rollans-ky. Yendo para Avellaneda, un domingo de 1952, éste se mostró preocupado por las noticias que empezaban a llegar acerca del asesinato de escritores judíos en la URSS. Habló con su hijo de Darwin y de la teoría de la supervivencia del más fuerte. Dijo que, si tras milenios de persecuciones a nuestro pueblo y a nuestra cultura en distintos idiomas, seguí-amos existiendo, era porque contábamos con “soldados de la cultura”. Y quienes lo eran debían defenderla aun cuando estuviera a punto de sucumbir.
Ese domingo jugaban Independiente y Quilmes, y el último cuadro mencionado estaba condenado a perder ante un rival invicto. Sin embargo, cada tanto Rollansky le hacía notar a su hijo cómo el más débil seguía luchando. Y seguramente no hablaba de Quil-mes, sino de sí mismo. El era un “soldado” del mun-do judío, en momentos en que el idish perdía terreno aun en las escuelas judías, y las representaciones teatrales en idioma idish estaban casi prohibidas en Israel y ni que hablar en la Unión Soviética. Es esas circunstancias, Rollansky sentía que era su deber continuar con la misión que se había impuesto.

Ajedrez
Otro episodio, mucho más reciente, sucedió en la década del ´90. Rollansky escribió en “Kultur in lebn”, la revista del IWO, sobre una visita de Kas-parov a la Argentina, por invitación del Club Arme-nio de Buenos Aires.
El gran campeón de ajedrez oyó hablar a los armenios en su propio idioma, y lamentó no poder él hacerlo, ya que en su niñez regía la prohibición del mismo en la URSS. En cambio en la Argentina, los armenios en-señaban libremente su idioma a sus hijos.
En realidad, Rollansky se refería no a los armenios, sino a los judíos, que te-niendo todas las posibilidades de transmitir su propia lengua a las generaciones siguientes, no lo hacían.

Rollansky y el IWO
La rica personalidad de Shmúel Rollansky siempre cosechó prestigio y respeto para la noble institución llamada Instituto Científico Judío (“IWO), de la que fue co-fundador, presidente durante muchos años, luego presidente honorario y siempre su aliento vital.
Los sábados por la Noche (“Shabes tzunajtn), veladas que se realizaban casi todas las semanas en el IWO y funcionaban como una especie de universidad popular, nacieron también por iniciativa suya.
Y en último término, mencionemos posiblemente lo más importante: la idea, y su posterior concreción, de publicar los 100 volúmenes de las “Obras Maestras de la Literatura Judía” (“Múster – Verk fun der Idisher Literatur”). Se puede afirmar, sin ninguna exageración, que fue un esfuerzo colosal, como re-sultado del cual se creó una obra gigantesca, única, tan-to en su esencia como en su envergadura, algo que rara vez se da.
Los escritores suelen ser, por naturaleza, egoístas. ¡Cuánta fuerza se necesita para dominar este sentimiento! Digamos ya que en el conjunto de los 100 volúmenes se puede hallar apenas 2 ó 3 de sus propias obras. ¡Un rasgo de carácter que lo honra!
Si la lectura de las “Obras Maestras” (y, sin duda, su estudio), requiere un esfuerzo intelectual e-norme, con mayor razón aún podemos hablar de la energía y la capacidad que fue necesario aplicar a la selección de los textos y a la redacción de sus notas explicativas. Aquí debemos tomar en consideración que, como crítico literario, Ro-llansky contaba con los dos elementos fundamentales en su oficio: honestidad y exhaustividad.
Era honesto y objetivo, independientemente de sus simpatías y de sus rechazos personales. En su valoración de la obra literaria, su atención se dirigía, pura y exclusivamente, a los valores literarios de esa obra; lo cual no significa que nos impusiera sus criterios como verdades absolutas.
¿Cuáles eran las verdades que habían llegado a ser para Rollansky, por así de-cirlo, las “últimas posiciones”, aquéllas de las que no estaba dispuesto, de ninguna manera, a retirarse?
Podríamos reducirlo a dos conceptos: amor al Pueblo Judío y amor y fidelidad al gran tesoro cultural creado en el idioma de las masas populares judías de Europa Oriental: el idioma ídish. Pero se equivocan quienes creen que su interés por la lengua ídish lo llevaba al abandono o al menosprecio de otras manifestaciones culturales y literarias de nuestro pueblo, en otros idiomas. Rollansky, hombre de gran saber, conocía a fondo esas otras expresiones. Era también un gran conocedor de la literatura universal, así como de la argentina.
Alguna vez escribió: ”Las ´Obras Maestras´ pretenden demostrar que la literatura judía es la biografía artística del Pueblo Judío en su recorrido histórico”. Pienso que ese objetivo se alcanzó. Las “Obras Maestras”, junto con todos los escritos de Shmúel Rollansky, conforman una unidad artística que eleva nuestro ánimo y nos inspira cariño y orgullo por el incansable, el inolvidable creador y luchador, Reb Shmúel Rollansky Z”L.
A ocho años de su fallecimiento, seguimos recordándolo por su saber, su espíritu de sacrificio, su amor a la lengua ídish, a la literatura judía y al Pueblo Judío. Por todo lo cual lo seguimos llamando maestro, guía y personalidad de la cultura.
Siempre le estaremos agradecidos. Siempre lo recordaremos con orgullo y admiración.
“¡Iehí zijró baruj!”
“¡Sea su recuerdo bendito!”.
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Agosto-Septiembre de 2003
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