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La lección de Madrid.
Por Pilar Rahola
Sin embargo, más allá de las emociones compartidas, el atentado de Madrid nos ha enviado algunos signos inequívocos que tendrían que permitirnos aprender algunas cosas. Estas son las lecciones de Madrid que personalmente extraigo, más allá de la experiencia emotiva vivida. La primera lección tiene que ver con las víctimas.

2005-03-14 15:16:00

“Ahora que solo eres/ un pétalo en el ámbar de la nada/ tiene que existir un lugar donde estar juntos. Más juntos que nunca. / Quizás en este reducto de los poemas. Pues, ¿qué son / si no pueden salvarte del olvido?” Así es desde hace tiempo. Siempre que quiero expresar el agujero preciso en el alma que deja la muerte, el profundo desconcierto…, busco refugio en la poesía de Joan Margarit, quizás porqué es uno de esos poetas capaces de extraer vida de la negación de la vida. Deben ser eso los poetas, reconstrucciones de grietas interiores, sastres que recosen los descosidos de las emociones rotas.

Así pues, con la bella poesía del maestro Margarit, extraída de su “Cálcul d´estructures”, inicio este difícil artículo in memoriam. Ha pasado un año, pero la viva intensidad del momento mantiene su insólita viveza, tanto que a todos nos parece que aún estemos viviendo en la sórdida madrugada de ese día, ese día que fue como una noche. Las vidas rotas, las tripas de los trenes sobresaliendo de nuestras retinas sorprendidas, las noticias que hablan de personas lejanas convertidas, en segundos, en parte de nosotros mismos, nuestra propia biografía… En este año hemos paseado por la zona fronteriza y pantanosa del rumor y el malentendido, hemos naufragado en las aguas turbulentas de la manipulación y la mentira, hemos exigido información y no la hemos conseguido toda, y, en medio de todo ello, nos hemos emocionado con la voz débil de una fuerte mujer, voz de todas las voces de aquel día de gritos. Muchas han sido las cosas que han pasado en un año, y algunas tienen que ver con las emociones puras, con la solidaridad, con la grandeza de la heroicidad anónima. Quizás sea un exceso dialéctico por mi parte (o emotivo), pero tengo la impresión de que todos hemos crecido desde el 11-M. “Yo me bajo en Madrid”, canta Sabina con las cuerdas vocales de todos nosotros.

Sin embargo, más allá de las emociones compartidas, el atentado de Madrid nos ha enviado algunos signos inequívocos que tendrían que permitirnos aprender algunas cosas. Estas son las lecciones de Madrid que personalmente extraigo, más allá de la experiencia emotiva vivida. La primera lección tiene que ver con las víctimas. Con el 11-M, Madrid entró de forma abrupta en el triste listado de ciudades sacudidas por la locura integrista islámica, un bautizo de sangre en el mapa del dolor incomprensible, inútil e innecesario. Después de Madrid, todos nosotros tendríamos que estar un poco más cerca de Nova York, de Buenos Aires, de Estambul, de Tel Aviv, de Bali…, y sobretodo tendríamos que tener meridianamente claro que no hay víctimas malas ni terroristas buenos. Lo que hay es una estrategia del terror vinculada a una ideología totalitaria que, secuestrando a la cultura islámica, aprovecha causas legítimas y contingencias para expandirse e imponerse. Cada vez que hemos confundido a los terroristas de Hamas con milicianos, o hemos culpabilizado sutilmente a los norteamericanos del 11-S, o hemos despreciado a los muertos de cualquier autobús de Jerusalem, o hemos creído que detrás de los degolladores de personas en Irak había resistentes, en cada una de estas ocasiones hemos hecho el juego a los asesinos de Madrid. La misma ideología totalitaria, el mismo dios embrutecido, el mismo nihilismo asesino que hace años que asesina por el mundo, mató a 190 personas en Atocha, hace un año. Madrid nos lo dijo de forma brutal: es un terrorismo mundializado, que busca víctimas arbitrarias, que tiene como finalidad la socialización del terror y que no lucha por la libertad de nadie, sino por la destrucción de la libertad de todos. ¿De verdad alguien cree que estos asesinos son libertadores? ¿Qué haría la Jihad Islámica si ganara la guerra contra Israel? ¿Qué haría Al-Qaeda si impusiera su régimen? ¿Qué harían, sino aniquilar todos los principios de la libertad y, de pasada, por el camino, asesinar a todos los enemigos? ¿Quedaría algún judío vivo? ¿Quedaría alguna mujer libre? ¿Habría algún fundamento de la libertad en pie? La primera lección de Madrid, pues, es así de terrible: estamos situados en el mapa del terror. ¿O no habíamos entendido aún que la línea de fuego de esta guerra no declarada es el mapamundi?

La segunda lección tiene que ver con la necesidad de un complejísimo equilibrio entre la generosidad solidaria con la emigración, y el control de los vectores que intentan convertir amplias capas de población en ciudadanos fanáticos, antioccidentales y antidemocráticos. Creo que Madrid también nos envía signos inequívocos en este sentido: es necesario abrir la mano a los ciudadanos musulmanes, pero también es necesaria una mano de hierro democrática contra los predicadores violentos, los imanes que convierten las mezquitas en escuelas del fanatismo y contra todos aquellos que, predicando en nombre de Alá, usan el nombre de Dios para inculcar el odio. La convivencia es una exigencia democrática tanto como es un bien frágil. Para garantizarla es necesario defenderse de quienes quieren destruirla.

Podríamos hablar de otras lecciones colaterales, como el análisis del antiamericanismo patológico que no solo no ha decrecido sino que ha crecido notoriamente en nuestro país. Esta lección aún no la hemos aprendido: continuamos equivocándonos de aliados. La criminalización de todas las acciones norteamericanas es una constante en la prensa española, tanto que personalmente creo que se trata de uno de los ejemplos más notorios de nuestra falta de madurez. En este sentido, los disparates que ha llegado a decir el mismito Zapatero son innombrables. Y más lecciones, como no entender que los verdaderos resistentes de Irak son los que luchan por la normalidad en medio de las bombas, y no los que matan personas. Que dictaduras como Siria o Irán son focos de terrorismo, que la falta de libertad de los países islámicos es la fuente del fanatismo extremista, que los predicadores integristas que nos llegan, no vienen solitos, sino bien cargados de dineros saudíes bajo la faja, que… Vectores internacionales para explicar un terrorismo mundializado que ejecuta, por la vía del asesinato, aquello que alienta con los rezos y predica con las ideas: odio a la democracia, odio a la libertad, hipervaloración del martirio, cultura de la muerte en definitiva. Todo esto mató 190 personas en Madrid ahora hace un año. Una serpiente de mil cabezas que cuida y mima sus huevos tranquilamente en los nidos de algunas dictaduras felizmente acogidas en el vientre de la ONU.

Vuelvo al poeta, quizás como intento desesperado de volver a los sentimientos. Que sea su palabra mi aliento: “Ya no me importa si la Muerte me ve: / me giro para sonreír a los que me siguen. / Ahora que he llegado cerca del muro / no sé nada de lo que pueda haber detrás. / Solo sé que me voy con mis muertos”.


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Abril 2005 - Adar II 5765
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