LA VOZ y la opinión


Periodismos Judeo Argentino Independinte
Carlos De Nápoli
Cuando oportunamente presentamos Ultramar Sur (junto a Juan Salinas) en el Museo del Holocausto, varios de los presentes eran judíos que, por el solo hecho de haber nacido habían debido sufrir las atrocidades de los campos de concentración nazis. Una mujer recordó que las penurias no habían concluido al finalizar la guerra. Cuando estaba por viajar hacia Argentina, una noticia había conmocionado a sus parientes: submarinos nazis habían arribado a Mar del Plata y se rumoreaba que Hitler había llegado en ellos. Relató luego la desesperación de los familiares por retenerla ante lo que consideraban un viaje hacia una muerte segura. Pero seguramente intentando dejar atrás semejante experiencia, enfrentó la eventualidad y se embarcó buscando nuevos horizontes. Había finalizado la presentación cuando dos abuelos que habían sufrido experiencias similares, se acercaron para presentarme una inquietud : ¿por qué los Aliados no habían hecho nada para liberarlos de las atrocidades sufridas? En su momento ensayé una respuesta algo dura. Les contesté que a la clase dirigente británica y americana no les interesaban los judíos, ni los gitanos, ni los negros, ni nada que no fuera blanco, anglosajón, protestante y, en lo posible millonario.
Ahora se presenta esta oportunidad donde puedo explayarme un poco más sobre tan espinoso asunto. La “clase dirigente”, es decir el “establishment” de aquel momento distaba mucho de tener la mente abierta. Al otro lado del océano, el británico Winston Churchill pensaba virtualmente que todo aquel que no fuera miembro del Almirantazgo era poco menos que un delincuente común. Utilizaba el término populacho en forma asidua, pero con los judíos siempre había tenido reparos. La descripción de un par de eventos lo mostrará de cuerpo entero. El Almirantazgo británico había comprobado a comienzos del siglo XX que la marina debía reemplazar sus barcos de guerra, que consumían carbón, por barcos cuyas calderas fueran movidas por fuel oil, es decir un derivado pesado de la destilación del petróleo. La jugada era muy importante. Virtualmente la mitad de la tripulación de un acorazado antiguo estaba destinada a palear carbón. Este elemento debía ser cargado en depósitos, para luego ser trasladado a la caldera. Este manoseo implicaba utilizar cientos de hombres. Las calderas a combustible líquido, por el contrario, eran limpias, rápidas, seguras y podían automatizarse, aun con las limitaciones técnicas de la época. Por otro lado, las modificaciones permitían ampliar el radio de acción de los buques hasta un 500%. Pero Gran Bretaña había descansado un par de siglos en la tranquilidad de sus reservas de carbón. El petróleo había que traerlo de lejanos países, y pagarlo en divisas. El judío Marcus Samuel imaginó la utilización de buques tanques y con tal artificio pasó frente a Suez con un cargamento del yacimiento ruso de Batum con destino a Singapur. El barco era el Murex, nombre de una concha marina, como llevarían todos los barcos que lo sucederían. Samuel fundaría la Shell (en realidad la Royal Dutch/Shell). Durante la Primera Guerra Mundial, siendo ya Primer Lord del Almirantazgo, Churchill y su consejero Fisher debían asegurar el abastecimiento de la flota. Si bien la Shell era casi un 50% británica, y con amplia experiencia en mercados internacionales, por una cuestión de precios, o de antisemitismo (1) Churchill (el Gobierno británico) se decidió por adquirir una petrolera. Esta fue la Burmah Oil Company, que ya poseía a la Anglo-Persian Oil Company, luego Anglo- Iranian, luego British Petroleum (BP). Son muchos los que afirman que el nacimiento de la hoy gigantesca BP se debe al antisemitismo de Churchill. Pero esta cuestión, por discutible, puede resultar secundaria. Lo que sigue no. Churchill escribió La Segunda Guerra Mundial, su obra literaria cumbre. Pero pocos conocen “Grandes Contemporáneos”. La razón, uno de los Grandes es para Churchill Adolf Hitler. Así, este interesante libro permaneció en las penumbras. Churchill escribió sobre Hitler en 1935, cuando los campos de concentración se hallaban en pleno funcionamiento, admitiendo que el Grande estaba cometiendo actos “incluso horribles”, pero seguidamente comenta que no se lo puede juzgar, ya que aún hay que ver su trabajo terminado... Había que darle tiempo para ver si mejoraba. En este lado del Atlántico, Henry Ford, es decir lo mas granado del establishment norteamericano, había escrito en los 20’ El judío internacional, mientras que Thomas J. Watson, presidente de IBM, otro notable, se reunía alegremente con Hitler (12 de julio de 1937), al que proveía de tarjetas perforadas para facilitar la identificación de judíos, gitanos, comunistas, homosexuales. Pobre de aquellos que pensaban ser salvados por estos caballeros.
Pero había peores personajes, y con peores libros.
En la literatura de habla hispana, no existe referencia a un libro escrito por necesidad política o apremio psicológico de su autor, el presidente de la Cruz Roja Sueca, conde Folke-Bernadotte. Su libro, publicado en castellano y otros idiomas, fue de inmediato retirado por la censura reinante, casualmente en los países de habla castellana. La extravagancia llegó a tal extremo que no se encuentra referencia alguna en Internet, tal vez la herramienta más poderosa para búsqueda literaria, de tan extraño escrito. Su nombre: El Final (Emecé Editores S.A. Buenos Aires, octubre de 1945).
En “El Final”, el conde sueco relata su trabajo para lograr trasladar desde campos de concentración a prisioneros escandinavos. Se resalta ya que esa era su única preocupación. Cuenta también que muy hacia el final de la guerra, hablamos de abril de 1945, con un Tercer Reich en ruinas, aún partían trenes “hacia el Este cargados de pobres infelices” desde los campos de la muerte.
La humanitaria propuesta de Folke-Bernadotte consistía en cambiar, mediante un incruento golpe de estado, a Hitler por Himmler. Heinrich Himmler es tal vez el mayor criminal que conoció la humanidad. Administrador de los campos de muerte y dueño de todos los aparatos de represión, fue elegido por Bernadotte como reemplazo para Hitler. Como anécdota, y si bien en su libro no es al respecto explícito por razones lógicas, discute como debería presentarse a la sociedad la desaparición de Hitler. Observe el lector atentamente que la fuga del Führer estaba en marcha, y que el disenso pasaba por como presentar la falsa muerte. Triunfó la versión nazi, propagándose por radio Hamburgo que “el Führer había muerto luchando con valentía contra las hordas rojas” (2), mientras que Bernadotte pensaba en una que lo mostrara arrastrándose como un caracol pidiendo clemencia. Luego del cambio, se firmaría una paz honrosa con Alemania. Hacia finales de abril de 1945, Bernadotte se reunía con Himmler, llegando en su avión (pintado de blanco con una cruz roja) sin mayores problemas a los aeropuertos que rodeaban Berlín, o en su automóvil con las mismas características. El conde Folke- Bernadotte tuvo la oportunidad de conocer decenas de campos, a los que menciona, preocupado únicamente por la suerte de los escandinavos. Es posible que sus tejes y manejes salvaran a miles de nórdicos, que por un motivo u otro estaban en esos campos. Para quienes conocen el sufrimiento inhumano de quienes en vida pasaron por manos de los nazis, el libro resulta imperdible.
Bernadotte murió asesinado cuando trataba de destrabar el primer conflicto árabe - israelí, enviado como representante por la Naciones Unidas.
Tal vez la causa del asesinato no fue la que todos por entonces suponían, sino por otros actos de su vida.
Poca ayuda podían esperar aquellos condenados de la caterva dominante en occidente.

1) Sampson, Anthony, Las siete hermanas, Grijalbo, Barcelona, 1977.
2) El nuevo Führer, Karl Dönitz en su libro Diez años y veinte días (Caralt, Barcelona, 1959), reconoció la existencia de esas internas para mostrar en forma heroica o cobarde la desaparición de Hitler.


Carlos De Nápoli – Escritor
(Autor de Urbis 3000, Ultramar Sur, Evita y Nazis en el sur. Los tres últimos de Norma/Kapelusz).

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Abril / Mayo 2005 - Adar II / Nisam 5765
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