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La cámara oculta y otras trampas para burlarse del otro
"Todos los hechos que pueden ocurrirle a un hombre, desde el instante de su nacimiento hasta el de su muerte, han sido prefijados por él. Así, toda negligencia es deliberada, todo casual encuentro una cita, toda humillación una penitencia, todo fracaso una misteriosa victoria, toda muerte un suicidio. No hay consuelo más hábil que el pensamiento de que hemos elegido nuestras desdichas". Jorge Luis Borges
Susana Grimberg. Psicoanalista y escritora
Hace unos días, una persona amiga, enfermera muy dedicada a su profesión, me comentó que una colega de ella, luego de haber sido víctima de una cámara oculta y, pese a saber que había sido una broma, aún hoy padecía los síntomas que afectaron su salud años atrás: inquietud, desasosiego, insomnio.
Pensé en “La tregua” (1974), primera película argentina en ser nominada al Oscar, y la durísima escena, protagonizada por Walter Vidarte que realiza una recordada actuación al ser objeto de una cruel broma de oficina. Valga decir que está basada en el libro del escritor uruguayo Mario Benedetti, dirigida por Sergio Renán, coautor con Aída Bortnik del guión.
El ojo inquisidor
En mi nota “Gran hermano 2011” (Comunidades Nº 496), expresé mi desagrado al ver a los jóvenes, usados por un programa que invita al televidente a realizar sus fantasías de voyeur, es decir, un programa que convoca a espiar la intimidad del otro. No pude menos que preocuparme tanto como lo hice después del comentario de mi amiga, indefensa frente al avance inescrupuloso del que la filmó. El interrogante es: ¿por qué espiar la vida del otro?, ¿por qué reírse de la desgracia ajena? ¿cuál es la intención de los autores y promotores de la idea de recluir a los participantes y exponerlos frente a una cámara para que otros gocen violentando su intimidad?
Analicemos: gente encerrada en un sitio aparentemente atractivo pero que no deja de ser una cárcel, un lugar del cual no se puede salir y un grupo que se constituye sabiendo que alguien, siempre, va a ser excluido. La exclusión, inherente al grupo, es producida por los mismos integrantes más los televidentes que se suman, espiando para votar.
Viendo a los que actúan en estos pseudo espectáculos, recordé la reflexión de Groucho Marx: "Él puede parecer un idiota y actuar como un idiota, pero no se deje usted engañar, es realmente un idiota."

Si bien, muchos consideramos que la televisión nos brinda la posibilidad de estar informados sobre diversos aspectos de la realidad, ¿en qué categoría podemos ubicar a las personas que acosan con una lente a los desprevenidos ciudadanos, para mofarse de ellos? Y, ¿en qué categoría podemos ubicar a los conductores de aquellos programas que engañan, deliberadamente, a un sujeto convirtiéndolo en objeto de burlas’
Como dije en mi nota “Ultraje al pudor” (Comunidades 494. 22-12-2010), hoy se vuelve público lo privado, y los televidentes, se quedan sin dormir para ver qué pasó en el reality, cualquier reality, o para saber qué les sucede a aquellos que fueron sorprendidos por un engañoso ardid. Según la sociología estos televidentes, eligen estos programas para olvidar qué pasa en sus vidas, las frustraciones y también las alegrías. Mirar para olvidar.
También Grouch Marx, nos legó esta otra reflexión: "La televisión ha hecho maravillas por mi cultura. En cuanto alguien enciende la televisión, voy a la biblioteca y me leo un buen libro." Groucho Marx.
La publicidad como forma de engaño
El mundo moderno, sólo está desencantado en apariencia, porque el grado de intensificación del sometimiento no sólo no ha cedido sino que ha ido en aumento. Hoy, hombres y mujeres abandonan los logros que como individuos cada cual supo conseguir, casi como una renuncia autoimpuesta. Por otra parte, como la publicidad lo que se propone es tapar, ocultar o, incluso, mentir, no mostrar como muchos suponen, la misma publicidad vuelve al hombre estúpido, especulador, e insensible, piedra de toque del mundo moderno.
Los videos y la publicidad basados en la desgracia ajena, dan cuenta de que el que el sujeto, habituado a la desgracia y al dolor ajeno, olvida. En la puesta en escena de la publicidad, está la idea de que todo dolor es un dolor ficticio y, si es ficción, no existe. Sobre esta circunstancia, la de estar habituados a la desgracia del otro, se sostiene la cámara oculta: presenciar un sufrimiento puede llegar a ser divertido, casi un placer inocente.
En la sociedad del espectáculo, todo parece una pequeñez. Un chico muerto de hambre es nada, un pobre es nada, un vagabundo, es nada, una chica muerta es nada. Hasta la pobreza se torna familiar.
Las despedidas de soltero y otros festejos mal intencionados.
En varias notas hablé de la violencia intrínseca al sujeto pero nunca cuando se manifiesta, sutilmente, contra una persona con la intención de burlarse de ella.
Muchas vecs para este accionar, la envidia es la piedra fundamental. El término envidia, proviene del latín invidia, derivado de invidere, que significa "mirar con malos ojos, con envidia" y éste, de videre, “ver”. (Diccionario etimológico de Joan Corominas). Quien está invadido por este sentimiento, mira con “malos ojos” las cualidades, éxitos o posesiones de los demás. El afectado por la envidia oculta sus emociones, se niega a aceptar el despecho que le produce que otro sea merecedor algún reconocimiento y disimula sus deseos de venganza. El décimo mandamiento, dice: No codiciarás los bienes ajenos.
Si bien, la lluvia de arroz y los huevos arrojados el recién egresado, forman parte de la violencia que desata el hecho de que otro apueste a una vida mejor, la crueldad que podemos observar en las despedidas de soltero es mucho mayor.
De todas maneras, aunque en las cámaras ocultas como en los “agasajos” por haber concluido una carrera o por haber optado por el matrimonio, se puede llegar a lesionar física y psíquicamente al “agasajado”, la gente acepta, se somete o insiste en exponerse para evitar el despecho que provocaría prestar alguna resistencia al mal trato. La caída de los principios éticos son, a mi parecer, lo que da rienda suelta a tanta bajeza, a tanta denigración.
Quiero concluir con esta frase del Talmud:
“No maquines ningún mal contra aquél que tiene confianza en ti. No litigues sin razón alguna contra el que no te ha hecho mal alguno. Nunca digas a tu amigo: “Vuelve mañana y te daré lo que me pides”, si puedes dárselo hoy.”



Número 555
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