Israel en Buenos Aires

EL CALENDARIO HEBREO
Las naciones de Occidente basan su calendario en el año solar: el tiempo que tarda la Tierra en describir su órbita alrededor del Sol. En este sistema, ni los períodos anuales, ni las fechas que corresponden a los diferentes meses, guardan relación alguna con las fases lunares. Para los musulmanes, en cambio, lo que importa es la Luna, tanto en lo concerniente al año como a cada uno de los meses.
El año lunar tiene, aproximadamente, 11 días menos que el año solar (354 días el primero y 365 el segundo). El calendario hebreo se basa, en algunos aspectos, en el año lunar, y en otros en el solar. Los meses se fijan según el tiempo que tarda la Luna en recorrer su órbita alrededor de la Tierra; pero el cálculo de los años se efectúa sobre los períodos solares. Y dado que el año solar, como dijimos, tiene 11 días más que el año lunar, se dispuso, para igualarlos, agregar un mes cada dos o cada tres años, según la serie 3, 6, 8, 11, 14, 17 y 19. Así se logró que la festividad de Pésaj cayera siempre en el mes inicial de la Primavera: Nisán. El mes que se añade es el de Adar, y de este modo el año reúne dos meses con el mismo nombre. Se distinguen como “Adar Álef” Y “Adar bet”. Un año con esa característica es llamado “shaná meubéret” (año “grávido”, “engrosado” o bisiesto). En cada ciclo de 19 períodos anuales, son 7 los que incorporan un mes adicional.

ÉPOCAS REMOTAS
Los orígenes d el calendario hebreo se sitúan en épocas muy remotas. Sufrió transformaciones a través de los tiempos, hasta quedar establecido en su forma actual no antes del siglo VIII de la Era Común. Según una tradición babilónica de la época de los “gueonim”1, el “Nasí”2 Hilel III, que vivió en el siglo IV, publicó una compilación de las reglas para calcular la aparición de la luna nueva y el comienzo de los meses y de los años, tal como llegaron a sus manos (y como, a grandes rasgos, se mantuvieron hasta nuestros días).
Si nos remontamos a épocas antiguas, cuando las tribus hebreas recorrían las llanuras con sus rebaños, vemos que basaban su división del tiempo en los cambios de la luna. En este punto, no se diferenciaban de otros pueblos nómades. Pero al establecerse en Éretz Israel y dedicarse a la agricultura, debieron considerar la influencia del Sol en los cambios estacionales.
En los tiempos primitivos, cada principio de mes (“rosh hajódesh”) era fijado por el testimonio de quienes habían visto aparecer la luna nueva. Pero se ignora de qué manera combinaban el año lunar con el solar. Es de suponer que, generalmente, el período anual constaba de 12 meses. Y sólo cuando, al final del invierno, se advertía un retraso del año lunar respecto del solar, se añadía un mes al primero.
Atestigua esa costumbre una carta enviada por el “Nasí” (Patriarca) Rabán Gamliel, “a nuestros hermanos en el Exilio de Babilonia y en el país de los Medos y en otras Diásporas”. Allí escribe: “Queremos anunciarles que los pichones se ven tiernos y los corderitos delgados, y el tiempo de la Primavera no ha llegado aún; por lo que me pareció bien, y lo mismo a mis compañeros, añadirle 30 días al año en curso”.

1 Gueonim: Los sabios que presidían las academias talmúdicas en Babilonia, entre los siglos VI y XI de la Era Común.
2 Nasí: (Patriarca). Sabio que presidía el Gran Tribunal del Sanedrín, en la época del Segundo Templo.

CÁLCULOS ASTRONÓMICOS
En una etapa posterior, los meses y los años se establecieron sobre la base de cálculos astronómicos. Dado que esos cálculos no eran del todo exactos, se mantuvo la costumbre de fijar el comienzo del mes por declaraciones de testigos. La facultad de escuchar el testimonio de quienes habían visto la luna nueva, para luego consagrar el comienzo de un nuevo mes, correspondía, a fines de la época del Segundo Templo, a los miembros del Sanedrín. Una vez confirmados esos testimonios, el Presidente del Gran Tribunal (Sanedrín) proclamaba esa consagración, y tras él todo el pueblo.

LAS FESTIVIDADES EN ISRAEL Y EN LA DIÁSPORA
Al principio era costumbre encender fogatas en los altos de los montes, para anunciar el comienzo del mes a todas las Diásporas. Pero cuando los samaritanos (Shomronim o Kutim) tergiversaron los mensajes, se determinó que partieran emisarios e hicieran el anuncio personalmente. Dadas las distancias que debían recorrer a menudo no llegaban a tiempo. Por eso se instituyó que, en la Diáspora, las festividades se celebraran dos días en lugar de uno. En la Tradición Judía, ese día adicional se conoce como “Iom Tov shel Galuiot” (día festivo de las diásporas). Iom Kipur constituyó una excepción, ya que debido al ayuno era imposible prolongar ese día.
En cuanto a Rosh Hashaná, su duración se fijó en dos días incluso en Éretz Israel, para evitar que, en espera de los testigos oculares, se profanara entre tanto la santidad del primer día. Ambos se consideran igualmente sagrados y se denominan en conjunto “Ioma Arijta”, esto es, “un día prolongado”.
Maimónides, el Rambam, el gran erudito judeo-español del siglo XII, detalló por escrito los motivos de esa duplicación.
Como queda dicho, con el tiempo aprendieron a calcular las fechas de las festividades sin depender ya de los testigos. A partir de entonces, pudieron organizar el calendario con muchos años de anticipación. Sin embargo, no por eso suprimieron el “Día Segundo de las Diásporas”, ya que los pueblos suelen ser conservadores en cuanto a su tradición y a sus ritos.
Actualmente se celebran en todas las diásporas dos días de Rosh Hashaná, ocho de Pésaj, dos de Shavuot y nueve de Sucot. El noveno día es Simjat Torá.
En Israel son dos los días de Rosh Hashaná, siete los de Pésaj (de los cuales el 1º y el 7º son festivos y los cinco intermedios de “Jol Hamoed”, es decir, de media fiesta.
Shavuot se festeja un sólo día; Sucot ocho días (de los que sólo el 1º es festivo, los seis siguientes son de “Jol Hamoed”, media fiesta, y de ellos el 7º es “Hoshana Rabá”; y el 8º día es a la vez “Shminí Atzéret” y “Simjat Torá”.

¡Shana Tova Umetuká 5767, Lejaím Uleshalóm! Un año bueno y dulce! Por la vida y por la paz!



 

septiembre de 2006

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