Generacion J

B''H

No podemos tomar una decisión y esto nos angustia; nos sentimos deprimidos por no encontrar explicación a algo que se acabó y pensábamos que sería para siempre; ante alguien que nos gusta o nos disgusta, quedamos paralizados sin saber que hacer, o solo emitimos respuestas poco comunicativas como “si” o “no”; frente a un hecho que nos desorienta ciegamente tomamos la salida más próxima, pero no siempre la mejor o mas indicada para cada uno de nosotros; cuando tenemos un problema con nuestro cuerpo, lo llevamos al médico, como si llevásemos un automóvil, pretendemos que lo reparen inmediatamente, sin escuchar lo que tiene para decirnos con esto que le esta pasando y nos reclama atención.
En nuestra cultura aprendemos, desde que nacemos a no parar, a estar siempre bien, a producir hasta en los momentos en los que es necesario descansar, o distenderse.
¿Y cuándo nos ocupamos de nosotros? ¿Cuanto dedicamos a explorar para qué nos sirve lo que nos esta pasando? Frente a todo lo que nos sucede podemos tener una actitud evitativa, haciendo como que todo esta bien, y darle para adelante, o podemos hacernos responsables de cada día de nuestras vidas, apropiándonos un poco más del destino, teniendo en cuenta que hay cosas que no dependen exclusivamente de nosotros, pero sabiendo también que el azar no existe para la vida, pues esta se va construyendo con todas nuestras vivencias.
Ser responsable etimológicamente, quiere decir: Respons–habilidad; o sea tener habilidad para encontrar respuestas a la situaciones; y a partir de esto, podemos saber que hacerse responsable no es sentirse culpable, sino hacernos cargo, ser protagonistas de nuestras vidas y de las decisiones que vamos tomando en cada momento de ella; asumir que algo no esta bien, de que algo no nos esta permitiendo fluir armónicamente; es empezar a sustituir los “Por qué”, que nos justifican, o nos desesperan investigando posibles causas, para pasar a preguntarnos “Como” hacemos eso que nos impide ser personas reales y para que nos sirve.
El poder convivir con la aceptación de que estamos sumergidos en un atolladero, y que inevitablemente tenemos que quedarnos allí para ver cual es el mensaje; es mucho menos nocivo que hacer de cuenta que nada pasa, que esta todo bien; atravesar cada momento de una crisis sin pegar un salto ilusorio hacia el final de la misma, es una oportunidad única de aprendizajes y de crecimiento personal.
Así, vamos sacándonos las miles de caretas que nos pusimos, como parches frente a cada avatar, empezamos a despojarnos de todos los anteojos que distorsionaron nuestra visión y lo siguen haciendo; para permitirnos vivir la vida, apropiándonos de esta hermosa frase de Barry Stevens que dice: “No empujes el río; déjalo que fluya” .

Mauricio J. Strugo
Psicólogo – Psicoterapia Gestalt
Educador No Formal

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