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Sociedad / polémica
“Primero Yo”
“El secreto del éxito en la vida de una persona está en prepararse para aprovechar la ocasión cuando se presente”. Benjamín Disraeli.
Susana Grimberg. Psicoanalista, escritora y columnista

El exitismo social

Muchas veces me he preguntado por qué la gente se embarca en una búsqueda desesperada por alcanzar el éxito. Entiendo que la palabra éxito, exit, lleva en sí misma el significado de salida, pero no es sólo eso porque, en realidad, también quiere decir resultado.
Es que, según el Diccionario etimológico de Joan Corominas, la palabra éxito deriva del latín, exitus que, concretamente, significa resultado pero, también, salida, que deriva a su vez, de exire: salir.
Al leer este significado, pensé en los aeropuertos, en los que la palabra EXIT, salida, da cuenta del hecho de haber llegado al lugar que se quería alcanzar. Sin embargo, cuando el sujeto elige alcanzar el éxito como única meta, corre el riesgo de que, al convertirse en un fin en sí mismo, no le importen los medios para alcanzarlo ni tampoco a lo que pueda exponerse para lograrlo: enfermedades, pérdida de los afectos en general y deterioro de los lazos familiares.
Con respecto a este tema, considero muy importante rescatar la función del libre albedrío, tan vapuleado en nuestro tiempo. Si el hombre no posee la libertad de elegir, no es más responsable de sus actos que un león por comerse a su presa. Al final de cuentas, podríamos pensar que es sólo otro animal cuyas acciones están determinadas por sus instintos.
Isaac Bashevis Singer fue muy claro cuando le dijo a un entrevistador que el libre albedrío es el “mejor regalo” de la vida, un regalo que por sí mismo hace que valga la pena vivir. La cultura del egoísmo, promotora del exitismo, reniega de este don porque obtura la libertad de elegir, independientemente del éxito que se pueda obtener.

La cultura del bienestar

El deseo de alcanzar el éxito empieza por los padres que pretenden que sus hijos se destaquen a una edad muy temprana. Los mismos padres sienten que se iluminan gracias al éxito logrado por el hijo y terminan embarcándose en tareas tan engorrosas como agotadoras para que el hijo alcance el éxito lo más rápido posible.
Alina Tugend, en la nota publicada en La Nación (20/08/2011) “Chicos hiperocupados, familias agotadas”, menciona a William Doherty, profesor de estudios familiares en la Universidad de Minnesota, quien dijo que las experiencias que creíamos que los niños necesitaban experimentar antes de la escuela secundaria se han adelantado al pre escolar. “Dentro de poco, estaremos hablando acerca de las oportunidades de liderazgo para los bebes."
Es un exceso planificar las actividades extra escolares tan solo para alcanzar el éxito y no el desarrollo personal. En mi opinión, el hecho de correr de un lado a otro, va en desmedro de la felicidad de niños y padres. Sin embargo, muchos padres creen que sus hijos tienen un talento oculto y, sienten que les fallan sino se hace todo lo posible para ayudarlos a brillar, brillo que, repito, les llegaría a los mismos padres.
La exigencia por lograr el éxito a toda costa, conduce a los adolescentes a ser los más expuestos a frustrarse hecho que los conduce a responder con violencia a una sociedad donde, prima la ilusión del bienestar.
Si bien, el odio, la agresión y la crueldad forman parte del desarrollo histórico del hombre, lo nuevo en estos tiempos de cultura Light, es la violencia que rompe con la tranquilidad imaginaria de la cultura del bienestar. La aparente democratización en la que se sostiene el libre mercado más la ilusión de que todo es posible de ser adquirido, hace que la palabra misma, que no se puede comprar, se vea devaluada y tenga a los jóvenes como protagonistas de la violencia, tanto en calidad de víctimas como de victimarios.
Es para pensar que la adolescencia es el tiempo en el que se decide el futuro del sujeto, edad que nadie duda en considerar la edad dorada. Sin embargo es a la inversa: son los años de mayor desamparo, producto de la escasa presencia de los padres que han renunciado a su función de guías para convertirse en pares. Es desde esta posición que los padres, independientemente del sexo y de la edad, compiten con los hijos, siendo alcanzar el éxito la meta más importante para lograr. .
Por otra parte, el igualitarismo, que según el psicoanalista francés Jacques Lacan constituye la canallada moderna, al promover la cultura del bienestar que caracteriza a nuestra época, es quebrada por lo que podemos llamar el mal-vivir, signado por los excesos: adicciones (duras y blandas), la anorexia y la bulimia, intentos de suicidio y actos violentos que nos sacuden todos los días.
La cultura del éxito, cuyo sostén es el narcisismo, busca la satisfacción inmediata, obstaculizando la posibilidad de darle un tiempo a la espera, al pensamiento y a la palabra. En verdad, la cultura del éxito deshecha que el valor está en la obra y no en el éxito que obtenga la misma obra.
Por otra parte, hasta en el fútbol y en todas las competencias deportivas e intelectuales, en nuestro tiempo se aspira al éxito en desmedro del placer de jugar. Además no se puede desconocer que detrás del exitismo, muchas veces se oculta la desazón, la insipidez de la vida mundana y, hasta una terrible soledad, producto del fuerte individualismo: en suma, de la incapacidad para con-vivir incluso con uno mismo.
Kirk Douglas dijo: “Aquél que obtiene una victoria sobre otro hombre, es poderoso, pero quien obtiene una victoria sobre sí mismo, es iluminado”.

Los que fracasan al triunfar
Algunas personas que una vez que han logrado un éxito determinado, como por ejemplo una conquista amorosa largamente esperada o una promoción profesional de mayor responsabilidad y prestigio, lejos de disfrutar del éxito, experimentan cierta sensación de fracaso.
Freud, tomó de la literatura, a Lady Macbeth, inmortal creación de Shakespeare, que después de luchar con tremenda energía para lograr su deseo, se desmorona luego del éxito obtenido.
Este dramático rasgo patológico, descripto por S. Freud en 1916, está basado en una dinámica inconsciente que tiene que ver con la posición de ese futuro “saboteador” en la infancia. Freud explica el fenómeno, como la consecuencia de una equiparación inconsciente entre el éxito en la adultez y una supuesta victoria sobre el progenitor del sexo opuesto, en la niñez siendo el éxito real en la vida adulta, como si se tratara de un crimen edípico, con su concomitante sentimiento de culpa. Este fenómeno tiene relación con el sentimiento de que “algo es demasiado bueno para ser cierto“.
La esencia del éxito consiste en “haber llegado” más lejos que el propio padre, siendo esto algo absolutamente prohibido. De todos modos hay que aclarar que tanto el éxito como el fracaso deberán ser definidos en función de los deseos y prohibiciones propios de cada persona, más que a través de una valorización externa.
Lo paradójico está en que, mientras la mayoría de la gente procura tener logros con la consiguiente satisfacción, lejos de producir alegría, algunas personas, una vez obtenida la realización de sus deseos, se desorganizan o se enferman.
Freud , en 1916, estaba interesado en las manifestaciones clínicas de la culpa inconsciente.
Se supone que los niños que son los futuros saboteadores de su propio éxito, han sido niños con un gran talento natural. Estos dones facilitarían sus potenciales logros.
El primer éxito experimentado por el niño es el de ser el preferido de la madre. Al ser el centro su atención, se sienten sobrevalorados por ella. El padre es percibido como impotentemente furioso por haber sido excluido de la díada madre-hijo.
En el desarrollo normal, el niño puede reconocer que él no satisface los deseos de su madre; que ella necesita de otro adulto, el padre, y que esto es claro aún en los casos de viudez o divorcio.

Y el padre ¿dónde está?
La configuración actual de la sociedad y la caída de la función paterna en el orden de la cultura, contribuyen a que se pierda el lugar ideal que antaño tenía el padre, soporte sobre el cual se conjugaban las identificaciones a determinados ideales y anhelos de la cultura.
La identificación con el Padre permitía a los sujetos identificarse entre sí, transversalmente, reconociéndose como iguales. El lugar del Ideal, hoy es ocupado por “ídolos” que, con su brillo y majestuosidad, cristalizan el éxito y conjuran el temor al vacío y a la muerte.
Efectivamente, estos ídolos que se consumen diariamente, por ejemplo por medio de la televisión, se erigen como dioses oscuros que desafían hasta a la muerte. Al decir de J. Lacan, el hombre ha sustituido al esclavo antiguo resultando él mismo un producto tan consumible como los demás. El consumismo, todo lo consume, incluido al hombre.
Para finalizar, frente al exitismo y la banalización de la realidad que sustenta esta postura, lo importante es, en mi opinión, poder disfrutar de lo que cada uno se propone hacer en la vida, independientemente del éxito o de los aplausos que en muchas oportunidades resultan ser falsos.

Quiero concluir con este dicho idish:
“Aunque una tontería alguna vez tenga éxito, sigue siendo una tontería.”

Y con esta reflexión de Isaac Asimov:
“Para tener éxito, la planificación sola es insuficiente. Uno debe improvisar, también”



http://www.radiosentidos.com.ar/programacion/a-la-vuelta-de-la-esquina/



Agosto 2018 - Elul 5778
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