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Sindelar: El futbolista judio que Hitler no soportó
Por todos es conocido, en los años 30 Alemania comenzó su recuperación y
crecimiento a través de una aterradora expansión territorial. De la mano de
Adolf Hitler, quien anhelaba anexionar todo el Viejo Continente a su poder, el
III Reich infundió el terror y el pánico a todos los pueblos vecinos, conquista
tras conquista. Nadie osaba resistirse... ¿Nadie ? . Hubo un futbolista que sí lo hizo.
Se llamaba Matthias Sindelar y lo pagó con su vida.

El hombre de papel

Kozlov (Moravia) vio un 10 de febrero de 1903 los primeros pasos de un niño que
iba a hacer historia.
Criado en el barrio de Favoriten (Viena) en el seno de una familia judía, ya de
pequeño se dio cuenta de que el fútbol era lo suyo. Muy pronto pasó a formar
parte del Austria de Viena, al que llevaría a lograr tres Copas de Austria en
sus tres primeras temporadas, y donde marcaría más de 600 goles.
Pero la gran fama de Sindelar llegó con la selección austriaca. Fue integrante
del famoso Wunderteam (equipo maravilla), probablemente el mejor equipo de la
década de los 30 -no en vano, en 50 partidos disputados sólo salió derrotado en
4- y que en el Mundial de 1934 sólo pudo ser frenado por la intervención de
Mussolini. En aquel campeonato, pese al deslumbrante juego desplegado, Austria cedió en
semifinales por 1-0 ante la escuadra local, Italia, en un encuentro que resultó
un escándalo arbitral.
El hombre de papel, como era conocido por su delgadez extrema y por su
plasticidad en el juego, alcanzó durante aquellos años una fama inaudita hasta
el momento para un futbolista. Su calidad sólo era comparable a la del italiano
Giuseppe Meazza y la del húngaro György Sarosi; los tres eran considerados los
mejores jugadores del mundo de la época. Pero además el austriaco fue uno de los primeros deportistas en recibir
compensaciones económicas por publicitar relojes, ropa o comida. Fue, por decirlo de alguna forma, el primer futbolista mediático.

El sueño truncado del Wunderteam

Pero si Austria era una de las mejores selecciones del momento, Alemania no era
menos.
Tercera clasificada en el Mundial de 1934, para el Mundial de Francia del 38
tenían el plan perfecto. A la fuerza y tesón de la selección germana (algo que
aún hoy perdura) se le iba a unir la experiencia y fantasía de los jugadores
austriacos, obligados a fusionarse después del anschluss llevado a cabo el 12 de
marzo de ese mismo año. La unión de ambos conjuntos debía formar un equipo invencible. Hasta cinco
futbolistas titulares del wunderteam se integraron en la plantilla germana,
perola clave estaba en Sindelar, la pieza básica para convertir a Alemania en la
mejor selección de todas. Pero al hombre de papel la idea de jugar para el III Reich, aquel que había
asesinado a tantos conocidos suyos, judíos como él, y de realizar el saludo nazi
antes de cada encuentro le repudiaba, así que nunca aceptó las "invitaciones"
que recibía. Primero aludió una lesión de rodilla; después, consciente de que
Herberger, el nuevo seleccionador alemán, era un técnico serio y preparado y no
un nazi fanático, le solicitó educadamente que le dejara fuera de las
convocatorias. Pero al parecer eso nunca convenció a las autoridades germanas.

El partido que le sentenció

Para celebrar la anexión austriaca a Alemania, el 3 de abril se disputó un
encuentro entre ambas selecciones, en lo que suponía la despedida del
wunderteam. Como no podía ser de otra forma, se trataba de un partido amañado de
antemano y destinado a demostrar la superioridad germana.
"Ganar un partido es más importante para la gente que capturar una ciudad del
Este", dijo Goebbels.
Matthias Sindelar ya comenzó mal. O no. Por aquellos años era tradición efectuar
el saludo nazi antes de comenzar el partido, pero el austriaco se negó a ello,
lo que irritó, y mucho, a los jerarcas nazis ahí presentes.
Durante la primera parte, la estrella austriaca se dedicó a torear a los
defensas alemanes, pero cuando se mostraba en disposición de marcar, disparaba
burdamente fuera, para regresar, con cara de resignación, al trabajo de su
equipo. Pero se cansó, y estalló.

A los 70 minutos, y ante la sorpresa de todos, llegó el que probablemente sea el
gol más controvertido de la historia. Sindelar recogió un rechace del guardameta
alemán y, descargando toda su rabia, introdujo el balón en la portería. No
contento con ello, celebró el tanto por todo lo alto: corrió y se situó frente
al palco alemán para marcarse un baile que fue toda una ofensa y humillación
para las autoridades presentes.
Diez meses después, estaba muerto

Después de aquel encuentro Matthias Sindelar, que se había convertido en un
héroe para los austriacos pero en un peligroso elemento subversivo dentro del
orden nazi, se vio obligado a esconderse y a vivir bajo muchísima presión por
parte de la Gestapo, que pocos días después destrozó un bar de su propiedad como
amenaza. El futbolista no aparecía, e incluso se dice que Hitler ofreció una recompensa
económica a quien lo encontrara, y que fue un compañero del Wunderteam quien lo
delató. El caso es que el 23 de enero de 1939 Sindelar fue encontrado muerto en su casa,
tumbado en su cama junto a su reciente esposa, la joven italiana judía Camilla
Castagnola. Las causas nunca se han aclarado. Los informes oficiales de la época aseguran
que la muerte se debió a un escape de gas, con lo que se indujo al suicidio,
nada descartable dada la situación insoportable en la que había pasado a vivir
el austriaco, aunque llama la atención la celeridad con la que la Gestapo cerró
y archivó el caso. Por lo menos, uno de los oficiales tuvo el detalle de asegurar que había sido un
accidente, logrando de este modo que Sindelar recibiera una merecida despedida,
pues hay que recordar que entonces quien había sido asesinado o se había
suicidado no podía celebrar un funeral. Sin embargo, ya durante la época hubo quien incluso apuntaba a un crimen. Los
bomberos que acudieron a su domicilio declararon que no habían notado olor a gas
a su llegada, y que no había señales de fuga en la estufa. Incluso , en un
reportaje reciente de la BBC, un amigo del futbolista asegura que hubo sobornos
a los funcionarios para no comentar nada del caso y finiquitarlo lo antes
posible.

Despedida épica

Pese a las prisas de la Gestapo, que querían una despedida rápida, casi
clandestina, el día de su muerte el Austria de Viena, su club, recibió más de
15.000 telegramas de pésame, tantos que el correo de la ciudad se colapsó, y a
su entierro acudieron más de 40.000 personas, que se enfrentaron a la
amenazadora presencia de tropas nazis, temerosas de una rebelión de quienes se
habían sumado a la despedida de su ídolo. Desde entonces, el 23 de enero de cada año se lleva a cabo una sencilla
ceremonia sobre su tumba. En ella participan dirigentes de la Federación
Austriaca , del Austria de Viena, aficionados y los de cada vez menos numerosos
compañeros de equipo de los tiempos del Wunderteam, que rinden homenaje al mejor
futbolista austriaco de todos los tiempos, como así determinó la IFFHS en el
2000. Pero no hay duda de que su fama trascendió mucho más allá de lo deportivo. Nunca
un futbolista le plantó tanta cara a la injusticia política; nunca un gol supuso
tanto para un país.

El recuerdo del Der Papierene seguirá siempre vivo en Austria


Número 509
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