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Periódico Judío Independiente
El problema de Israel a los 61
Por Daniel Pipes
Dos estados de identificación religiosa nuevos surgieron de los fragmentos del Imperio Británico tras la Segunda Guerra Mundial. Israel, por supuesto, fue uno; el otro fue Pakistán.

Hacen una pareja interesante, si bien poco comparada. La experiencia de Pakistán con extendida pobreza, inquietud interna casi constante y tensiones externas, culminando en su posición actual de estado casi criminal, insinúa los peligros que evitó Israel con su cultura política liberal y estable, su economía dinámica, su sector tecnológico puntero, viva cultura e impresionante cohesión social.

Pero a pesar de todos sus logros, el estado judío vive bajo una maldición que Pakistán y la mayor parte de las entidades políticas restantes no afrontan nunca: la amenaza de la erradicación. Su destacado progreso a lo largo de las décadas no le ha liberado de un peligro con muchos facetas que abarca casi cada medio imaginable: armas de destrucción masiva, ataque militar convencional, terrorismo, subversión interna, bloqueo económico, asalto demográfico y sabotaje ideológico. Ningún otro estado contemporáneo se enfrenta a un abanico de amenazas así; en la práctica, probablemente ninguno lo haya hecho nunca en la historia.

Los enemigos de Israel se dividen en dos bandos principales: la izquierda, y los musulmanes, con la extrema derecha como tercer elemento menor. La izquierda incluye a un extremo fanático (International ANSWER, Noam Chomsky) y un centro más refinado (la Asamblea General de Naciones Unidas, los partidos políticos de izquierdas-progresistas, los medios de referencia, las iglesias troncales, libros de texto). En el balance final, sin embargo, la izquierda no sirve tanto como fuerza en sí misma sino como auxiliar del principal actor anti-sionista, que es la población musulmana. Este segundo, a su vez, se puede dividir en tres agrupaciones diferentes.

En primer lugar están los estados extranjeros: cinco fuerzas armadas que invadieron Israel a su independencia en mayo de 1948, y los ejércitos vecinos, las fuerzas aéreas y la marina después que libraron las guerras de 1956, 1967, 1970 y 1973. Mientras que la amenaza convencional retrocedió en cierto sentido, la concentración armamentística de Egipto financiada por Estados Unidos supone un peligro y las amenazas procedentes de armas de destrucción masiva (especialmente de Irán, pero también de Siria y potencialmente de muchos estados más) plantean un peligro aún mayor.

En segundo lugar están los palestinos externos, aquellos que residen fuera de Israel, marginados por los gobiernos de 1948 hasta 1967, Yasser Arafat y la Organización para la Liberación de Palestina lograban su oportunidad con la derrota de las Fuerzas Armadas de tres estados en la Guerra de los Seis Días. Los sucesos posteriores, como la guerra del Líbano de 1982 y los acuerdos de Oslo de 1993, confirmaron la centralidad de los palestinos externos. Hoy, ellos llevan la iniciativa en el conflicto a través de la violencia (terrorismo, misiles desde Gaza) y lo que es más importante, a través de orientar a la opinión pública mundial contra Israel a través de un esfuerzo de relaciones públicas que tiene amplia resonancia entre los musulmanes y la izquierda.

En tercero están los ciudadanos musulmanes de Israel, los residentes de la ecuación. Se beneficiaron de las costumbres abiertas de Israel para prosperar en número y evolucionar de una comunidad dócil que no da problemas en una asertiva que rechaza cada vez más la naturaleza judía del estado israelí, con consecuencias potencialmente devastadoras para la futura identidad de ese estado.

Si esta larga lista de peligros diferencia a Israel de todos los demás estados occidentales, obligándole a protegerse a diario de las filas de sus muchos enemigos, su situación hace a Israel extrañamente parecido a los demás países de Oriente Medio, que de igual manera se enfrentan a la amenaza de la eliminación.

Kuwait, conquistado por Irak, desapareció realmente de la faz de la tierra entre agosto de 1990 y febrero de 1991. El Líbano, bajo control de Siria desde 1976, podría ser incorporado oficialmente por Damasco en cualquier momento. Bahrain es reclamado ocasionalmente por Teherán como parte de Irán. La existencia de Jordania como estado independiente siempre ha sido precaria.

Que Israel se encuentre en esta compañía tiene bastantes implicaciones. Ello pone en perspectiva el dilema existencial de Israel: si ningún país se enfrenta a su erradicación fuera de Oriente Medio, éste es un problema casi rutinarios dentro de la región, sugiriendo que la posición sin cerrar de Israel no va a cambiar a corto plazo. Este patrón también destaca la vida política únicamente cruel, inestable y letal de Oriente Medio. La grave y extendida enfermedad política de Oriente Medio señala el error de ver el conflicto árabe-israelí como la fuerza motriz detrás de sus problemas.

Haber sobrevivido Israel a incontables amenazas a su existencia a lo largo de las seis últimas décadas, y haberlo hecho con su honor intacto, ofrece un motivo de celebración para su población. Pero la alegría no puede durar mucho, dado que tiene que volver a las trincheras a defenderse de la próxima amenaza.

El autor es Periodista, analista internacional

Número 458
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