Comunidades


Periódico Judío Independiente
Día del estudiante adulto
Por Moshé Korin
Durante mi última visita a Israel, tuve entre muchas otras, una vivencia muy conmovedora. Pude asistir al Congreso del Estudiante Adulto del Distrito Central, que tuvo lugar en el palacio del deporte Mor-Metrowest de Ra´anana, con el auspicio del departamento de educación de adultos de la ciudad.
A continuación trataré de relatarles las palabras pronunciadas durante el acontecimiento por tres representantes de los estudiantes. Me esmeraré en ser lo más fidedigno posible, pues grabador no poseía, pero sí alcancé a tomar nota en mi libreta personal de lo dicho por ellas.
Creo que al leer ustedes sus palabras, aunque con alguna imprecisión, lograrán darse cuenta de la inmensa labor que se realiza en Israel, a fin de integrar a los nuevos inmigrantes a la sociedad y a la vida.


Como fuego en mi alma

La primera en hablar fue Lea Shato. Ella concretó su “aliá” (inmigración a Israel) en 1984 desde Etiopía. Vino sola con cuatro niños y su suegra, quien se ocupó de tres nietos de su hijo, quien permaneció en Etiopía.
El menor de sus hijos tenía un año, y lo cargó durante todo el camino sobre su espalda.
En el trayecto pasaron por duros tormentos: asaltantes, hambre y sed en el desierto. Para su alegría, también tuvieron historias con milagros.
Del aeropuerto los enviaron a “Tzfat” (Safed), allí enfermó el niño más pequeño, y fue llevado al hospital. Lea, que estaba sola, no podía ir al “ulpán”(escuela para adultos de enseñanza de hebreo ), porque debía estar todo el tiempo en el hospital; pero en la clínica debía entender lo que le decían, y así, poco a poco, fue aprendiendo hebreo. Después de que el hijo menor sanara y fuera a la residencia, comenzó a trabajar en una “ieshivá”( academia talmúdica), y también allí se empecinó en hablar sólo hebreo.
A sus hijos jamás les contó lo que le sucedió camino de Israel, porque quería que crecieran con alegría y no sufriesen por su historia.
Pero siempre quiso aprender a escribir, para poder legar a sus nietos que iba a tener todo lo que pasó. Lea agregó: “Era como un fuego en mi alma”.
Fue al centro comunitario y solicitó aprender hebreo, pero la maestra le dijo que ella enseñaba únicamente a niños. Y entonces decidió aprender por sí misma. Se quedaba en su casa sentada frente al televisor y veía el programa infantil “Bli sodot” (Sin secretos), y de repente comprendió que podía aprender de la televisión.
Al día siguiente tomó un cuaderno y un lápiz y anotó las letras según su orden en las canciones que había en el programa.
Cuando decían palabras letra por letra, también las anotaba.
Así aprendió cada vez un poco más. Cuando los chicos venían, les mostraba lo que había aprendido, y ellos se ponían muy contentos, pero también se reían de ella y de sus errores.
Un día recibió una carta de la seguridad social. Reconoció solamente las letras, pero no consiguió entender ni una palabra. Los chicos no estaban en casa, entonces llamó a su hermano en Haifa, y le leyó las letras, y él le dijo lo que estaba escrito. Permaneció sentada durante varias horas con la carta ese mismo día, hasta que logró leerla según lo que su hermano le había dicho.
Cuando los niños volvieron, les leyó la carta, y les dijo que desde ese día leería sola las cartas y no les pediría a ellos que lo hicieran por ella.
Durante todos esos años siguió buscando un lugar apropiado para aprender hebreo. Ese año por fin lo encontró, y está estudiando en Netania y avanzando bien.
Muy conmocionada, Lea Shato, finalizó su mensaje diciendo: “Siento que estoy cerca de concretar mi sueño de escribir por mí misma la historia de mi vida”.


Una yemenita aprende idish

Luego se dirigió al público Zehava Simón diciendo: “ aprendo idish en la Cátedra Popular de Ra´anana. Se preguntarán cómo una yemenita simpática como yo llega a estudiar un idioma distante de Yemen casi como Oriente de Occidente”.
Sucedió que, en el marco de su vida cotidiana, plena y activa, es voluntaria en varios geriátricos de la ciudad.
Sus horas de voluntariado semanal la ponen en contacto con muchos ancianos, cuyo idioma coloquial es su lengua madre: el idish.
Descubrió entonces, que es difícil comunicarse con los viejitos si no habla su idioma, y decidió aprender el idish, a fin de poder establecer una relación agradable con los ancianos, y poder ayudar en todo lo posible.
En la Cátedra encontró un grupo de estudiantes de gran calidad del área de idiomas. Es cierto que es la única yemenita; todos los demás estudiantes habían escuchado idish de sus padres o de otros familiares; pero ella siente que va por el buen camino, y está muy orgullosa del camino recorrido hasta ese momento. La simpática yemenita siguió explicando que en realidad vino a aprender idish hablado, pero también esta conociendo la cultura que ese idioma representa, y que es toda una civilización.
Zehava finalizó diciendo: “El camino es largo; lo sé, ¡pero yo ya estoy cosechando el fruto de mi esfuerzo! Para que sepan: “ ivrit redt men, ¡un idish redt zij!”” (el hebreo es hablado; el idish habla por sí mismo).Con fuerte aplausos fue prácticamente ovacionada.

Un mundo nuevo

Por último una mujer leyó una nota en off, que fue luego distribuida entre los presentes. La identidad de la persona fue preservada.
“Deseo decir algunas palabras. En primer lugar, quiero agradecer a la alcaldía de la Cárcel de Dekel, que me permitió estudiar en el marco de la cárcel. Quiero agradecer al equipo educativo de la cárcel de Dekel.
Quiero decirles que los estudios en la cárcel hacen un aporte enorme a los internos estudiantes y cambian la manera de pensar, les abren a los internos los ojos al mundo normativo.”
“Yo, en forma personal, como ser humano que tenía una orientación equivocada en la vida, los estudios en la cárcel me abrieron una ventana a un mundo nuevo, que no conocía hasta entonces. Hoy me encuentro ante mi puesta en libertad, y tengo la intención de proseguir estudios terciarios, y todo esto gracias al sistema educativo de las cárceles.”
“Un agradecimiento muy especial para una mujer singularl, quien me ayudó enormemente en los estudios y me inculcó el deseo de estudiar, y durante un año me acompañó y alentó para que perseverara en los estudios. Muchas gracias a Ud., mi maestra, Iehudit Sigron”.
“Para finalizar, quiero agradecer al Ministerio de Educación, a la sección de Educación para Adultos, que permite a los internos completar su formación y participar de acontecimientos de este tipo, o de otros”.
En el acto no faltaron tampoco, salutaciones de autoridades nacionales y municipales, pero sobre ellas les relataré en otra oportunidad.
Crease o no ¡Israel es un país de milagros.!



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