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Periódico Judío Independiente
A 50 AÑOS DE LA TEORÍA DE LA RELATIVIDAD DE 1905
ALBERT EINSTEIN. 1ª. Parte

Por Ing. Sami Sverdlik
(Conferencia dada en la AMIA el 3 de junio de 2004 en el ciclo CONDENADOS A LA ETERNIDAD).

Tres ideales han iluminado mi camino: La belleza, la verdad y la bondad. Albert Einstein.

Después de morir Einstein, Bertrand Rusell, el brillante intelectual e íntimo amigo del sabio, supo decir: “Todo el mundo sabe que Einstein hizo algo extraordi-nario, pocos saben qué hizo Einstein”.

¿Y qué hizo el genio relativista?

En 1919, luego de la verificación experimental de la Teoría de la Relatividad General, por parte de Arthur Eddington, Sir Joseph J. Thomson, Premio Nobel de Física por haber descubierto el electrón, decía en la Sociedad Real de Londres, que él presidía, refiriéndose a la Teoría: “Es una de las más grandes proezas, tal vez la mayor de todas, en la historia del pensamiento humano”.

Es dable analizar a la figura más extraordinaria del siglo XX desde distintos ángulos: el científico, el filosófico, el humanista, el judío...

Veamos al Einstein físico:

Transcurría un año especial en pleno Renacimiento: 1564. Entonces llegaban al mundo dos hijos pródigos de la especie: William Shakespeare y Galileo Galilei. La providencia le sonrió a la raza con semejante obsequio. En 1642 fallece Galileo y ese mismo año aparece otro hipergenio: Isaac Newton. En 1727 se va el hombre que hizo de la caída de una manzana un milagro: la ley de gravitación universal. Luego de un siglo aparece otro inglés: ahora es James Maxwell, que con sus 4 leyes explica el elec-tromagnetismo: la luz. Maxwell fallece en 1879 y otra vez la providencia se hace presente. Ese mismo año nace el mayor cerebro científico aportado por la raza hu-mana: Albert Einstein.

En 1905 –su annus mirabilis- con 4 escritos va a cambiar la física y el mun-do…

En uno de ellos explica el efecto fotoeléctrico y nace entonces su primer legado: la teoría corpuscular de la luz. La luz, que hasta entonces era considerada sólo ondas, es ahora también mínimas partículas que son los fotones. Como ejemplo, cada segun-do llegan desde el Sol a la cabeza de un alfiler mil billones de fotones einstenianos que nos permiten ver la misma. De una estrella sólo arriban, en el mismo tiempo, unos pocos cientos.

En otro de los trabajos revela la Teoría Especial de la Relatividad y su mítica fórmula: E= m.c^2. Entonces temblequea el edificio de la mecánica clásica de Galileo y de Newton. Asombra a sus colegas y al mundo con esta simplísima unión de tres letras.

A partir de su postulado sabemos que una pequeña cantidad de materia almacena una enorme cantidad de energía. Expresado en forma sencilla, la masa de cualquiera de los aquí sentados, convertida en energía, alcanzaría para suministrar luz a una ciudad de 5000 habitantes durante una semana. ¡Con 56 kg. de uranio se hizo la bomba de Hiroshima!

Un físico brillante, Nobel él también, Richard Feynman, supo admirarse al decir, respecto a Einstein: “No sé cómo hizo para lograrlo”.

La ecuación conlleva una profunda belleza estética por las consecuencias que, a partir de su formulación, tenemos los humanos de la interpretación del universo.

La Teoría cambia conceptos monolíticos arraigados por Newton:

Éste dice: la velocidad de la luz es relativa. Einstein remarca que la velocidad de la luz es absoluta. ¡Y vaya si lo es! 300.000 km/seg.

Newton manifiesta: el espacio y el tiempo son absolutos.

Einstein demuestra en forma indubitable la relatividad del espacio y del tiempo.

Por último el inglés aisla ambos elementos como entes separados. Para Einstein el espacio-tiempo es una unidad indivisible. Surge entonces la cuarta dimensión. Cuando este espacio-tiempo se curva en presencia de un planeta, aparece la gravedad. Este concepto revolucionario mana de su mayor legado científico: La Teoría de la Re-latividad General de 1915.

Albert tenía devoción por Newton pero en sus borradores de trabajo se encon-traron comentarios escritos: ¡Newton, te embromé!

¡A partir de Einstein sabemos que salvo la velocidad de la luz vivimos en un mundo relativo!

Al contrario de lo que cree el ideario popular de que esta ecuación es la de la bomba atómica, es de estricta verdad manifestar que la fisión nuclear, proceso físico de bombardeo de átomos de uranio o de plutonio con neutrones, es la causa del mortí-fero artefacto. Si hasta Picasso lo inculpó al decir: ¡La genialidad de Einstein nos con-dujo a Hiroshima! Es preferible tenerlo al brillante artista pintando el lienzo de Guernica que opinando sobre física nuclear. Einstein tiene tanta culpa de la bomba atómica como aquella que le cabría a Newton cuando alguien muere al caerse de un balcón. La ley de la gravedad -responsable de esa muerte- la dictó otro parlamento que es la naturaleza. ¡No, el genio inglés!

Luego de ocho nominaciones para el Nobel, éste le es conferido en 1921 por su explicación del efecto fotoeléctrico. La Academia Sueca ignora la Relatividad –tiene prejuicios- a pesar de la demostración experimental que efectuara Eddington. Einstein bien pudo haber dicho una de sus máximas: ¡Es más fácil desintegrar un áto-mo que un prejuicio!

1927 es un año singular en la Física: Un conjunto de jóvenes geniales liderados por el no menos genial Niels Bohr, introducen la Mecánica Cuántica. Ahora aparece en escena Werner Heisenberg y su Principio de Incertidumbre. Einstein reacciona con vehemencia ante este increíble postulado y su aleatoriedad. A partir de allí bifurca su camino y seguirá hasta el fin de sus días fiel al determinismo de Spinoza y de Laplace, que es parte del fundamento de su ideario. Entonces lanza al mundo su pensamiento secular: ¡Dios no juega a los dados con el mundo! a lo que Niels Bohr le contesta: ¡Einstein, deja de decirle a Dios qué tiene que hacer!

Heisenberg se convierte en su enfant terrible. Sin embargo Einstein va a dar una prueba más de quién es. Propone tres veces, hasta conseguirlo, que a su joven “enemigo” -22 años menor que él- se le otorgue el Nobel de Física en 1932. En 1937 los nazis lo atacan a Heisenberg: lo tratan de “judío blanco” por enseñar la Teoría de la Relatividad, argumentando que “no es una teoría germana sino judía”. Ese mismo año el Canciller nazi prohibía a cualquier alemán recibir el Premio Nobel. La causa: dos años antes se le había conferido el de la PAZ a un periodista alemán anti-nazi, prisionero de la Gestapo, Carl Von Ossietzky. El pobre Ossietzky terminó masacrado por los humanitarios hombres de Himmler.

Hasta llegaron a decir que un judío no podía haber hecho algo tan importante como la Teoría de la Relatividad.

En 1954, un año antes de morir Einstein, Heisenberg lo fue a buscar a Prin-ceton. Einstein insistió: “Todos tus experimentos son muy lindos, pero no me gusta tu Física”.

Hoy, en el 2004, intuimos dónde puede estar la verdad…

¡Dios sí juega a los dados con el mundo, pero los arroja en un agujero negro de donde nunca saldrán para que nadie pueda verlos!

(Continuará)


Julio de 2004 - Tamuz de 5764
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