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Relaciones Peligrosas: Arabia Saudita y Estados Unidos

Por Julián Schvindlerman
En mi última columna ("Algo más que petróleo"), comenté sobre la dependencia internacional -y especialmente estadounidense- respecto del crudo saudita. En ésta mostraré cuán contaminada está la relación saudí-norteamericana como resultado de dicha dependencia.

Recuerdo haber asistido a una conferencia en Washington, D.C. hace dos años en la que uno de los panelistas era un ex embajador norteamericano en Ryhad. Para mi sorpresa, sus delaraciones eran desvergonzadamente pro-saudíes, incluso cuando se trataba de temas que oponían intereses entre ambas naciones. Cuando un miembro de la audiencia con ironía pidió al moderador que le aclare si esa persona había sido embajador de su país en Arabia Saudita o a la inversa, comprendí que mi impresión inicial era compartida. Me tomaría muchos meses más, no obstante, advertir que lo que había presenciado no era un caso aislado sino una manifestación puntual de un fenómeno generalizado.

Para entender de que fenómeno estamos hablando basta con leer el siguiente comentario del embajador saudita ante los EE.UU., el príncipe Bandar bin Sultán, durante una entrevista del 2002 con The Washington Post: "Si se crea la reputación de que los saudíes se ocupan de sus amigos una vez que éstos han abandonado sus funciones oficiales, Uds. estarían sorprendidos de que mejores amigos uno tiene que están recién asumiendo funciones". Y así, la revista National Review ha tildado de "pasmoso" el número de ex diplomáticos estadounidenses que ahora abrazan una postura pro-saudita, y el National Post concluyó respecto de cinco ex embajadores que había investigado que "se han hecho de un buen pasar insultándo a sus propios compatriotas mientras que se hacen cómplices de uno de los regímenes más corruptos de la tierra". Entre los beneficiarios del "programa de jubilación" saudita, el Washington Post ha nombrado a Edward Walker, ex Secretario Asistente de Estad

Fuera de la red del soborno saudí en Estados Unidos, si fueramos a considerar los nombres de oficiales vinculados en la actualidad o en el pasado a compañías estadounidenses que mantienen lazos comerciales con la Casa de Saúd, entonces deberíamos mencionar -según Robert Baer, ex agente de la CIA y autor de "Durmiendo con el Enemigo", libro acerca de las relaciones Washignton-Ryhad- a John Deutch, ex director de la CIA, Frank Carlucci, ex secretario de defensa, James Baker, ex secretario de estado, y Dick Cheney, actual vicepresidente.


Esta información nos podría permitir entender una de las causas del apaciguamiento estadounidense respecto de actitudes de Ryhad verdaderamente insólitas, tal como los siguiente ejemplos recopilados por el analista Daniel Pipes sugieren.

En noviembre de1990, acompañado por su esposa y una delegación de congresistas, el entonces presidente George H.W. Bush, visitó a las tropas norteamericanas en el Golfo Pérsico, asentadas allí para la defensa del feudo saudita frente a la agresión de Saddam Hussein. Cuando las autoridades sauditas supieron que Bush daría una plegaria cristiana por el Día de Acción de Gracias, protestaron…y el líder del mundo libre decidió marcar el evento a bordo de un barco de guerra sobre aguas internacionales. En abril de 2002, el Príncipe de la Corona saudí, Abdullah, voló a través de Texas para reunirse con el actual presidente Bush, y, conforme dijo un ejecutivo del aeropuerto al Dallas Morning News, los sauditas habían indicado que "no querían personal femenino en la pista y también dijeron que no debería haber mujeres hablando con el avión". La Administración Federal de Aviación cumplió con el pedido y lo transmitió a otras torres de control en la ruta de vuelo de Abdullah. Cuando e

Asimismo, EE.UU. en 1991 instruyó a sus soldados mujeres en Arabia Saudita a vestir la abaya negra que cubre de pies a cabeza el cuerpo de las mujeres, a sentarse en el asiento trasero de los vehículos y ser acompañadas por un hombre cuando salieran de las bases militares. Oficiales norteamericanos cooperan incluso con la censura saudita al revisar y vetar la correspondencia que llega al reino proveniente de EE.UU. dirigida a residentes norteamericanos. Soldados han relatado como fotografías de sus esposas o abuelas han sido confiscadas para respetar una prohibición saudí de representar imágenes de mujeres.

Dado que los judíos tienen prohibido el ingreso a Arabia Saudita, EE.UU. ha excluído a diplomáticos judíos de puestos en el reinado. Según Timothy Hunter, un empleado del Departamento de Estado asentado en Arabia Saudita durante 1992 y 1995, la embajada norteamericana en Jeddah y el Ministerio de Relaciones Exteriores saudí han firmado un protocolo según el cuál Washington evitaría enviar empleados judíos a Arabia Saudita. Esta práctica discriminatoria reconoce precedentes en el ámbito comercial, y ha habido casos de demanda legal por parte de ciudadanos judeo-norteamericanos contra sus empleadores por haberlos deliberadamente apartado de puestos en Arabia Saudita a partir de consideraciones religiosas.

Si algo podemos concluír acerca de todo este asunto lamentable, es en la esperanza de que fuentes alternativas al petróleo puedan ser pronto desarrolladas.

Julio de 2004 - Tamuz de 5764
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