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Nutrición y Depresión: la conexión mente –cuerpo

La depresión es un problema serio que afecta a todos los segmentos de la sociedad y a personas de cualquier edad. Y aunque no soy psicólogo (buscar la ayuda de un profesional experto siempre es reconmendable si el problema mental o de conducta persiste), en mi práctica he visto suficientes pacientes con un diagnóstico clínico de depresión como para reconocer que los síntomas de fatiga, somnolencia o falta de sueño y estado de nerviosidad, se corresponden completamente con esa condición.
¿Existe alguna relación entre ese estado y un problema de nutrición?
Mientras muchas personas creen que la depresión es un tema estrictamente emocional/psicológico, o deriva de un desequilibrio químico, algunas investigaciones han demostrado que en efecto existe una correlación entre el bienestar físico y el psíquico.
Por cierto, esos estudios sugieren que la nutrición puede desempeñar un papel central en el establecimiento, la severidad y la duración de la depresión y puede afectar incluso los cambios de ánimo cotidianos. Por ejemplo, la depresión ha sido relacionada con el consumo extremadamente bajo de carbohidratos. Es por esa razón que la producción de químicos cerebrales que promueven una sensación de bienestar- como por ejemplo la serotonina- está vinculada con la ingesta de alimentos ricos en carbohidratos.
En un reciente estudio dirigido por Grant Brinkworth y colegas (en Australia) se proporcionaron en forma separada a un grupo de 106 obesos dos tipos de dieta, una rica en carbohidratos y la otra pobre.
Ocho semanas después de comenzada la dieta restringida en calorías (entre 1.433 y 1672 calorías por día), las personas sometidas a la misma se sentían más felices que antes de la dieta, tanto si habían reducido la ingesta de carbohidratos como si habían reducido la ingesta de grasas. (El estado psicológico y de bienestar fueron medidos mediante el uso de tests, y el 24% de quienes bajaron la ingesta de carbohidratos estaban tomando antidepresivos cuando el estudio comenzó, así como también lo hacía el 12% de quienes se sometieron a una dieta reducida en grasas). Las mejorías en el carácter persistieron sólo en el grupo de las grasas reducidas. Los que redujeron los carbohidratos empeoraron su carácter con el correr del tiempo, aunque en la mayoría de los casos se sentían mejor que antes de comenzar la dieta.
Mientras que ingerir grandes cantidades de carbohidratos simples puede derivar en un repunte de la energía, ese repuntar inevitablemente es seguido por una ruptura que deja a la persona más decaída que antes.
¿Qué es lo que se aconseja?
Una ingesta balanceada de un complejo de carbohidratos, tales como granos enteros, frutas y verduras, es más probable que produzca un moderado pero permanente efecto sobre la química cerebral, el carácter, y los niveles de energía.
Pero algunos de los estudios más impactantes relativos a la relación mente-cuerpo, se focalizan en los ácidos grasos del tipo Omega 3 (que se encuentran en los peces de aguas frías como el salmón, las sardinas y las anchoas, así como en los suplementos líquidos y en comprimidos).
Numerosos estudios muestran también la relación existente entre la deficiencia de vitamina D y la depresión.
Los bajos niveles de magnesio en el organismo también pueden producir ansiedad y depresión. Desgraciadamente, en las dietas típicamente americanas el magnesio ha descendido. Y aunque los vegetales verde oscuros, las nueces y las legumbres sean todos buenas fuentes de ese nutriente, la mayoría de las personas no consume estos alimentos en sus dietas a fin de asegurarse una adecuada sensación de bienestar físico y psíquico. Ese estado también se logra agregando al magnesio una adecuada ración de calcio.
Un apropiado balance de esos nutrientes pueden ayudar a combatir el insomnio. Se estima que entre un 65 y un 90% de adultos con depresión grave, y un 90% de niños con la misma enfermedad, sufren de problemas con el sueño. Esos problemas también aumentan el riesgo de desarrollar una depresión.
Por último, es importante no subestimar el valor del ejercicio. Las investigaciones han demostrado que los ejercicios aeróbicos pueden marcar una gran diferencia en el tratamiento de la depresión. En un estudio conducido por expertos del Centro Médico del Sudoeste, de la Universidad de Texas, y publicado en el American Journal of Preventive Medicine, se descubrió que 30 minutos de trabajos aeróbicos de intensidad moderada, practicados entre tres y cinco veces por semana, pueden reducir los síntomas de una depresión moderada a la mitad. Dicha investigación también demostró la relación que existe entre la ansiedad y los ejercicios.
Omega 3: el Prozac del mar.
En su libro The Omega 3 connection, el Dr. Andrew Stoll de la Universidad de Harvard plantea que mientras los antidepresivos tales como el Prozac actúan sólo sobre la química cerebral de la serotonina para combatir la depresión, el omega 3 actúa en varios sentidos produciendo desde la modificación de los niveles de stress hormonal, tales como el cortisol, hasta cambiar en forma activa las propiedades eléctricas de las neuronas.

 

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