La Voz Judía


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Israel y la inmigración de Rusia
Por Ben Jaim

“Mi hijo no es un nazi; es sólo cosa de chicos”. Con estas palabras se expresaba Alexei, el padre de uno de los menores arrestados hace un par de semanas en Israel, bajo sospecha de pertenecer a una banda neo-nazi. Alexei proseguía diciendo: “lamentablemente Dima (el hijo) nunca estuvo en Rusia para expermientar personalmente lo que es el antisemitismo”.
Alexei y su esposa Eva llegaron a Israel como inmigrantes en 2000, procedentes de San Petersburgo, en Rusia. Ambos no podían creer que su hijo estuviera involucrado en los hechos de los cuales se lo acusa.
Como se recordará, en la primera semana de Septiembre fueron arrestados ocho sospechosos, incluyendo el presunto líder de la banda, de nombre Eli Boanitov, de 19 años de edad, de Petaj Tikva, quien es conocido como “Eli el Nazi”. Los cargos que se les hicieron fueron los de ser miembros de una célula neo-nazi, de atacar a trabajadores extranjeros, a mendigos y a judíos ultraortodoxos, así como de profanar sinagogas en la región de Petaj Tikvá.
Luego de que su hijo fuera arrrestado, Alexei revisó la habitación de su hijo y encontró un contrato escrito en idioma ruso que establecía que los miembros del grupo se comprometían a ser leales al mismo, y que cualquiera que lo dejara o lo traicionara, “sería encontrado bajo la arena”, es decir, muerto.
La policía encontró explosivos en la casa de Dima, que teóricamente la banda iba a usar para atacar a una banda punk. Su padre no desconocía la inclinación de su hijo por la “pirotecnia”, pero creía que los explosivos eran para ser usados en fuegos de artificio durante fiestas familiares. En conclusión: Alexei estaba convencido de que su hijo no tenía la intención de lastimar a nadie con ese material.
Alexei y Eva llegaron desde la ex URSS bajo la Ley del Retorno; ambos son judíos. Sólo destacan los problemas de integración de los nuevos inmigrantes a la sociedad israelí, pero dicen de su hijo que se sentía “un sionista y un patriota que lo único que quería era alistarse en el ejército”.
La familia de Andrei, otro de los menores arrestados, proviene de una familia en la que su abuela es sobreviviente del Holocoausto. Su padre no es judío, pero aceptó ir a Israel junto con su familia. A las dificultades de absorción se sumaron las de tener que aceptar trabajos de condición inferior a la que, teóricamente, ellos estaban capacitados según los títulos recibidos en Rusia.
Tal el informe del diario Haaretz.
Un hecho tan desgraciado como impensable que ocurra en el Estado Judío, la constitución de bandas neo-nazis, repentinamente parece no tener responsables o tener muchos diferentes de los propios acusados. O bien se trata de “niñerías”, según lo dicho por sus familias, o bien se trata de la sociedad israelí que no facilita la absorción de los inmigrantes y que los impulsaría a tener conductas antisociales deplorables.
En verdad ninguno de los dos argumentos es convincente. Cientos de miles de inmigrantes llegaron a Israel de todos los confines del mundo, y seguramente cada uno de ellos tuvo dificultades con la absorción. Pero a ninguno de ellos se les ocurrió jamás integrar una banda identificada con el mayor de los flagelos sufridos por los judíos en el siglo 20: el nazismo.
Está claro que la inmigración de la ex URSS resultó conflictiva desde el vamos, puesto que casi la tercera parte de la misma está integrada por no judíos. Además, dentro de esa aliá indiscriminada, llegaron mafiosos y escapados de la justicia soviética. Además, quienes creyeron que porque venían con títulos de médicos, ingenieros, etc, irían a conseguir trabajos equivalentes, debieron toparse con la realidad de que en un país adelantado científicamente como Israel, esos títulos apenas alcanzaban un nivel de grado secundario de estudios. Por otra parte, una importante cantidad de esos inmigrantes que llegaban escapando del comunismo, no fueron a Israel, como dice la canción “libnot u’lehibanot ba”, para construir y ser construidos en el Estado Judío, sino que lo usaron de trampolín para irse a los EE.UU. y a otros países occidentales de Europa.
En resumidas cuentas: un enorme y costosísimo esfuerzo de décadas que hubiera podido ser mejor aprovechado si las cosas se hubieran hecho de otra manera.
La realidad dice que, en la actualidad, sólo un tercio de los jóvenes que llegaron a Israel provenientes de la ex URSS se consideran a sí mismos “israelíes”. El 90% es bebedor de alcohol y de ellos un tercio se emborrachó al menos cuatro veces durante el año pasado. El 36% utilizan drogas. Y el 10% de ellos cometió actos violentos bajo la influencia de las mismas.
Este estudio fue realizado en una población de 750 jóvenes entre 12 y 18 años (algunos nacidos en Israel y otros en la ex URSS) por los Dres. Edelstein, del departamento de criminología de la Universidad Hebrea de Jerusalem, y Hamburguer, jefe de la Fundación contra el Uso de Drogas de Israel. Entre los factores de riesgo descubiertos en esa muestra se encontraban: la deserción escolar, el pertenecer a familias uniparentales, el tener una madre no judía (mayoritariamente entre los que usaban drogas), una situación financiera complicada y la falta de una educación contra el uso de drogas y alcohol.

 

Número 418

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