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A quien Buenos Aires le debe 10.000 noches de alegrías:
“Florencio Parravicini”

Por Moshé Korin.
Si bien tenía dos años cuando falleció el gran Florencio Parravicini, durante mi infancia, oí repetir a muchos, incansablemente, que había sido un incomparable actor. Luego siendo yo ya un poco mayor, veía sus películas en el cine “Villa Crespo” de la calle Corrientes y Serrano, en los tiempos en los cuales el “cine continuado” se componía de tres películas por función. Entre ellas recuerdo “Carnaval de antaño”, “La vida es un tango” (1939), “El diablo con faldas”, “Tres argentinos en París”, “Los muchachos de antes no usaban gomina” y otras; películas que vi reiteradamente. También disfrutaba de sus películas en el verano, los jueves por la noche en el club “Fulgor de Villa Crespo”.
Ya por aquel entonces era uno de mis ídolos. Escuché innumerables testimonios de actores que hablaban de su inigualable talento actoral y de su capacidad de improvisación.
Fue sin dudas el pionero y creador del monólogo humorísitico político; sin él probablemente no hubieran existido Pepe Arias, ni Tato Bores, ni Pinti, entre otros.

Desde que me adentré en su obra, leí cuanta nota hablara de él; hoy toca a mi pluma rendirle su merecido homenaje escrito.

La infancia: Un enfant terrible

Nacido el 24 de agosto de 1876 bajo el nombre de Florencio Bartolomé Parravicini Romero Cazón; sus padres fueron Reynaldo Parravicini y Rafaela Romero Cazón. Ellos provenían de pudientes y tradicionales familias patricias de la alcurnia porteña.
Tal como él lo decía sobre el escenario:

“Yo nací un 24 de agosto, el día de San Bartolomé, el único día que según la tradición, el diablo anda suelto. Mi nacimiento fue todo un espectáculo. Salí a escena antes de lo que marcaba el guión. Rafaela mi madre, bajó al jardín a disfrutar de la primavera y de pronto se sintió indispuesta; mi mamá, no la primavera. A pesar del intento de llegar a su habitación, nací en la Sala de Armas, donde amigos de mi padre hacían una demostración de florete.”

Parravicini era descendiente de obispos y cardenales, como Beltramis Parravicini, asesor del Papa Benedicto XII. Por otro lado, María Javiera Parravicini se había casado con el abuelo de Napoleón Bonaparte. Su abuelo, el marqués Jaboco Parravicini vino a Buenos Aires como ministro del Imperio Austro Húngaro ante el gobierno de Rosas.

Ya de pequeño se convirtió en un “enfant terrible” cuyo mayor pasatiempo era esconderse bajo la mesa de la mansión, frente a la que es hoy la plaza Vicente Lopez, durante las cenas con personajes ilustres, amigos de sus padres, quienes debían regañarlo diciéndole:

“Florencio, no molestes al General Roca. Florencio, no le hagas eso a Vélez Sarfield, Florencio, nos estás haciendo quedar mal con Avellaneda. Florencio, si le hacés eso a Sarmiento, te va a ir mal en la escuela”

Luego su padre, Reinaldo, fue designado director de la Penitenciaría Nacional cuando aún se aplicaba la pena de muerte. Toda la familia vivía en la Penitenciaría tal como se estilaba en aquel entonces.

Allí se relacionó con un preso cuyo arte le fascinaba al pequeño Florencio. El preso tenía una trouppe de ratones y lauchas amaestradas. Cada uno de ellos llevaba el nombre de un funcionario del gobierno.

“El elenco se disolvió una mañana que mi padre hacía una recorrida con el ministro de Justicia y al invitar al criminal a mostrar sus habilidades, se encontró con que un ratón viejo, bigotudo y apestoso acudía efusivamente cuando se lo llamaba por el nombre del ministro. Ahí descubrí que es mentira que hay políticos con sentido del humor.”

Con unos años más, ayudó Florencio a amigos encarcelados entre ellos a Juan B. Justo, quien con el tiempo sería fundador del Partido Socialista Argentino.

Los años de juventud: un Dandy de la Belle Époque argentina

Florencio fue amigo personal del círculo patricio: Alvear, Diaz Velez, Los Rosas, Los Saavedra, Los Anchorena.

Su gran compinche, Jorge Newbery, le enseñó a volar y un 24 de diciembre logró el segundo “brevet” de aviación que se dio en la Argentina. Estudió piano, violín, violoncello y saxofón, distinguiéndose en cada uno de ellos. Luego comenzó a incursionar en las artes pictóricas y estudió pintura, grabado y escultura, destacándose también en este campo. Dominaba además diez idiomas.

Con sólo 14 años se fugó y sin que la familia supiera, se alistó como sargento en una fracasada revolución para derrocar al presidente Juarez Celman, amigo de su padre. Fue liberado enseguida luego de que supieran quién era su padre.

Al cumplir 16 años puso una agencia de lotería junto a un socio. Pero ésta tuvo que cerrar pronto ya que Florencio no vendía los billetes, sino que los guardaba.

“Tener la grande en la mano y reglársela al primer infeliz que entra en la agencia, me parece una inmoralidad incompatible con mis principios.”

Otras de sus aventuras consistió en irse al sur a cazar lobos marinos; allí conoció a un pirata que lo incorporó a su tripulación de contrabandistas. En una oportunidad fue apresado, pero rápidamente fue liberado. Luego se unió a una tribu de los indígenas tehuelches. Se enamoró y desposó a una india, pero después se fugó sin dejar rastro.

Al regresar a Buenos Aires consigue una carta fraguada en la que lo invitan a estudiar a Francia. Sus padres le dan dinero para estudiar Ingeniería Mecánica en París. Una vez en París, lejos de estudiar, Florencio gasta todo el dinero en la noche parisina.

Al volver nuevamente a Buenos Aires pone, junto a un socio, un comercio de artículos para dentistas. En aquel entonces, era usual usar oro para prótesis. Al poco tiempo Florencio vende todo el oro y vuelve a París. En Europa se convierte en campeón de tiro en los casinos de Niza, París y Londres. Pero nuevamente debe retornar a Buenos Aires ya que se le termina el dinero.

Al cumplir la mayoría de edad entra en posesión de una fortuna que le había dejado su abuelo marqués. El patrimonio consistía en una estancia en Río Negro con cien mil ovejas, joyas, antigüedades, varias casas en la Capital Federal, una manzana de tierra en Plaza Once y gran cantidad de dinero en efectivo. En tan sólo 6 años dilapida todo en París al tiempo que ríe y dice: “Que me quiten lo bailado”. Ya sin un centavo busca un sustento trabajando como chofer, guía turístico, pianista, prestidigitador, profesor de patinaje sobre hielo, domador de leones. Además se consagra como Campeón de automovilismo en Alemania.

La carrera artística

En su primer trabajo como actor, al regresar nuevamente a la Argentina, pasa a ser el artista mejor pago del teatro. Las carteleras lo anunciaban al principio como “Flo”. Lo hace para no disgustar a su distinguida y tradicional familia que no consideraban la de artista una profesión digna. El éxito no hace esperar, todo Buenos Aires habla de él y todas sus funciones se venden completamente. Luego, Florencio se deja vencer por su ego y cambia las marquesinas poniendo en gigante Florencio Parravicini. Su familia decide mudarse al campo.
Rápidamente, recibe innumerables ofertas de contratos. En Río y en San Pablo es aplaudido por multitudes.

Luego recorre con sumo éxito París, Bélgica, Holanda, Portugal y España.
En poco tiempo pasó de los tablados de variedades a formar parte de una compañía teatral como primer actor. Ingresa a la prestigiosa compañía teatral de los Podestá. Encabeza las revistas del Teatro Maipo junto con Sofía Bozán y la vedette Gloria Guzmán.

Crea la Compañía de Comedias Florencio Parravicini que permanece en un mismo teatro durante 15 años.
Sus compañeros se desesperaban porque él no ensayaba. Florencio simplemente aparecía dos días antes del estreno y con suma soltura interpretaba su personaje. Solía contestarles:

“Dios no ensaya, ¿para qué quieren que ensaye yo, que no soy nadie?”
Fue el pionero dentro del campo de la risa. Hasta su aparición escénica, todos los actores se atenían al texto, él fue el primero en improvisar y dirigirse al público directamente, con su desbordante carisma.

“Soy Florencio Parravicini, autor de El manual del suicida; del Método para aprender inglés en 17 años y 2 semanas y del Diccionario de insultos matrimoniales, este último –lamento comunicarles- con edición agotada.
Soy descendiente del General Rosas, o sea, que por mi sangre corre leche de rosas”

Su inteligencia y personalidad, así como su espíritu crítico lo llevaron a crear el monólogo político. Interpretando estos monólogos llenó teatros enteros por años. Su sola presencia en el escenario hacía reír. El humor político de “Parra” (así lo llamó el público) llegó a los límites de la irreverencia.

Trabajó en más de trescientas obras y películas y llegó a ser una de las figuras más destacadas de la escena local. Entre las obras teatrales más populares hallamos: “Panete”, “El hombre invisible”, “El tango en París”, “Los disfrazados” y “Cristóbal Colón en la Facultad de Medicina”, entre otras.

La vida personal y la partida
De hecho, la vida personal de Parravicini, constituye un caso único en nuestro medio. Luego de dos meses de noviazgo, se casó con una jovencita llamada Sofía Piñeyro y tuvieron un matrimonio feliz y singular, en el que el actor logró deslindar el artista y el hombre de hogar.
Sarita, su mujer, nunca pisó un teatro donde el actuaba y Parra, jamás llevó a su casa a una persona del teatro.

“Parece que llegó la hora de hacer mutis por el foro”

Dijo al enterarse de que estaba enfermo. Una mañana de marzo de 1941 tomó el desayuno y sabiéndose enfermo de cáncer, tomó un papel y sólo escribió dos palabras: “Perdoname Sarita”, tomó la pistola y se pegó un tiro.

Las emotivas palabras del gran autor Alberto Vacarezza dichas en su sepelio, creo sintetizan a la perfección la obra de Florencio:

“Es el más grande de los artistas cómicos del teatro nacional y, acaso, universal. Buenos Aires le debe a Florencio Parravicini diez mil noches de alegría.”


Agosto 2011 - Av / Elul 5771
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