Israel en Buenos Aires

El tiempo es el corazón de la existencia
Mario Benedetti escribió sobre la necesidad de hacer un alto en la vida cotidiana para "... Examinar el pasado rubro por rubro / etapa por etapa / baldosa por baldosa / y no llorarse las mentiras / sino cantarse las verdades".
Es lo que hace el caminante, luego de haber avanzado un largo trecho: toma asiento y mira para atrás para ver la senda recorrida y reflexionar sobre la que le falta recorrer. De alguna manera, ésta es la intención de las Altas Fiestas judías, que este año comienzan este anochecer, con el Año Nuevo hebreo, y llegan a su punto culminante en el Iom Kipur, o Día del Perdón, que comienza al anochecer del miércoles 12. Estas celebraciones son una oportunidad, para el hombre judío de repensar el futuro de la vida desde la ética, y le permiten revisar sus actos pasados en relación con el Creador y en relación con los demás seres humanos, con la voluntad de crecer y mejorar. Es que el futuro se arma, necesariamente, con la elaboración del pasado.
Lo acontecido y lo por acontecer se relacionan profundamente. Es muy conocida la frase popular que dice que ni siquiera Dios puede cambiar el pasado. Pero, se cuenta que hace unos años, el rabino Joseph Soloveichik sorprendió y desconcertó a sus alumnos cuando les dijo que "el ser humano es el único ser en la creación que tiene la capacidad de rectificar el pasado". Sus discípulos se quedaron atónitos ante lo que habían oído del maestro. Soloveichik serenó los ánimos y explicó sus palabras diciendo que la visión que tenemos sobre el pasado es absolutamente subjetiva y cambia en la medida en que cambiamos nuestra visión del presente. La intención de rectificar nuestras conductas éticas futuras modifica nuestra perspectiva del pasado.
Se ha escrito que las festividades judías son, a la vez, tristes y alegres, el Año Nuevo y el Iom Kipur también lo son. Para los judíos argentinos, este año el sabor agrio será aún más marcado, por el sentimiento de impotencia ante la impunidad, luego de 11 años del atentado contra la AMIA y 13 de la destrucción de la embajada de Israel, y el recuerdo permanente a las casi 130 víctimas fatales, compartido con toda la sociedad argentina.
Volviendo a lo permanente, las Altas Fiestas judías recuerdan el tiempo de la Creación, una especie de cumpleaños del Universo, y se relacionan con la idea de juicio. Nos proponen un balance del mayor capital que tiene cada ser humano: la vida. Cada minuto que vivimos es único e irrepetible, el tiempo es la materia más escasa y más vital. Es un momento para reflexionar sobre el sentido de la existencia, un tiempo para repensar "el tiempo". "¿Cabría preguntarse cuál es en el mundo de hoy el sentido del tiempo?" se cuestiona el rabino Abraham I. Heschel en El Shabat y el hombre moderno , y se contesta: "La civilización técnica es la conquista del espacio por el hombre. Es un triunfo frecuentemente logrado mediante el sacrificio de uno de los ingredientes esenciales de la existencia: el tiempo... Pero tener más no significa ser más. El poder que alcanzamos en el mundo del espacio se detiene bruscamente ante los límites del tiempo. Y el tiempo es el corazón de la existencia...". Parafraseando a Heschel, se puede decir que, en estas fiestas, los judíos "somos llamados a participar en lo que hay de eterno en el tiempo y pasar de los resultados de la Creación al misterio de la Creación, del mundo de la Creación a la Creación del mundo".

¿Qué tienen estas festividades de universales y qué de particulares del pueblo judío? Su carácter profundamente universal se manifiesta al convocar el sentido moral de la existencia humana, mientras que en su aspecto formal se manifiestan como una expresión del pueblo judío. La forma y el rito son hebreos; el contenido es para todos los tiempos. Otras creencias religiosas expresan estos sentimientos de otras formas y en otros momentos del año .
Para concluir, en nuestra lengua la expresión "ser humano" está formada por dos voces y se trata de un solo concepto que contiene en su composición el verbo "ser", lo que indica que esta acción se puede alcanzar o se puede perder. La semántica coincide, en este caso, con la filosofía basal de las Altas Fiestas hebreas, al transmitirnos la idea de que la condición humana no nos es dada, sino que se trata de un ideal a alcanzar en cada día de nuestra vida y sólo a partir de considerar al prójimo la persona que da una razón de ser a nuestra existencia. En las palabras del filósofo judío Emmanuel Levinas: "Yo no soy el otro, pero no puedo ser sin el otro". De este modo, la filosofía de esta celebración explica su permanencia a lo largo de 3000 años de historia, ya que nada más propio de la humanidad que la pregunta por el sentido de la existencia y la preponderancia del otro en nuestra vida cotidiana. La pausa en el camino propuesta invita con fervor a pensar en las conductas del tiempo pasado y su proyección al futuro de nuestra existencia en relación con nuestros semejantes. El saludo tradicional de la festividad es shaná tová (en hebreo) o A Guit Iur (en idish) o añada buena (en judeo-español). Todas significan lo mismo: el deseo de un buen año. ¡Un feliz cumpleaños del Universo! Fuente: La Nación

El autor es presidente del Cidicsef. Investigador, Historiador y Escritor

 

Octubre de 2005

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