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Periódico Judío Independiente
Divorcio: La mesa de tres patas
Por Dr. Saul Salischiker, psiquiatra
Una pareja se encuentra en mi consultorio en una entrevista vincular. Después de 25 años de casados ambos están decididos a separarse. La mujer pregunta con tono de exclamación: ¡cómo llegamos a esto!

En mis últimas vacaciones salíamos a caminar todas las mañanas con mi esposa por la playa. Al principio la playa estaba limpia y hermosa pero después de varios días se comenzó a juntar basura (papeles, restos de comida, envases de bebida, etc.). Como aparentemente limpiaban de vez en cuando y con un tipo de tractor que dejaba las cosas pequeñas, la playa fue perdiendo su encanto y se fue pareciendo a un basurero.

Justamente, ésta es parte de la metáfora que ocurre con la pareja. Con los años y por participación de ambos, no se limpian las cosas o se piensa que solamente el otro tiene que limpiar o tratan de limpiar ambos pero mal, dejando cosas pequeñas pero importantes; entonces se acumula el sedimento y lo que era lindo se va transformando en un depósito de basura.

Tratando de buscar esquematizar para comprender mejor propongo un modelo en el cual la pareja es como una mesa triangular, sostenida en cada vértice por una pata: una es el amor, la otra la confianza y la última la convivencia. Iré tratando de explicar cada una de ellas.

Primera pata: el amor.

Si bien es muy difícil definir el amor de pareja se puede intentar decir que estaría formado por el aspecto pasional o sexual, al que se le suma el aspecto afectivo. Esto lo hace diferente a los demás tipos de amores (de padres, de hijos, de amigos, otros) porque incorpora el elemento sexual, que complejiza notablemente el vínculo. Si existiese en la relación sólo lo sexual el vínculo sería efímero, y si sólo existiese lo afectivo, no sería una pareja.

Si bien es real que con los años, en las parejas sanas, desciende el elemento pasional y aumenta el afectivo esto no ocasiona en general problemas, ya que el pasaje es normal y natural. Que una pareja de 70 años promedio tenga sexo espaciado pero se cuiden, respeten y necesiten es también amor.

Últimamente se ven muchas personas, en general hombres, que tienen el que yo llamo “síndrome de Benjamín Button”, ya que de muy jóvenes han tenido responsabilidades y una vida sexual limitada y, de mayores (50 ó 60 años) a partir de alguna relación esporádica tienen un despertar sexual y suponen haber visto la luz. Pero en realidad esto es oscuridad, y lo que se perdió a los 20 no se puede recuperar a los 60: tal vez se recupere de otra forma o con otras características, pero nunca de la misma manera.

La pareja debe conversar de la sexualidad desde un comienzo como un tema más y hablar tanto de la satisfacción como de la insatisfacción. Para la pareja no deberían existir temas prohibidos, ni supuestos; hablar es comunicarse y éste es un principio para poder entenderse y evitar que desaparezca el amor que lo unió.

Segunda pata: la confianza

Freud denominaba al amor de pareja como amor genital y definía que dicho amor sólo admite la exclusividad, lo cual considero que es verdad. Basándome en eso puedo afirmar que la confianza es una condición necesaria para que la pareja pueda prolongarse.

En definitiva, la base de una sociedad entre dos personas es la confianza, en la que la pareja sigue las mismas reglas. Como no hay forma de controlar al otro, la confianza pasa a ser excluyente y la mejor forma de control en la pareja pasa a ser la no necesidad de control. En realidad, la persona debe poner su energía en controlar sus propios impulsos y/o tendencias que, por otro lado, son las únicas que podría controlar -no las de su pareja, que son responsabilidad de ésta-.

Por tal motivo la infidelidad, por parte de uno de los miembros, genera una fractura en la confianza. Hay parejas que con tiempo y elaboración lo pueden superar y otras que no. Pero lo que sí hay que considerar es que en el caso de la infidelidad en algún punto siempre hay participación de ambos.

Tercera pata: La convivencia

Aquí se juntan un conglomerado de aspectos de cada uno de los integrantes de la pareja entre los cuales se encuentran la personalidad, lo social, lo económico, lo laboral, los hábitos, las creencias en general, lo ideológico, etc. Generalmente estos aspectos no se conocían totalmente o sólo algunos de ellos se descubren durante el período denominado “noviazgo”. Pero sólo comienzan a aparecer efectivamente durante la convivencia. Muchas veces esto sucede porque en la etapa de noviazgo no se pusieron de manifiesto o porque, en otras ocasiones, alguno de los miembros de la pareja no quisieron ver las señales.

El hombre en general es más práctico y más propenso a buscar soluciones que a reflexionar y tiende a minimizar los pedidos, críticas o quejas de la mujer; es más propenso a bloquear o tapar las diferencias, salvo cuando se desborda.

La mujer en general tiene tendencia a plantear más los problemas y marcar los conflictos, a veces reiterada o excesivamente.

En definitiva, el hombre tiene una tendencia general a pensar más en el “afuera” y la mujer en el “adentro”. Como dice Ernesto Sábato en uno de sus libros, “cuando la casa se destruya siempre habrá un hombre que estará pensando en el universo y cuando el universo se destruya siempre habrá una mujer que estará pensando en su casa”.

En conclusión, no es ningún secreto saber que existe lo femenino y lo masculino y que la base de la convivencia se encuentra en la empatía emocional de ambos, es decir, en la posibilidad de identificarse con los sentimientos del otro (que es fundamental).

Las “peleas buenas” que menciona Coleman en su libro La inteligencia emocional son importantes; esto significa que las discusiones que dejan algo positivo y no resentimiento o malestar como único resultado.

Ante el esquema que propuse de la mesa de tres patas ¿puede faltar alguno? Y la respuesta es definitivamente no. Si falta el Amor es imposible que la pareja sobreviva (si es difícil convivir con amor, sin amor es imposible); si falta la Confianza la pareja se va desgastando. Y si la falla está en la Convivencia el desgaste por las peleas constante deteriora el amor.

La única diferencia estaría dada en que si falla la Confianza o la Convivencia se puede intentar recuperar la relación por medio de un tratamiento psicoterapéutico de pareja; en cambio si falla el Amor no hay tratamiento posible, salvo que se trate de una crisis personal proyectada en la pareja.

Por eso, finalmente, respondiendo a la exclamación de la mujer en un principio del artículo ¡¡¡ cómo llegamos a esto!!!!!

Porque nunca limpiaron, o escondieron todo debajo de la alfombra y el divorcio llega inevitablemente cuando ya es tarde. Y el amor entonces se mezcló con la basura y desapareció.


Número 467
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