El escritor y filósofo Gustavo Perednik reside en Israel, pero su presencia se hace sentir, entre otros países, en su Argentina natal, gracias a sus frecuentes visitas. En la última de ellas Comunidades pudo dialogar con él sobre varios temas vinculados al fundamentalismo y democracia, identidad judía , Israel y educación.
Hace pocos meses tuve el gusto de darte la bienvenida en Talpiot, para una serie de charlas con jóvenes. Desde entonces, diste muchas conferencias en EE.UU, Latinoamérica y España. ¿Cómo fue la experiencia?
Cada una con sus encantos. A Nueva York fui invitado por CAMERA, una organización ejemplar que se dedica al desenmascaramiento de la judeofobia en los medios. Es uno de los temas que vengo impulsando por medio de la Fundación Hadar.
En España, el problema de los medios es especialmente grave.
Sí, aunque está cambiando para bien. Un diario como ABC ha dejado de demonizar a Israel. No es el caso de El País, aunque pueden preverse mejoras también en él.
¿Tus conferencias generan mucha resistencia en España?
Todo lo contrario. La vida comunitaria está sedienta de contenidos que despierten orgullo judío. También en Argentina lo percibí en una serie de charlas que di últimamente en Hebraica, Amijai, B’nai B’rith, y otras.
Me refería a las instituciones no-judías.
También allí pueden cosecharse frutos, si trabajamos bien. He dado clases en más de veinte ciudades españolas. Tuve la grata experiencia de enseñar Holocausto a jóvenes secundarios no-judíos, tanto en Argentina como en España. Compruebo que si se los motiva correctamente, compensan su ignorancia sobre el tema con muchos deseos de aprender sin prejuicios. El único defecto incorregible, sabés, es no querer aprender. Sobre todo en los jóvenes.
En septiembre disertaste en el Congreso Internacional de Antiterrorismo en Herzlía. ¿Dirías que el fundamentalismo islámico es nuestro peor enemigo?
Diría que Teherán de 2008 es como Berlín de 1938. Y nuestro problema no es sólo el enemigo directo, sino el post-modernismo y la izquierda que lo legitiman.
¿Cómo es eso?
Hay quienes se dedican a bajar las defensas del pueblo judío, aquellos que, cuando hacemos frente a quienes quieren destruirnos, insisten en que los judíos deberíamos hacer autocrítica, y que debe aceptarse el mal llamado “multiculturalismo”. En suma: sostienen que todo vale. Si todo vale, obviamente, nada es especialmente bueno –ni siquiera el judaísmo y el sionismo.
¿También en Argentina ves ese fenómeno?
Aquí, estos sectores llegan a veces a poner en riesgo la seguridad comunitaria. Todo en aras de un mal entendido pluralismo.
¿No exagerás?
No. Fijate que quien fue mano derecha de Mohsen Rabbani, cercano a los que perpetraron nada menos que el atentado contra la AMIA, es hoy en día invitado a exponer en algunas instituciones judías. En nombre de la apertura, se le permite conocer desde adentro la vida comunitaria local.
Suena a peligroso…
Lo es. Te hablo de Ricardo “Shamssudine” Elia, alguien que viaja a Irán, que pertenece a la mezquita chiíta fundamentalista. Deberíamos estar alertas, no abrirle las compuertas de la comunidad.
¿Lo has denunciado?
Se lo he planteado a algunos de los que lo reciben, que a mi juicio se dejan engañar por una sonrisa o una frase seductora de los islamistas.
¿Te escucharon?
Mirá, yo tengo el problema de que cuando planteo estos problemas, termino siendo catalogado de “línea dura”, y al final soy el que debe justificarse.
¿No lo sos?
¿Línea dura?. Sólo con quien quiere destruirme. Considero hermanos míos a todos los judíos de todas las tendencias, y soy compañero de todos los hombres democráticos. Me veo socio de camino con todos los que defienden a Occidente y a los derechos humanos, frente al islamismo que intenta socavarlos.
¿Creés que terminarán socavándolos?
No, porque su triunfo, como el del nazismo, significaría el fin de la civilización. Pero no podemos quedarnos pasivos ante la violencia islamista. Un modo de facilitarles sus metas de destrucción es dejarlos avanzar como a un tsunami.
En Bs. As., participaste de un panel de AUTA en el Alvear, al que asistieron más de 800 personas. Hay quienes lo criticaron porque fue un acto demasiado proisraelí. ..
¿En serio? .Van a decir que deberíamos festejar sesenta años del milagro de Israel, señalando sus defectos…
O los defectos y las virtudes.
No creo. Nuestros defectos se pueden leer, magnificados, en los medios de prensa. Lo que hace falta es que enfaticemos la maravilla de Israel y de sus logros. A eso se dedica la Fundación Hadar.
¿Hubo cambios en el staff de la FH?
Sí. La Coordinadora General, Sheila Brezinski, hizo aliá, y ahora lleva a cabo proyectos de la FH en Israel. Ya van varios líderes de la FH que se radicaron en Israel, en muy poco tiempo. Hoy en día, la coordinación está a cargo del joven Marcos Curiel.
¿Cuáles son las actividades actuales de la Fundación?
Además de la capacitación de jóvenes, que continuamos permanentemente, estamos llevando a las escuelas de la red judía de Bs As la muestra que comenzamos en el Botánico, sobre la contribución judía a la civilización.
¿La muestra también trata de destacar lo positivo del judaísmo?
Algo así. Lo que mostramos es el aporte intelectual de los judíos a Occidente, un aporte que en retrospectiva puede sin exageración calificarse sencillamente de indispensable. El auspicio es del Keren Hayesod.
¿Estás por publicar un nuevo libro?
Concretamente, dos. El que saldrá este mes se titula Violín a Cuestas.
¿Es sobre música?
No. Es acerca de las encrucijadas históricas que le tocó vivir al pueblo judío. El violín del título se debe a la metáfora del judío como violinista, quien porta en su devenir histórico una historia frágil y singular.
Pero el violín te sigue de cerca. Acabás de dar algunas conferencias, acompañado de violín.
Si.En Bs.As, en Montevideo y en Miami. Es una conferencia sobre la influencia bíblica en la música, y la hago con un violinista que interpreta las obras que refiero. Tuve la suerte de contar, en las diversas ocasiones, con excelentes violinistas como Federico Nathan, Andrés Magula y Elías Garnik, y los resultados fueron óptimos.
¿Es difícil vivir en Israel?
Es un privilegio. Sentirte en el centro neurálgico de la historia judía, educar a nuestros hijos como hebreos orgullosos y contentos.
¿Eso no puede hacerse en la Diáspora?
Se puede, con esfuerzos. Ruthie y yo preferimos concretarlo en Israel y siempre estamos muy felices de nuestra decisión.
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