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Hezbollah se expande
Fundamentalismo islámico en América Latina
Teodoro Rafael Darnott, quien posee cédula de identidad
venezolana 5.558.381 (aunque se detectó que utilizaba
dos cédulas distintas), nació en Ciudad Bolívar, en el
estado venezolano del mismo nombre, y uno de sus últimos
domicilios conocidos estaba ubicado en la comunidad
indígena Santa Ana, de la ciudad de Maracaibo, en el
estado fronterizo de Zulia.

Comenzó a actuar influenciado por la “teología de la
liberación”, el concepto cristiano-marxista que tuvo
amplio desarrollo en las décadas de 1970 y 1980,
interviniendo en la ocupación de tierras a favor de
indígenas y campesinos.

Posteriormente fundó el Movimiento Guaicaipuro de
Liberación Nacional (MGLN), que proponía una guerrilla
indígena al estilo zapatista, lo cual le acarreó
problemas con las autoridades militares de la región,
incluyendo detenciones y persecuciones. Al incrementarse
los conflictos con propietarios de tierras y con las
autoridades, se radicó durante cinco años en Colombia
–Darnott tiene también la ciudadanía colombiana- y se
unió a la insurgencia armada de las FARC (Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia), donde aún se lo
tiene registrado como “dirigente indígena” con el nombre
de “Daniel González Epiaya”. También llegó a ser
conocido como “Comandante Daniel”.

No se sabe cómo ni cuándo se decidió, pero Darnott se
convirtió al islamismo, si bien incluyéndolo en una
mezcla con su pasado marxista y su profesión de fe
chavista. De hecho, nunca dejó pasar la ocasión para
publicitar el voto favorable a Hugo Chávez en todo
referéndum o contienda electoral bajo su gobierno, al
igual que los enigmáticos visitantes islámicos que
comenzaron a viajar a Venezuela.

En tanto, su Movimiento Guaicaipuro de Liberación
Nacional se disolvió dando paso a Hezbollah América
Latina y de inmediato a su versión local, Hezbollah
Venezuela. Ello dio paso, a su vez, a que se iniciara la
conversión de los indígenas Wayúu y Guajiros al
islamismo y a su adoctrinamiento sobre las prácticas
menos religiosas de Hezbollah como organización armada,
para convertirlos en “muyahid”, también llamados
“mujahidines”, los guerreros del Islam.

Como se mencionó anteriormente, La Guajira es una
península compartida por Colombia y Venezuela, en el
extremo noroeste de este país y cercana al Lago de
Maracaibo. Los Wayúu han vivido en esa región desde el
comienzo de su existencia, y se localizan en ambos lados
de la frontera. Es una etnia que, a diferencia de otras
de Sudamérica, logró resistir la conquista y dominación
europea y logró mantener intactas su lengua, cultura y
costumbres.

Actualmente, buena parte de sus sembradíos y cultivos en
el lado venezolano son avasallados por el gran surco
abierto en la tierra por la petrolera estatal PDVSA,
iniciando el faraónico proyecto de Hugo Chávez de
comenzar allí la construcción del súper gasoducto que,
según su imaginación, debería atravesar el subcontinente
para llegar hasta la Argentina. Un tremendo daño
ecológico que además ni siquiera se ve compensado por
los muy exiguos pagos otorgados a los indígenas por las
tierras afectadas.


Esa misma zona fronteriza es la que recibió desde hace décadas –y lo sigue haciendo- la oleada de inmigrantes
de origen árabe, especialmente desde el Líbano, los
cuales siguiendo su ancestral tradición de hábiles comerciantes, han creado zonas libres donde transita todo tipo de mercaderías, que suelen ayudar a transportar los Wayúu a través de la zona desértica de La Guajira. El punto clave como zona de libre comercio
es la ciudad de Maicao, en el lado colombiano de la frontera, que cuenta hoy con la segunda mezquita más grande de América Latina. Una versión local de la muy observada Ciudad del Este, en la Triple Frontera que comparten Argentina, Brasil y Paraguay.
Las buenas relaciones entre los Wayúu y los árabes
desembocaron en una excelente amistad, y es muy común
encontrarlos juntos en diversos locales de Maicao o de
Riohacha, otra ciudad fronteriza colombiana, viendo las
noticias en la señal de la cadena árabe Al Jazeera en
lugar de las telenovelas de uno u otro país. Esa fuerte
amistad es la que facilitó, también, la conversión de
los Wayúu al islamismo, con todas sus secuelas.

Por su parte los libaneses chiítas pasaron, en los
últimos años, de dedicarse sólo al comercio a establecer
relaciones muy sólidas con su casa materna, Beirut, y
paralelamente fueron apareciendo tanto el fluir de
financimientos como logos de Hezbollah en prácticamente
toda América del Sur. También aparecieron los misioneros
chiítas, listos para convertir al islamismo a cuanto
inocente indígena encontraran. Se dio así una segunda
versión de lo sucedido más de 500 años atrás, solamente
que no de aquella forma cruel, aunque con proyecciones
mucho más siniestras.

Actualmente los jóvenes Wayúu alternan su aprendizaje
del Corán con las prácticas con fusiles Kalachnikov y el
manejo de explosivos en campamentos ocultos en la selva,
preparándose para ser mujahidines, soldados de Allah, o
mártires dispuestos a detonar explosivos en su cuerpo
cuando sean requeridos para ello.

Quien le facilitó la entrada a los misioneros chiítas
fue el presidente Hugo Chávez, si bien se cree que al
principio no creía que esa conversión religiosa llegaría
a los alcances terroristas que tiene actualmente, sino
que más bien actuó haciendo gala de su sempiterna
estupidez para no ver más allá de su adicción figurativa
y para cimentar su amistad con el presidente iraní
Mahmoud Ahmadinejad. Para comenzar a allanarles el
camino, Chávez se deshizo de los numerosos misioneros
evangelistas que pululaban en toda Venezuela,
expulsándolos del país bajo acusaciones tan variadas
como “espías” y “genocidas”. Una acusación que también
está utilizando ahora Evo Morales en Bolivi
Ni lerdos ni perezosos, Ahmadinejad y los ayatollahs y
mullahs de Irán aprovecharon muy bien la oportunidad
para lanzar sobre Venezuela una oleada de religiosos
chiítas y a la vez crear nuevos bastiones de Hezbollah
en Latinoamérica, un territorio convenientemente mucho
más cercano a Estados Unidos que el lejano Mediterráneo
como para encarar eventuales infiltraciones y atentados
en las propias barbas de su odiado “Satanás de Occidente”.

Pero Ahmadinejad también aprovechó la fobia de Chávez
hacia el gobierno norteamericano, y como ambos hacen
causa común en este aspecto, progresivamente también fue
“convirtiendo” al mandatario venezolano. A punto tal que
éste no sólo ha ido haciendo la “vista gorda” respecto
de las andanzas de Hezbollah en su país, sino que
también está brindando refugio y un “santuario” en
ciertos puntos de Venezuela, como la isla Margarita y
otros estados, a los terroristas islámicos de diverso
signo aunque unidos también en la causa común de la
“guerra santa” contra Occidente –como Hezbollah, Yihad
Islámica, Al Qaeda, etc.-, y hasta los provee de
documentación venezolana, como veremos más adelante.

Fuente: Paz digital.


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